Una pared vacía es un sinfín de posibilidades. Así lo ve, en términos menos metafóricos, el artista plástico y gestor cultural Haroldo Higa, quien ha levantado un muro, concreto y a la vez virtual, para los jóvenes artistas de ascendencia japonesa con el Salón de Arte Joven Nikkei, que cada año convoca a escultores, diseñadores, dibujantes, ceramistas, artistas visuales y otros creadores a reflexionar sobre su identidad y su trabajo.
“Acercar a los jóvenes artistas nikkei entre sí, que se reconozcan y poco a poco vayan creando, de manera natural, colaborativa, la idea de una comunidad de artistas con sus propios proyectos”, dice Haroldo, quien busca hacerlos más activos en la colectividad peruano japonesa y sus instituciones; además de darles otro espacio de expresión para que “los artistas sean capaces de enunciar su identidad nikkei desde sus propias experiencias, de forma libre, revelándonos nuevas historias y relatos propios”.
La meta se ha logrado y en el 4° Salón de Arte Joven Nikkei se han reunido experiencias que buscan hacerle frente a la reducción de interacciones que produjo la cuarentena, que en el Perú va a cumplir un año en marzo con teatros y centros culturales cerrados. Un año especialmente duro para los artistas y otros protagonistas de la cultura en el Perú. Oírlos ayuda a comprender sus vivencias y lo que rescatan de este periodo donde han podido mantenerse creativos.
Tach Maeshiro Watanabe, diseñador
Cuando piensa en su herencia nikkei, lo primero que recuerda es su familia, su infancia y su casa. Los elementos más cotidianos de quien siente que creció en una burbuja que, poco a poco, fue dejando para obtener los rasgos su propia identidad. “Mi mamá me terminó convenciendo para que estudie diseño gráfico en un instituto, algo que pensaban que sería más ‘productivo’. Jalé el primer ciclo y tomé la decisión de ir a Japón a trabajar, allá estaba mi papá muchos años como dekasegui”, recuerda Tach.
Esa experiencia fue importante para él porque aprendió del trabajo y la disciplina. A los dos años volvió para retomar sus estudios y entró a trabajar en publicidad como director de arte, pero la enfermedad de su mamá lo hizo replantear su vida y se volvió freelance. “Así retomé el dibujo, explorar el diseño de una forma personal, volví a estudiar y llevar talleres. Cuando ella murió, postulé a la convocatoria del programa de artes visuales del APJ por los 120 años de la inmigración. No pensé que quedaría seleccionado”.
En 2019, Tach Maeshiro Watanabe presentó “Un Typo Nikkei”, que parte de las letras del abecedario para graficar emociones, pensamientos y conceptos cotidianos de las familias nikkei. La tipografía, a través del grabado, los letreros populares y el shodo, se volvió un complemento expresivo a sus palabras. “El título de la muestra abordaba la tipografía, al mismo tiempo la palabra ‘typo’ tenía una connotación desde la diferencia y al error. El proceso fue siempre prueba y error, con pequeñas historias familiares y con personajes nikkei que influyeron en mi identidad”.
En la serie que desarrolló para el Salón de Arte Joven Nikkei hurgó en su memoria de una forma más incisiva. “Me acercó a la posibilidad de verme en los zapatos del otro, conectarlo con la memoria, entender los procesos históricos por los cuales nos vemos atravesados a partir de la migración. Experimentar con el grabado fue un gran reto por el formato, las figuras representaban aquello que heredamos y de lo que muchas veces desconocemos su origen. La obra final se convirtió en un collage de los retazos de las pruebas sobre papel que hice”.
Tetsu Tokumine Palomino, diseñadora industrial
Usa la palabra hafu para resumir las partes que componen su identidad. Por el lado materno están sus abuelos ayacuchanos, que migraron a Ica y gracias a los cuales creció escuchando y bailando huayno. “Gracias a mi familia materna soy devota de la cultura peruana, su música y danzas”. Por el lado paterno, sus abuelos okinawenses migraron a Lima. “Tanto mi padre como otros miembros de su familia amaban dibujar y pintar, de la familia paterna he heredado el mismo gusto”.
Esa mezcla le ha dado un carácter introvertido y extrovertido, a la vez, que refleja su obra. “Al crecer he captado ambos mundos, los cuales siento que se complementan”, dice Tetsu, quien ha incursionado en el Diseño Social, el Diseño Emocional y la cocreación en distintos proyectos que han sido galardonados por su sostenibilidad e innovación artesanal. En esta ocasión quiso crear un espacio de conversación sobre el significado de Injerto/Ainoko, a través de un trabajo colaborativo en el que pudiese registrar los distintos pensamientos y sentires de cada participante.
Su instalación se compone de proyectores con 32 videos de ocho nikkeis en los que usa cinco filtros de realidad aumentada para modificar sus apariencias. De esta forma busca sensibilizar a la comunidad nikkei sobre un tema que considera tabú. “Varios participantes me comentaron que era un tema necesario a tocar dentro de la comunidad”, dice Tetsu, quien opina que este salón de arte ha despertado la capacidad de resiliencia de los artistas a través de la virtualidad. “Las reuniones curatoriales resultaron muy inspiradoras, ya que conocí el proceso de creación de otros artistas, además de escuchar sus experiencias e ideas sobre la comunidad nikkei”.
Gian Akamine Mateo, artista plástico
Gian Akamine creció entre libros de manga y el butsudan, pero asegura que fue el primer día de clases en la escuela primaria donde pasó a ser ‘El chino’ Akamine. “Recuerdo tener muy en cuenta que al traspasar al espacio del club AELU o el AFO (Asociación Fraternal Okinawense) era como pasar a otro país. Buscar la idea de identidad siempre rondó mi cabeza”.
Cuando estudió pintura en la Escuela Nacional de Bellas Artes, después de haber estado en Japón, pudo meditar más profundamente sobre su fusión cultural, lo que lo hizo plasmar esa pluriculturalidad en sus trabajos. “Viajé a Japón a los 19 años, en algún momento creí que sabía cómo era Japón, pero fue todo lo contrario, era todo tan diferente y había tantos nikkeis peruanos, brasileros y argentinos que llegué a sentirme más latino que japonés”.
Sus obras contienen mundos internos y personajes que reflexionan sobre la vida desde la fantasía e imaginación. Para el Salón de Arte Joven Nikkei hizo un recuento familiar desde la migración, tanto de su madre, que nació en Huancavelica, como de su padre, que es hijo de japoneses. “Eran vistos como seres extraños y a pesar de estas diferencias formaron una familia”. Los monstruos como seres raros o incomprendidos, y con ellos las criaturas hibridas, son parte de su idea de ser un nikkei hafu.
Sus dibujos retratan esta construcción peculiar que se alimentó de la cultura japonesa, por los mangas, pero también de las tradiciones peruanas con elementos contemporáneos, tal como se percibe en su dibujo sobre cartulina titulado “Ainoko”, de una niña con cuernos, colmillos y orejas puntiagudas, sentada sobre un toro de Pucará usando zapatillas Puma. La necesidad de cosas atípicas son parte de su reinterpretación de las imágenes y los gestos de sus personajes.
Creación en cuarentena
“Me dio pena que cuando el grupo comenzó a romper el hielo entramos a cuarentena, hasta ahora nos seguimos frecuentando en reuniones virtuales”, cuenta Tech Maeshiro, quien en esta pandemia no deja de cuestionarse por sus privilegios. “Mucha gente cercana perdió a sus seres queridos, sus empleos, sus negocios. La pandemia desnudó la precariedad de un sistema colapsado, corroído por la corrupción e históricamente desigual. Es una etapa muy dura, más aún a puertas de un Bicentenario en donde no se celebra nada”. Por estas fechas, Tech prepara un proyecto de pequeños relatos conjugados con sus dibujos.
Tetsu Tokumine está entre quienes perdieron familiares por la pandemia, que en el Perú ha causado cerca de 44 mil muertes oficiales. “Estar todo el día, por varios meses, con esta sensación de entumecimiento, miedo y tristeza por todo el contexto. Por el otro lado, me siento privilegiada de haber conseguido trabajo antes de la cuarentena, que luego pude desempeñar de manera remota”. El año pasado culminó tres proyectos pendientes y espera terminar uno más para emprender otros este 2021 que inició con una segunda ola de contagios y actos de corrupción de quienes debían encargarse de suministrar las vacunas.
Como docente, Gian Akamine cambió a la modalidad virtual, adaptándose a nuevas formas para relacionarse con sus alumnos. “Me hizo reflexionar sobre las cosas que son realmente importantes, como apoyarse mutuamente para sobrellevar esta situación; también estoy por culminar una maestría de Educación por el Arte, en donde pude enterarme de la forma en que todas las actividades artísticas se frenaron. Me hizo notar que esta labor es muy social y que las artes son un disfrute de sentimientos que a la gente les gusta compartir”.
Esa misma esencia es la de Haroldo Higa, quien ha tenido grandes motivaciones para darle continuidad a este proyecto que es su tesis de maestría de gestión cultural, patrimonio y turismo de la Universidad de San Martín de Porres. “Vengo de una familia que siempre contribuyó con el fortalecimiento de la comunidad peruano japonesa, como mi ojichan Eicho Higa, quien fue presidente de APJ, y mi abuela Haru Higa, quien también fuera presidenta de APJ Fujinkai”.
Haroldo dice que debemos recordar los lugares donde “dimos nuestros primeros pasos profesionales”, comentando que en sus inicios tuvo la oportunidad de participar en una exposición en la galería Ryoichi Jinnai donde ahora exponen los chicos del Salón de Arte Joven Nikkei. “Siempre creí que en algún momento tenemos que retribuir y si yo deseaba hacer algo por los jóvenes artistas nikkei, el APJ sería el lugar indicado porque sabía que sería escuchado y se abrirían las puertas. Son 50 artistas los que han participado y ya estamos trabajando para la nueva versión que inauguraremos en octubre”.
© 2021 Javier García Wong-Kit