Mii nombre es Sakura Kato, simplemente Sakura Kato. No tengo segundo nombre ni un nombre en inglés o algo que realmente represente mi identidad como una japonesa-estadounidense. Al crecer, nunca pude encontrar mi nombre en una taza o llavero prediseñado como mis amigas que se llamaban “Ashley” o “Christine”. Las alusiones a mi nombre solo podía encontrarlas en animes como Naruto o Cardcaptor Sakura. Cuando pasaban la lista, mi corazón siempre latía rápido y mi cara se ponía roja por temor a que, de alguna forma, la profesora sustituta no pronunciara bien mi nombre otra vez.
Con un nombre como Sakura Kato, nunca he tenido la menor duda de que yo era una japonesa. Cuando era una niña y me hacían la pregunta de siempre “¿Qué eres?”, mi respuesta siempre ha sido “soy japonesa”. Nunca se me había ocurrido responder “japonesa-estadounidense” o simplemente “estadounidense.” En lugar de aceptar mi herencia japonesa, me sentía excluida de lo que yo creía que significaba ser una “estadounidense” por culpa de mi nombre.
Sin embargo, en la mitad de mi programa junior year abroad de la universidad, mis padres y yo cruzamos el Pacífico y nos mudamos a Japón por un año. Al mudarme a Japón, finalmente comencé a darme cuenta de que yo nunca había sido solo una “japonesa”. A diferencia de cualquier otra niña japonesa, yo crecí jurando fidelidad a la bandera estadounidense y creyendo que, algún día, podría ser la presidenta de los Estados Unidos.
Rápidamente, me di cuenta que me hacían preguntas como “¿Qué eres?” y “¿De dónde eres?” no porque yo era japonesa, sino porque era una persona de ascendencia japonesa viviendo en los Estados Unidos. Comencé a entender que un ciudadano japonés que vive en Japón no podía identificarse con mi propia experiencia, en donde se cuestiona mi identidad nacional, porque no era lo mismo ser una estadounidense étnica que ser parte de una población homogénea como Japón. Naturalmente, un ciudadano japonés y yo estamos unidos por una ascendencia en común, pero la experiencia de vivir en los Estados Unidos como una minoría étnica es lo que creo que me distingue como una Nikkei.
Después de una clase de Historia de los Asiáticos-Estadounidenses en la universidad, comencé a darme cuenta de que los japoneses-estadounidenses y los asiáticos-estadounidenses han compartido, histórica y contemporáneamente, la carga de ser estigmatizados como “extranjeros por siempre” en un país que ellos llaman “hogar”. Al seguir estudiando, inmediatamente me sentí conectada con la generación anterior de asiáticos-estadounidenses que alguna vez no fueron elegibles para nacionalizarse, sin posibilidades de tener propiedades y que incluso fueron encarcelados a causa de su ascendencia. Rápidamente me di cuenta que yo, como asiática-estadounidense, estoy comprometida con una historia más grande que comenzó con los primeros trabajadores ferroviarios transcontinentales y que continúa hasta el día de hoy. La marginación de los estudiantes japoneses-estadounidenses y coreanos-estadounidenses por la Junta de Educación de San Francisco a inicios del siglo XX y los juicios actuales con respecto al “Techo de Bambú” [término que se refiere a la discriminación que experimentan los asiáticos-estadounidenses dentro de su vida profesional y que no les permite avanzar en el trabajo] forman parte de una historia de discriminación racial que compartimos como asiáticos-estadounidenses. Cuando pienso en la Ley de Naturalización de 1870, que ratificaba la situación de los inmigrantes asiáticos como “extranjeros no elegibles para la ciudadanía”, hago un paralelo con el sufrimiento que actualmente conlleva las llegadas de los niños indocumentados sin el privilegio a la ciudadanía. Y cuando reflexiono sobre el calvario por el que pasaron las parejas interraciales frente a las antiguas leyes contra la miscegenación, inmediatamente viene a mi mente la actual lucha por la igualdad de la comunidad LGBTQ (Lesbianas, Gays, Bisexuales, Transexuales y Queers).
Sí, mi nombre es Sakura Kato y quizás no tenga un nombre en “inglés”, pero independientemente de qué tan “japonés” pueda ser mi nombre, mi identidad tiene sus orígenes en la experiencia asiática-estadounidense de vivir en los Estados Unidos como una persona de ascendencia asiática. Ahora, ya no me identifico solo como una “japonesa”, sino como una japonesa-estadounidense y ante todo, una asiática-estadounidense.
© 2014 Sakura Kato
La Favorita de Nima-kai
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