En esta última década se ha hablado mucho del alto crecimiento económico de América Latina y el surgimiento de una nueva clase media que ha hecho crecer el mercado consumidor de manera extraordinaria. Muchos trabajadores nikkei latinoamericanos que residían en Japón retornaron a sus países después de la crisis del 2008 para probar mejor suerte en su propio país o en alguno de la región. Sin embargo, al menos en el caso de Brasil, desde hace dos años la situación no es promisoria y preocupa las consecuencias que podrían provocar la baja de sus importaciones y exportaciones a los países vecinos de la región. Además, el caso de corrupción de Petrobras ha impactando muy negativamente en la actual gestión de Dilma Rousseff pues le quita margen de maniobrabilidad en el manejo de las políticas públicas.
Los países de la región que exportan productos primarios, sea petróleo, gas natural, soja, trigo o minerales, han sufrido una reducción en los ingresos de las exportaciones por la baja de los precios internacionales, y eso está afectando al modelo de desarrollo que han venido implementado. También la desaceleración económica de China es un factor que ningún país puede obviar y a pesar de las advertencias que se vinieron haciendo no todos los países han tomado las medidas adecuadas de diversificación de las industrias, fortalecimiento del ahorro interno y reducción del déficit fiscal.
La desaceleración afecta duramente a Venezuela y a la Argentina y ahora en alguna medida también a Brasil. Pero, aun así muchos otros países siguen siendo un destino atractivo de las inversiones extranjeras directas no solo en los rubros tradicionales sino en el comercio minorista, servicios, turismo, cosméticos, etc. Más allá del signo político del gobierno y la modalidad de gobernar o la falta de transparencia política y los niveles preocupantes de corrupción, hay interés, incluso desde Japón, en expandir sus negocios. Chile, Perú y Colombia son los preferidos pero Paraguay, Bolivia y Uruguay también están en esta lista de los favoritos. En todos estos países la clase media aún es endeble pero hay una demanda muy diversa de productos y servicios. El problema es que a pesar de los programas sociales hay una desigualdad social muy elevada y riesgos de que la clase media emergente retorne al estrato de los pobres por el aumento del costo de vida. Los Estados que despilfarraron dinero público de manera poco planificada ahora no puedan frenar este flujo y por ende el aumento del déficit fiscal está generando una inflación que merma el poder de compra de los que dicen querer proteger. Y con razón, la incipiente clase media exige mejoras en la infraestructura básica, más inversión en educación, salud y transporte público. Ante tantas demandas el margen de maniobrabilidad de los gobiernos es cada vez menor.
Los países que gozaron de una bonanza por los altos precios del petroleo o de la soja, pudieron dar un empuje muy importante en reducir la pobreza como en ampliar las ayudas sociales a los más necesitados. Los organismos internacionales valoran estos esfuerzos y en términos absolutos ha bajado el índice de pobreza y el de la extrema pobreza. Sin embargo, la desigualdad se ha ampliado y tanto los que aún permanecen en la pobreza como los que han podido salir de ella temen no poder satisfacer las necesidades mínimas. Ambos estratos exigen respuestas rápidas y sus demandas son muy variadas y las mejores que han logrado no las quieren perder. Puede que aumenten las medidas de fuerza (huelga, piquetes) y eso incida en la estabilidad social y en algunos casos la gobernabilidad.
Algunos latinos que han vivido durante años en Japón dicen extrañar la estabilidad económica y la seguridad pública de este país. Aunque es caro el transporte, la vivienda y la educación, hay más opciones en los productos y servicios. En América Latina esas opciones son más limitadas.
Aún así la región sigue siendo bastante atractiva para las inversiones extranjeras y como señalan algunas empresas japonesas el nivel de consumo es envidiable a comparación del mercado japonés. No hay que olvidar que más allá de los datos macroeconómicos la región tiene una alta tasa de economía sumergida que ronda el 40%, países que van del 25% al 60% donde no figuran las transacciones comerciales ni el pago de salarios pero que el flujo en efectivo genera una sensación de que el consumo doméstico es muy activo. Muchos países han reformado su sistema impositivo para reducir la evasión, pero sigue habiendo una porción muy grande de la economía que no declara sus negocios y actividades y por ende el Estado no puede recauda impuestos.
Dentro de las recientes inversiones japonesas ha llamado la atención la inauguración de la tienda KOMONOYA, en la ciudad de Lima, Perú, que es el equivalente al “100 yen shop” de Japón, pero que cada producto cuesta 6 soles. Es de la empresa Watts cuya sede central está en Osaka y los medios locales le han dado una cobertura sinigual por esta interesante aventura japonesa1. También se perciben inversiones del sector automotriz en México y Argentina, y en el minero en varios países de Sudamérica (Chile, Perú, Bolivia).
Dentro de este interesante contexto no es posible dejar de lado a los descendientes de japoneses “nikkei” de América Latina en su rol de facilitador de negocios con el Japón. Algunos están en los gremios empresariales y asociaciones profesionales que pueden servir de soporte a las inversiones japonesas, principalmente de las firmas medianas que no tienen mucho know how ni experiencia en el exterior. Desde luego que la contratación de un nikkei no garantiza el éxito de un nuevo negocio pero sí los pueden introducir al mundo latinoamericano para ordenar de manera sistematizada la voluminosa información jurídica, contable, tributaria y demás regulaciones que es necesario saber previamente para iniciar una actividad. De hecho, la confección y legalización de un poder para que un representante local o un ejecutivo enviado desde Japón haga el trabajo de relevamiento es, a veces, el primer escollo que deben afrontar por las formalidades que cada país tiene al respecto. Dado que en Japón los poderes son sencillos se hace difícil convencer a los directivos de esas exigencias. En ocasiones se requiere una coordinación muy pormenorizada entre abogados de ambos países con traductores altamente calificados.
Si bien América Latina sigue siendo una región con muchas potencialidades no es fácil para las empresas japonesas, emprender negocios en nuevas areas o actividades. La aplicación poco transparente de las normativas y la corrupción enquistada en la administración pública pueden ser el mayor obstáculo en todo los trámites requeridos. Por eso, el entusiasmo no es suficiente motivación para que un emprendimiento tenga un inicio sin grandes trastornos que lleven a resultados exitosos. Según Luis A. Moreno, Presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, hasta el 2020 la economía de América Latina será volátil y es por eso que aunque se trate de una actividad promisoria y rentable en un país relativamente estable hay que estar muy atento a las variables internas y externas.
Por otra parte, los estratos de consumo están bien diferenciados y es por eso que una estrategia comercial bien planificada, como prefieren los japoneses, se adecue a esas necesidades. Es necesario flexibilidad y capacidad de improvisación. Además, las mismas estadísticas oficiales y estudios de consultoras internacionales pueden no ser el sustento necesario para fundamentar determinadas acciones. Es necesario que el emprendedor, los socios y la contraparte caminen juntos, dialoguen, intercambien impresiones, escuchen profesionales con experiencia y más que nada perciban en carne propia las variables que inciden en las decisiones claves. De lo contrario, el paso inicial puede terminar en una frustración con un sabor demasiado amargo.
Nota:
1. Watts Co., Ltd.
- Tienda japonesa 'Komonoya' venderá sus productos a precio único de 6 soles
- Japonesa Konomoya inicia operaciones en Latinoamérica con primera tienda en Perú
Referencia:
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