Durante estos quince años he venido escribiendo sobre los descendientes de japoneses nikkei de América Latina y Japón que han sido publicados en esta web de Discover Nikkei. Me han permitido escribir diversos temas pero también sobre mi ciudad natal, Escobar, y sobre mi experiencia en la Guerra de Malvinas, y la verdad no tengo más que gratitud hacia la organización JANM (Japanese American National Museum).
Este artículo es la última de esta Serie y es sobre mi padre para honrarle sobre sus 64 años de vida como inmigrante en la Argentina.
Mi padre, Tsuyoshi MATSUMOTO, llegó a Buenos Aires en 1957 a los 22 años en el Barco America Maru, siendo el primer practicante laboral agrícola del Ministerio de Asuntos Exteriores de Japón de la posguerra. Los primeros tres años estuvo en una quinta de verduras y hortalizas del okinawense Shin-ichi AGARIE, ubicado en la localidad de Vicente Casares de la Provincia de Buenos Aires. Allí pudo ofrecer muchos de sus conocimientos adquiridos en el Centro de Estudio Agrícola de Kanagawa que dependía del Ministerio de Agricultura y Bosques de Japón. Dado que su especialidad eran las verduras eso redundó muy positivamente en el cultivo de tomates para ser cosechado antes de Navidad, algo poco usual en esa época. Agarie expandió inmediatamente la extensión de los tomates y eso permitió incrementar enormemente las ventas.
El salario mensual de mi padre era de 800 pesos pero eso equivalía a solo dos cajas de tomates en esas fechas de fin de año. Fue entonces que por su contribución solicitó un contrato de medianero para acceder a parte de esas ganancias, pero Agarie no accedió por lo que decidió irse de la quinta. En 1961 se casa con Kazuko TAKAO y deciden residir en Escobar, ubicado a unos 50 km al norte de la ciudad capital, donde ya era famoso por el cultivo de las flores.
Mi madre Kazuko era compañera de clase de la hermana menor de mi padre por lo que ya se conocían en Japón. Somos tres hermanos, pero tanto yo como mi hermano menor nacimos de sietemesinos, razón por la cual la crianza fue una tarea muy dura para mi madre y solo con la ayuda de las paisanas vecinas pudo superar muchos obstáculos y nosostros crecer con salud.
Como cuentan muchos de los colegas de mi padre que llegaron en calidad de practicantes agrícolas, los que tuvieron un buen patrón lograron desde el inicio un mejor emprendimiento y otros como mi padre que no tuvo el soporte necesario para independizarse fue un comenzar desde cero. De todos modos, cuando llegó a Escobar a pesar de que no estaba muy interesado en el cultivo de las flores gracias a los paisanos que ya estaban ubicados y otros pioneros que habían logrado un buen bienestar en esa localidad lo ayudaron a alquilar un terreno cerca de la ciudad y armar varios invernaderos para cultivar claveles y otras variedades que le permitió generar ingresos1.
Recuerdo que cuando ingresé al jardín de infancia mi padre compró una motocicleta "scooter" de 50 cc y yo iba en la parte delantera parado y hasta a veces dormido y mi madre en el asiento trasero. Y cuando estaba en la escuela primaria compró una camioneta usada para el trabajo pero recuerdo que me encantaba ir con mi padre, sea para las compras como para los asuntos de trabajo, y siempre lloraba cuando no me dejaba acompañarlo.
En esa etapa escolar tuvimos de vecino a varias familias japonesas que llegaron del Paraguay y siempre nos ayudábamos para salir adelante. De hecho, varios compañeros nikkei de la escuela eran alumnos llegados de dicho país.
Cabe recordar que en esa época en Escobar residían unas 140 familias que totalizaban unos 500 japoneses y sus descendientes, y es por eso que tuvimos una escuela japonesa "nihongo gakko" que nos daba todos los días 3 horas de clase2. Desde ese entonces mi padre solía participar activamente en la Comisión de Padres como en la Cooperativa de Floricultores y en la misma Asociación de Japoneses (en ese entonces llamado Club Belén) donde llegó a tener el cargo de Secretario General. Posteriormente, ocupó durante 6 períodos alternados la presidencia de la Asociación de Paisanos de Kagawa y hasta sus últimos días estuvo como director consejero para promover el intercambio con su Prefectura de origen y la Argentina. También estuvo durante muchos años en la directiva de un hogar de ancianos denominado "Nichiaso" de Escobar.
Todas estas responsabilidades institucionales, los ejerció ad honorum y por ende, de tanto en tanto, mi madre solía quejarse porque estos cargos los ocupó entre los 30 a 50 años de edad cuando más trabajo demandaba en la quinta y en ocasiones cuando las cosechas no habían dado sus frutos ni generado ventas suficientes la situación económica no era de lo mejor. Es por eso que en las vacaciones de verano y de invierno yo solía trabajar de igual a igual con los peones y colaboraba en las tareas agrícolas. Creo que en todas las familias japonesas ocurría algo parecido cuando la cabeza desempeñaba estas tareas en asociaciones y grupos sociales.
Cuando estaba en 3º grado de la primaria nos mudamos a la Colonia Loma Verde3 ubicado a unos 9 km de la Ciudad de Escobar que gracias a la convocatoria de JICA (Agencia de Cooperación Internacional de Japón) pudimos ingresar. Mis padres además de claveles cultivaron rosas y crisantemos en donde invirtieron sumas considerables en los invernaderos de vidrio y en los sistemas de calefacción. En esos años, a pesar de los avatares económicos del país, muchos paisanos consideraban que era recuperable esas inversiones por lo que ampliaron su capacidad de producción.
Sin embargo, la apertura económica posterior que permitió la importación de flores frescas de Colombia impactó fuertemente en los productores locales. Fue cuando sin lograr la amortización de las instalaciones mi madre convenció a mi padre de dejar las flores y cultivar tomate y luego frutillas (fresas). En el cultivo de frutillas alquilaron otros terrenos aledaños y contrataron como medianeros a cuatro o cinco familias bolivianas y eso permitió vender grandes cantidades en el mercado central como en los mercados del Gran Buenos Aires. A pesar de que estaba en los últimos años de la secundaria solía acompañarlo desde horas de la madrugada al mercado para ayudarlo en la descarga de cientos de cajas de frutilla. Para mí el mayor premio de todo esto era comer esas fabulosas milanesas en los restaurantes del mercado que en ocasiones los mismos obreros me invitaban.
Debo recordar que en Escobar se formó una comunidad boliviana muy grande y eso en parte ha sido por estos contratos de cultivo en diferentes quintas donde llamaron a sus parientes y amistades de Bolivia o del norte argentino. Son gente que trabajaron muy duro y ahorraron mucho para luego comprar terrenos en los suburbios o quintas casi abandonadas hasta formar una comunidad importante con la construcción de un mercado propio en la década de los '80. Ellos crearon estos mercados en la parte norte y sur del Gran Buenos Aires aglutinados en cooperativas de productores4.
Y desde finales de esa década y durante buena parte de los '90 varias familias japonesas de Escobar también buscaron trabajo en Japón en calidad de "dekasegui" (el objeto inicial era ahorrar por un determinado tiempo). Muchos estaban sobreendeudados en sus actividades y la recesión y el alto desempleo de los jóvenes obligaron a aprovechar esta oportunidad para ahorrar, pagar sus deudas y sobrellevar mejor esas circunstancias económicas que no permitían mejorar las ventas ni generar ganancias. Padres e hijos se fueron temporalmente a Japón a trabajar y no son pocos los que no regresaron.
Por suerte, mis padres gracias a las frutillas (fresas) lograron pagar casi todas sus deudas y el cambio de actividad de las flores a las verduras permitió superar esos difíciles tiempos.
En abril de 1990 obtuve la beca del gobierno de Japón (MEXT) y después de obtener mi maestría me casé y me quedé en Japón y uno de mis trabajos fue la asistencia a estos migrantes nikkei que llegaban de Sudamérica. En mi tarea como consejero de extranjeros e intérprete judicial pude retroalimentar una parte de mi experiencia como hijo de inmigrantes y los conocimientos jurídicos adquiridos en la universidad japonesa.
Notes:
1. Libro conmemorativo de los 35 años de la Asociación de Paisanos de Kagawa de la Argentina, Coloquio de paisanos del Gran Buenos Aires, Año 2005.「ブエノスアイレス市郊外北部在住者男性座談会」、『アルゼンチン香川県人会創立35周年記念誌』13~17頁、アルゼンチン香川県人会、2005年.
2. En esa época el profesor Kawano y su esposa eran los docentes a tiempo completo que se repartían de 1º a 6º grado en turnos de mañana y tarde, pues vivían en la misma escuela. Los nisei que estudiamos en esa etapa muchos lograron trabajar en firmas e instituciones japonesas e incluso no son pocos los que estudiaron o se capacitaron en Japón. Teníamos servicio de comida al mediodía y si incluíamos el recreo eran casi cuatro horas de estudio y formación. Eran maestros muy exigentes que impartían clases de lenguaje y kanji. Teníamos festivales artísticos y deportivos.
3. La Colonia tiene 42 hectáreas e ingresaron 15 familias japonesas quienes se dedicaron a la floricultura y la cultivo de plantas ornamentales (viveros). Fue adquirido y planificado para los inmigrantes japoneses por JICA en 1969.
4. Paper escrito sobre la Comunidad Boliviana Argentina (Cap.3) en la obra Chikyujidaino tabunkakyoseino shoso - hitoga tsunagu kokusaikankei, 2009.「第3章:アルゼンチンの多文化共生政策〜隣国移民政策(ボリビア人コミュニティー)からの日本の移民政策を考える」浅香幸枝編『地球時代の多文化共生の諸相〜人が繋ぐ国際関係』行路社、2009年.
© 2022 Alberto Matsumoto