Los regresos al país y nuestra tarea en Japón
La primera vez que mi padre regresó a Japón después de llegar a la Argentina fue en el año 1970 cuando se realizó la Expo Osaka. Quedó sumamente asombrado de lo que había progresado y de las expectativas de desarrollo que mostraba su país. De Buenos Aires hizo transbordo en Sao Paulo a un avión de JAL Japan Airlines y comentaba en una postal que pudo probar el whisky Johnny Walker que en ese entonces era difícil de conseguir en Argentina, y luego desde Tokio tomó el Tren Bala "Shinkansen" hasta Okayama para ir a la Isla de Shikoku, su tierra natal1.
Mi madre me leyó esta postal varias veces y se nota que mi padre estaba más que feliz de este viaje. Yo estaba en 2º grado de la primaria y lo que yo más esperaba eran los juguetes de Japón. Además, como practicaba beisbol en la escuela japonesa esperaba con mucha ansiedad un guante nuevo.
Para mi padre este regreso a su pueblo natal había sido después de 13 años de vida en la Argentina. Escuchaba en sus conversaciones con sus paisanos qué hubiera sido de él si hubiese permanecido en el Centro Agrícola de Kanagawa y continuado su vida en Japón; no tanto en el sentido de que estaba arrepentido por emigrar al exterior sino porque tal vez estaba pensando en los siguientes desafíos y proyectos.
Cuando estaba en la secundaria mi madre también regreso a Japón para ver a sus familiares y en 1988 y en el 2006 regresaron los dos juntos; la primera, para la inauguración del Puente Seto-Ohashi (Honshu-Shikoku que unió las ciudades de Okayama-Takamatsu) y en la segunda para disfrutar a pleno la vida de retirado. En cada uno de estos viajes traían enorme cantidad de regalos que iban de productos alimenticios a electrodomésticos y ropa, pero cuando llegaban a casa siempre decían: "Lo mejor es estar nuevamente en casa". Disfrutaron de muchos reencuentros con compañeros de estudio y parientes e incluso no dejaron de visitar la Gobernación, pero a medida que pasaban los años y aún con los avatares económicos de la Argentina, ya Escobar era su casa, su hogar, su lugar donde podían sentirse cómodo y en familia.
Desde que se mudaron a la Colonia mejoró la situación económica y pudo ampliar la casa y comprar dos vehículos e incluso ampliaron sus amistades con otras nacionalidades como la italiana y la portuguesa. Uno de los italianos con que mantuvo una gran amistad fue Don Emilio que era cuidador de una estancia cercana y el propietario le tenía autorizado una vez al año carnear una vaca y un cerdo. En estos eventos nos invitaba para degustar diversos manjares que no conocíamos. Mi madre aprendió de esta familia cómo hacer pan, manteca, ravioles, biscochuelos y tortas varias, salames caseros, etc.
Cuando ingresé a la secundaria mi madre misma me recomendó ampliar las amistades con los no nikkei y que conozca más la sociedad argentina. A medida que iba ganando confianza y afecto me invitaban a sus casas y viceversa de parte mía. Y ya siendo universitario se hizo más intenso estas relaciones fuera de la colectividad y algunos venían a casa para aprovechar el aire de campo. Mis padres fueron conociendo a través de estas relaciones otras facetas de la sociedad argentina y fueron cambiando sus percepciones y prejuicios. Debo reconocer que las picardías y la viveza criolla argentina malintencionada no les causaba ninguna simpatía, pero comprendieron que para vivir en esa sociedad era necesario construir buenas amistades y contactos.
En un artículo escrito por mi madre2 en el año 2004 señala que la etapa de crianza de nosotros tres fueron tiempos duros y que pasó muchas penurias. Uno de los amargos recuerdos que ella comenta es la tormenta de granizo que destruyó totalmente los 10 invernaderos que habían armado o que al poco tiempo unos caballos del propietario destruyó algunas de estas unidades reconstruídas. Yo tendría apenas siete años de edad pero recuerdo esa miraba triste y de impotencia de mi padre.
Por otra parte, mi padre tuvo dos accidentes de tránsito muy graves. En las dos ocasiones causadas por un micro (autobús) pero que no recibió ninguna paga por los daños que sufrió aunque la culpa lo tenía el mismo chofer. Incluso en la segunda vez, siendo un colectivo local, yo mismo acompañé a mi padre a la comisaría para tratar de comprender el informe de accidente para que él lo firmase; sin embargo, después nos dimos cuenta que le habían cambiado de escrito y señalaba que mi padre había tenido la responsabilidad del accidente. Las secuelas por el impacto en el cuello lo sufrió durante muchos años.
Y para cerrar el círculo nada virtuoso tuvieron dos robos a mano armada que se llevaron todo lo que era vendible. En la segunda se llevaron hasta el primer coche nuevo que había comprado, pero este fue encontrado en las afueras de la ciudad gracias a mis compañeros de la secundaria que me ayudaron en la búsqueda. Sobre estos cuatro ladrones que fueron muy violentos, meses después nos informaron que habían sido abatidos en la localidad cercana de Pilar en un enfrentamiento con la policía.
Sin embargo, para mis padres la mayor preocupación surgió cuando fuí voluntariamente a Malvinas en abril de 1982 en ocasión de la recuperación de la soberanía sobre dichas Islas. Para mi madre fue un golpe emocional muy grande porque su padre había muerto en acción en la IIº Guerra Mundial. De todos modos, tuve la suerte de regresar sano y me dediqué a estudiar con todas mis fuerzas para terminar la Universidad y luego postularme a una beca de posgrado en Japón. Eso fue una tranquilidad para mis padres y aunque no regresé más para vivir en la Argentina he realizado diversas tareas del que siempre me apoyaron y estaban orgullosos.
Y en el año 2002, después del default argentino, mi madre tuvo un problema muy complejo en las válvulas cardíacas3 y en ese entonces era difícil tratarla en Buenos Aires. Entre los tres hermanos hicimos todo lo posible para traerla a Japón y la pudimos operar en un hospital de Yokohama. El recambio a válvulas artificiales fue una operación de 10 horas y su recuperación y rehabilitación fue buena. En el artículo que escribiera ella dice lo siguiente: "...el apoyo y la compañía de mis tres hijos provocaron una calidez difícil de expresar en palabras pues a pesar de que estaban lejos durante mucho tiempo ahora estaban ahí acompañándome y apoyándome en este difícil trance. Las penas y angustias que había sufrido en los 40 años de mi vida habían desaparecido y sentía que no estaba arrepentida de todo lo que había hecho y vivido....".
A los 8 meses de la operación regresó donde estaba mi padre en Escobar con un montón de regalos. Tenía 64 años y desde entonces dejó de trabajar y se dedicó de lleno a jugar al gateball con mi padre y como principal hobby a confeccionar muñecos de papel origami. Llevó una vida de jubilada bien tranquila hasta fallecer en 2013 a los 74 años de edad.
Mi padre se sentía triste y al año siguiente vino a Japón para hacerse un examen endoscópico de estómago y ahí le encontraron células cancerígenas malignas. Al comienzo le iban a hacer una cirugía laparoscópica para evitar un desgaste mayor a un paciente de 80 años de edad pero a último momento lo operaron de manera convencional y le extirparon totalmente el estómago lo que provocó que jamás se recuperara del todo hasta fallecer. Siempre queda la duda de si no hubiera sido mejor dejarlo con un tratamiento diferente y que coma lo que quiera y juegue al gateball con sus amigos, pero nunca sabremos si fue lo mejor opción. A veces nos decía que quería regresar nuevamente a Japón pero a medida que pasaban los años ya no tenía fuerzas para soportar un vuelo de 30 horas.
Mi padre nació en 1935 en la aldea de Asano en el distrito de Kagawa (hoy, Ciudad de Takamatsu) de la Prefectura del mismo nombre y en diciembre de 2021 falleció a los 87 años de edad cerrando sus 64 años de vida de inmigrante en la Argentina. Al igual que muchos de sus paisanos obtuvo pequeños éxitos en su actividad y desde luego satisfacciones en su vida familiar y social. Pero también experimentó innumerables frustraciones en el día a día como la hiperinflación (1989/90) y los default (1982, 2001 donde los ahorros en dólares quedaron en papel picado, y el cuasi default del 2019) con amarga resignación. También vivió la época de la guerrilla y la lucha antisubversiva (1976-83) como los sucesivos gobiernos democráticos que han despilfarrado dinero público y desaprovechado oportunidades de desarrollo y bienestar en un país que tiene muchas riquezas que Japón no tiene, decía en ocasiones con mucha pena. Sus 64 años en la Argentina donde nacimos nosotros siempre estuvo acompañado de sus paisanos y connacionales pero también de amistades de fuera de la colectividad que lo ayudaron en innumerables ocasiones y de la misma manera siempre estuvo dando lo mejor.
La peleó con dignidad, mucho esfuerzo y bajo perfil, y es por eso que no quedan más palabras que de gratitud hacia él. ¡Gracias viejo, Arigato papá!!!
Notas:
1. En aquellos tiempos el pasaje de ida y vuelta Buenos Aires - Tokio Haneda costaba unos 700,000 yenes pues el cambio dólar-yen era de 360 yenes.
2. Historia de una ama de casa, Kazuko Matsumoto, Historia de los paisanos de Kagawa en Sudamérica, 2004. 松本和子、「主婦の移住史」、香川県南米移住史、355~358ページ、2004年。
3. Por el defaul del 2001 no se conseguían insumos médicos y muchos hospitales no podían realizar operaciones o se tardaba mucho en obtener un turno. Además, dada la complejidad del problema cardíaco era difícil realizarlo en Buenos Aires por lo que decidimos traerla a Japón. Gracias a eso se salvó y se recuperó.
© 2022 Alberto Matsumoto