Cuando era niño, solía pensar que mi nombre era demasiado largo. Así que, lo acorté escribiéndolo “Henrique J. Minatogawa”.
Incluso ahora guardo esa costumbre. Mis amigos frecuentemente me preguntan: ¿qué significa la “J”? Me hace recordar ese episodio de Los Simpsons en el que Homero trata de descubrir su segundo nombre.
Cuando les respondo que es “José”, algunos no me creen. Debo enseñarles mi identificación para probarles que es cierto. “Pensé que era Jun”, la mayoría de ellos responde.
No tengo un nombre en japonés o segundo nombre. Entre mis amigos de ascendencia japonesa, todos ellos tienen nombres occidentales; la mayoría tiene segundos nombres en japonés como Yukio, Tsuyoshi, Hiro, Takeshi, Hideki, Masao, Eiji…
Cuando era niño, les pregunté a mis padres cuál era la razón. Mi padre me explicó que en su familia (de la prefectura de Okinawa), había una tradición en la que los nombres de hombre siempre solían empezar con “Mo”. Por ello, mis tíos se llaman Moei, Mojo, Moukin, Mohan, Moichi, etcétera.
Otra costumbre de familia es no repetir los nombres entre parientes. Por ello, escoger un nombre “Mo” singular probablemente resultaría en algo que sonaría raro en el Brasil de los ochenta, época en la que yo nací. En ese entonces, la cultura japonesa estaba muchos menos difundida de lo que está ahora.
Para que me ahorrara algunas molestias, mis padres decidieron que no llevaría un nombre en japonés. De hecho, en el colegio cuando los profesores se topaban con un nombre distinto, ellos a menudo lo decían erróneamente.
Aún hoy en día, cuando doy mi nombre completo en las recepciones de las tiendas, en los bancos, en los colegios, etc., frecuentemente debo repetirlo, deletrearlo o incluso escribirlo yo mismo. Por lo tanto, creo que mis padres tuvieron sentido común cuando escogieron mi nombre.
Mis padres, ellos mismos, no tienen nombres en japonés registrados oficialmente, tal como otros descendientes de segunda generación que nacieron justo después del final del la Segunda Guerra. Mis abuelos optaron por suavizar la integración de sus hijos a la sociedad brasileña.
Irónicamente, mi nombre occidental provocó curiosidad cuando viví en Japón. Al principio, mis amigos no sabían que la “h” era silenciosa. Otra dificultad fue la “qu”, que muchos no sabían cómo pronunciar.
De origen alemán y derivados del portugués, francés e inglés, el nombre no es muy común para los nikkei del Brasil. Solo conozco otros dos “Henriques”.
En el trabajo solo uso “Henrique Minatogawa”, tan solo para ser práctico. “José”, mi segundo nombre, es el nombre de mi padre. Estoy contento de que esté presente en mi nombre.
En el futuro, si tengo hijos, quiero escoger para ellos un nombre occidental además de un nombre japonés. De hecho, éstos ya los he decidido, pero son un secreto.
Sin embargo, no creo que todos los descendientes de japoneses deban tener un nombre en japonés, además de sus apellidos por supuesto.
Es muy interesante que las personas puedan tener nombres de otros orígenes, de otras culturas. Al final, creo que todo se vuelve tan natural que las personas incluso dicen “pareces un Henrique”.
© 2014 Henrique Minatogawa
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