Después de comenzar a cocinar de manera un poco más consciente (al vivir con Bia, mi novia, naturalmente dejé atrás la época de universitario en la que pensaba que agregar ajo a la salsa de tomate Fugini era una gran hazaña culinaria), empecé a frecuentar la feria en la calle de abajo todas las semanas, pensando un poco en la salud física y mucho en la salud financiera.
Nacido y criado en una familia típica nipo-brasileña en el interior de San Pablo, mi repertorio culinario estuvo compuesto durante mucho tiempo por recetas japonesas que convivían en perfecta armonía con platos genuinamente brasileños, tales como el feijão y la mandioca frita (arroz japonés con frijoles, acompañado por misoshiru, nunca lo encontré extraño). Y por lo tanto mi vocabulario culinario también estaba formado por una mezcla de palabras y conceptos en japonés y en portugués (mandioca frita era tenpura de mandioca, por ejemplo).
En esas idas a la feria redescubrí muchas de las hortalizas que formaron parte de las comidas en la casa de mi madre o de mis tías, que rara vez se encuentran en supermercados o en verdulerías de esta ciudad. A menudo compro chingensai (acelga china) y karashina (hojas de mostaza), y al comprar nabos o rábanos, siempre pido que no tiren las hojas para hacer tsukemono (conserva).
Sucede que, hasta irme de la casa de mi madre, nunca había pensado que un día iría a la feria a comprar nabos, y mucho menos pedirle al señor del puesto, "por favor, deje las hojas porque voy a aprovecharlas para hacer tsukemono". Aprender a hacer tsukemono definitivamente no era de mi interés en la adolescencia. Así que para aprender a preparar estos platos ahora, nada más obvio que conversar con la persona que me enseñó a comer esos platos. Después de crear la rutina de ir a la feria, la frecuencia de llamadas a mi madre a la hora de la cena aumentó considerablemente.
Pero para llamar a mi madre es necesario reservar cierto tiempo para ello (un amigo la definió como "una mamma japonesa"). Media hora, por lo menos. Y media hora (o más) antes de empezar a preparar la cena durante la semana es un tiempo considerable, teniendo en cuenta que no llegamos tan temprano a casa. Entonces muchas veces recurro a google.jp para buscar el método de preparación de esas recetas.
En esas búsquedas, me debatí con una cuestión lingüística que tuve en mis épocas de la infancia/ adolescencia. En el vocabulario culinario japonés-portugués, me enseñaron que daikon = nabo largo, kabu = nabo redondo, akadaikon (literalmente, daikon rojo) = rábano y akakabu (literalmente, kabu rojo) = remolacha. Siempre pensé que esos nombres eran incoherentes, después de todo, el akadaikon era visualmente muy diferente del daikon y mucho más cercano al kabu. El rábano merecía mucho más el título de akakabu que la remolacha, el elemento discordante de ese grupo.
Esta semana, en una de esas búsquedas de recetas en google.jp, me puse a ver qué hacer con las hojas de la remolacha. Y busqué por hojas de akakabu. Y me llegó una secuencia de imágenes de rábanos. Fui más a fondo en la investigación y descubrí que, en el Japón, a la remolacha se la conoce por su nombre en inglés, beet (o bítsu, según la pronunciación local).
Ese hecho me hizo pensar si la designación de remolacha como akakabu fue una de las muchas adaptaciones que hicieron los inmigrantes japoneses al intentar afirmar su cultura en estas tierras tan distintas. Siempre me despertó interés la historia del hanaume, que a falta de ume (ciruela japonesa) en el Brasil, los sépalos del hibisco (o vinagrera, o quimbombó púrpura...) se convirtieron en un sustituto de la conserva tradicional de la cocina japonesa. Me pregunté si el caso de la remolacha/ akakabu no habría pasado por circunstancias similares, un imprevisto de hace casi un siglo que pasó a formar parte de la lengua de la comunidad japonesa en el Brasil. Imagínese la situación (en japonés): "Fulano-san, ¿usted también plantó aquella verdura redonda... que parece kabu pero es toda roja?"
O fue simplemente una improvisación lingüística de la familia Suenaga.
Vaya uno a saber.
© 2016 Nilton Suenaga
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