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“Carlos Chiyoteru Hiraoka”: un museo para compartir

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Museo de la Inmigración Japonesa al Perú “Carlos Chiyoteru Hiraoka” (Foto: Museo de la Inmigración Japonesa al Perú)  

El Museo de la Inmigración Japonesa al Perú “Carlos Chiyoteru Hiraoka” se está modernizando.

Con la tecnología como su principal aliada, este recinto —que exhibe objetos y documentos alusivos a la comunidad nikkei y narra su historia a través de paneles— persigue tres grandes objetivos.

Uno de ellos, digitalizar la historia de la inmigración japonesa al Perú, tarea mastodóntica y de largo aliento que implica, sobre todo, trasladar al formato virtual decenas de miles de fotografías.

Otro: la reorganización y clasificación de las piezas que alberga. Antes, reposaban en un almacén a la buena de Dios. Ahora, están divididas en dos espacios, cada uno acondicionado de acuerdo con las características del patrimonio guardado. Los objetos, según su naturaleza, requieren distintas temperaturas o contextos para su sana preservación.

El tercero: acercarse más al público facilitando su inmersión en el museo mediante herramientas tecnológicas como los códigos QR o los audioguías; así también, ofreciendo recorridos que se ajustan al perfil de los visitantes grupales, pues no es lo mismo guiar a niños de 3 o 4 años de un nido que a jóvenes estudiantes de Historia.

La historia de la comunidad nikkei en Perú, narrada en paneles (Foto: Museo de la Inmigración Japonesa al Perú)

La directora Hiromi Maegushiku apuesta por amoldar los recorridos por el museo a los gustos o aficiones del colectivo que lo visita para hacerlo más atractivo.

Por ejemplo, hace poco un grupo de estudiantes universitarios de diseño de modas visitó el museo y su interés se centró en los uchikake. Quizá la historia de la inmigración despertó escasa atención en ellos, pero sus ojos se fueron tras los quimonos.

Si un grupo de niños de un kínder acude al museo, ¿qué ofrecerles para que no se aburran? Construir barcos de origami para enseñarles que los inmigrantes al Perú llegaron por mar es una manera lúdica de acercarlos a la historia.
 

TESOROS POR DIGITALIZAR

Gran parte de las imágenes que el museo está digitalizando proviene del archivo del fotógrafo japonés Kiyoshi Sato, un prominente documentalista de la comunidad gracias a las fotos que durante más de seis décadas tomó en matrimonios, aniversarios de instituciones, reuniones de año nuevo, inauguración de locales; en suma, en cuanto evento social o familiar organizaran los japoneses y sus descendientes.

La coordinadora Jessica Moromisato explica que con su digitalización se apunta a compartirlas con el público sin que este manipule los originales para evitar su deterioro o maltrato.

Queda mucho trabajo por delante. Se estima que solo el archivo de Kiyoshi Sato asciende a unos 40.000 negativos.

El trabajo no se limita a la digitalización de las imágenes. El equipo del museo también tiene que rastrear sus orígenes, datarlas y clasificarlas.

Otra labor de primera línea es mudar a formato virtual los medios impresos que la comunidad ha publicado a lo largo de su historia. En este punto ya hay sustanciosos avances: gracias a un convenio entre el museo y el Instituto Hoover, de la Universidad de Stanford, se han digitalizado más de 1.500 páginas de diarios japoneses que circularon entre 1912 y 1941.

DEJANDO ATRÁS LA EDAD DE PIEDRA

2024 fue un año especial para la comunidad nikkei peruana, pues celebró el 125 aniversario del arribo de los primeros issei al Perú.

En esta coyuntura, creció la importancia del museo como depositario y transmisor de la historia de los japoneses y sus descendientes.

Consciente del desafío que ello supone, Hiromi Maegushiku asumió la dirección del museo en octubre pasado. La avala su experiencia como coordinadora de “Carlos Chiyoteru Hiraoka” durante aproximadamente seis años.

La nisei de padres okinawenses recuerda que en su anterior etapa trabajaba sola; ella tenía que hacer todo (quehaceres administrativos, ordenar objetos y documentos, atender a los visitantes, realizar guiados, etc.).

Hiromi, por ejemplo, reunía foto por foto y las clasificaba por categorías como “colegios” o “deportes”. Con sus manos y a golpe de vista.

Eso quedó en el pasado. El trabajo en el museo se ha profesionalizado y hoy seis personas laboran en él con el auxilio de la tecnología.

La directora subraya el contraste entre el pasado y el presente. “Prácticamente era como estar en la Edad de Piedra”, comenta en alusión a sus años de recolectora manual. Ahora, en cambio, “se ha dado un gigantesco paso para el buen funcionamiento del museo”.

“Llegamos a los 125 años de la inmigración mejor en cuanto a conservación y preservación”, afirma. 

EL KOTO DE LAS PESADILLAS

Hiromi Maegushiku se alejó temporalmente del museo en 2022. Sin embargo, se mantuvo ligada a la institución de manera oficiosa, tendiendo una mano cuando se lo solicitaban, hasta que formalmente volvió para ejercer la dirección.

“Acepté porque uno le toma mucho cariño al museo, no lo puedes dejar así al aire”, dice. 

Su amplia experiencia como coordinadora le permitió conocer al dedillo todas las piezas que aloja el recinto, “un material tan rico” que le daba pena que se mantuviera apartado del ojo público.

“Yo soy enemiga de tener guardadas las cosas”, enfatiza. Hay que tomar precauciones para mantener su integridad, naturalmente, pero se trata de mostrarlas, no de ocultarlas. “No hay que guardar las cosas, hay que compartirlas”, insiste. 

A fin de cuentas, las piezas bajo custodia de “Carlos Chiyoteru Hiraoka”, donadas por familias nikkei, son patrimonio común. “Aquí están bien tratadas y la gente viene a mirarlas con cariño”, dice la directora.

Habla de cariño porque muchos descendientes de japoneses que visitan el museo y observan el arado, la maleta, el baúl, el koto, los guantes de béisbol o los pasaportes en exhibición, objetos que alguna vez usaron o pertenecieron a inmigrantes, recuerdan a través de ellos a sus propios antepasados.

Un arado, un baúl y diversos instrumentos agrícolas que utilizaron los inmigrantes japoneses (Foto: Museo de la Inmigración Japonesa al Perú)

Dicho sea de paso, entre las cosas regaladas por los nikkei, algunas llaman la atención por su singularidad. La coordinadora Jessica Moromisato recuerda que una vez hallaron en un butsudan cabello y tierra envueltos en sendos papeles; coligen que el primero pertenecía al difunto, y que la segunda había sido extraída de su lugar de entierro.

No siempre el deseo de compartir o un acto de generoso desprendimiento están detrás de la donación de objetos. El miedo a lo ultraterreno también puede ser un factor. La directora recuerda a una familia nikkei que tenía una empleada que sufría frecuentes pesadillas en la habitación que le había asignado.

Sin hallar explicación plausible al fenómeno, la familia concluyó que el koto guardado debajo de la cama era la fuente de sus trastornos oníricos y decidió deshacerse del instrumento entregándolo al museo.

ZAMBULLÉNDOSE EN LA HISTORIA

El museo es un espacio invaluable para que los jóvenes (y no tan jóvenes) nikkei conozcan la historia de su comunidad. Muchos dan por sentada toda la infraestrctura que existe. Por ejemplo, la Asociación Estadio La Unión (AELU).

La directora recuerda que una vez comprado el terreno en el que se erigiría el club, una gran cantidad de issei y sus hijos colaboraron en su limpieza y nivelación, entre ellos su familia.

Ella cita el caso de la AELU para exponer cuánto costó levantarlo y que las nuevas generaciones, que ya la conocieron hecha, sepan que no fue nada fácil, que hubo una descomunal conjunción de esfuerzos detrás.

Visitar el museo los ilustra sobre cómo se construyó el club, así como otras grandes obras (el Centro Cultural Peruano Japonés, los colegios, etc.).

Asimismo, sirve para reconectar a muchos descendientes de japoneses con sus ancestros, de los que han perdido toda referencia (incluso el apellido). Con la esperanza de conocer a su antepasado inmigrante, sin ninguna otra fuente a la que consultar, acuden al museo en busca de información sobre su misterioso pariente.

La directora recuerda a una familia que los visitó porque su hija pequeña había soñado que sus abuelos japoneses, ya extintos, la llamaban y querían conocer a esos ancestros ignotos.

Jessica Moromisato saca a la luz el caso de una mujer de tercera generación a quien su padre, antes de morir e internado en un hospital, le encargó averiguar la historia del abuelo issei y buscar su koseki. La mujer fue al museo como parte de sus pesquisas e incluso viajó a Okinawa para cumplir su misión.

Hasta los nikkei conectados con la comunidad pueden ahondar en su historia familiar a través de la base de datos digital Pioneros, que almacena los nombres de los inmigrantes japoneses, su fecha de arribo y su prefectura de origen.

Visitar el museo también ha supuesto para varios miembros de la comunidad hallarse a mí mismos en las fotos en exhibición, una sorpresa que encierra alegría y emoción. “¡Ese soy yo!”, dicen.

Una obaachan, por ejemplo, encontró una imagen de ella, junto a su suegro, vestida como novia cuando se casó por poder en Japón, antes de migrar a Perú.

La felicidad también proviene de descubrir a un pariente, como le ocurrió a un niño del colegio La Unión cuando halló entre las fotografías de una exposición de deportistas nikkei sobresalientes a su padre. “‘Mi papá’, dijo, y casi llora”, recuerda la directora.

EL ISSEI ROMÁNTICO

En el ámbito personal, trabajar en el museo tiene para su directora una potente carga sentimental. La historia que contiene y difunde es la historia de sus padres y tíos inmigrantes. Incluso en el archivo de Sato halló por azar fotos de su familia.

Hiromi, la menor de sus hermanos, era la receptora de los relatos que le transmitía su madre japonesa acerca de su arribo a Perú, sus primeras impresiones del país, su aclimatación gradual a él.

Esas historias que escuchó desde pequeña encontraron prolongación y reflejo en aquellas que descubrió en el museo.

Aquí se permite narrar el origen de la relación de sus padres:

 “Mi mamá me contó que su papá vino al Perú y parece que ya conocía a mi papá, porque eran de la misma aldea. Mi abuelo quería que sus hijas vinieran acá a casarse con dos señores. Mi mamá vino toda ilusionada por acompañar a su papá y después se dio cuenta de que era para que se case. Entonces mi mamá se molestó. Dice que le dijo a su papá: ‘¿Por qué me traes?’. Se indignó. Mi abuelo le dijo:‘Yo ya di mi palabra, me vas a hacer quedar mal’. Se molestó con mi mamá, entonces como ella lo quería mucho dijo:‘Ya, voy a considerarlo’”.

La historia, por suerte, tuvo un final feliz.

“A Dios gracias, mi papá era un romántico. Para ser issei era raro, pero mi papá era de llevar florcitas, una rosita, un caramelito. Parece que eso llegó a enamorar a mi mamá y se casaron”. 

LO QUE SE VIENE

En enero de 2025, Lima fue sede de un simposio internacional de museos nikkei de diversos países, entre ellos Canadá, México, Brasil, Bolivia y Paraguay. 

Durante el evento, los representantes de los museos intercambiaron experiencias y conocimientos, y a partir de esa interacción esperan aprender o emular cosas de sus pares para mejorar.

La directora del museo (la quinta desde la izquierda), con visitantes (Foto: Museo de la Inmigración Japonesa al Perú)  

Hablando de progreso, en “Carlos Chiyoteru Hiraoka” apuntan a elaborar audioguías en español, inglés y japonés, y extender el uso de los códigos QR, que ahora están disponibles al lado de las piezas en exhibición y que conducen a testimonios en video de nikkei que relatan su predilección por ellas.

Uno de los objetos favoritos de los visitantes es una cámara de fuelle que empleó Kiyoshi Sato para legar a la posteridad un océano de imágenes que retratan a una comunidad que valora su historia.

 

© 2025 Enrique Higa Sakuda

Carlos Chiyoteru Hiraoka historia de la comunidad historia Lima migración museos Perú
Acerca del Autor

Enrique Higa es peruano sansei (tercera generación o nieto de japoneses), periodista y corresponsal en Lima de International Press, semanario que se publica en Japón en idioma español. Es coeditor y redactor de la revista Kaikan de la Asociación Peruano Japonesa.

Última actualización en julio de 2024

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