Mi trabajo en la empresa comercial: Resolviendo problemas en la República Dominicana
Yo he nacido en el año 13 de la era Showa o sea en el año 1938 de la era cristiana en la Prefectura de Kochi. Al otro lado de la colina está la tumba del famoso y legendario héroe del final de la era de los Tokugawa y promotor de la Restauración Meiji, SAKAMOTO Ryoma. Desde chico he escuchado muchas historias de Ryoma. Mis raíces vienen del un samurai llamado OZAKI que era uno de los súbditos de un noble de la Corte Imperial llamado ICHIJO Kaneyoshi que fue desterrado a la isla de Shikoku, al sudoeste de Japón.
Desde los 3 años de edad por el trabajo de mi padre viví en la península coreana durane dos años y por eso también pude conocer dos ciudades pujantes de China, Dairen (Dalian) y Harbin. Recuerdo que tenemos muchas fotos de esos viajes.
Y el por qué de mi presencia en Centroamérica, la principal razón, es por el trabajo que realizaba en Japón. Finalizado mis estudios de idioma español en la Universidad de Lenguas Extranjeras de Osaka (actualmente es parte de la Universidad Nacional de Osaka), entré a trabajar en una firma comercial llamada TOTSU (Tokyo Tsusho). En ese gremio era la décima empresa en importancia, con un plantel aproximado de 1.000 empleados. En 1961 ingrese a dicha empresa. Pero, Japón todavía no se había recuperado totalmente de la guerra y no tenía suficiente divisas, por lo que el principal producto de exportación eran los textiles. Sin embargo, dado que había muchas quejas porque las telas eran demasiada delgadas muy pronto el acero ocupó ese lugar. Yo, justamente, estaba en el Dpto. de exportación de acero.
Me dieron la misión de conquistar el mercado latinoamericano (Centro y Sudamérica). Exportamos planchas de zinc para los techos. Por la diferencia de horario tenía que trabajar hasta horas muy tarde e incluso las comunicaciones por telex no eran muy buenas que digamos.
Y en 1964, el año en que se realizó las Olimpíadas de Tokio, cuando estábamos exportando 500 toneladas de planchas de zinc a la República Dominicana, hubo una observación de las autoridades locales por la mala calidad del producto. Hasta ese entonces se vendían muy bien pero por esta queja nos comunicaron que ya no iban a importar nuestro producto. En realidad, la observación no era por el producto de nuestra firma sino de otra empresa, pero esa comunicación fue remitida por el Ministerio de Obras Públicas de dicho país a la Embajada de Japón y de allí al Ministerio de Industria y Comercio. Por ende, fui citado por este Ministerio y recibí una reprimenda muy fuerte porque el negocio para el Japón era muy importante. El funcionario me dijo que hasta que no logre resolver el problema no podía regresar a Japón. A pesar de que yo tenía apenas 3 años de antiguedad en la compañía, por ser una exigencia del Ministerio competente mi empresa no dudó ni un minuto en enviarme a la República Dominicana.
Llegué primero a Los Angeles donde me alojé en el Hotel Biltmore, que está en la zona comercial de esta ciudad. Era tal la contaminación ambiental del smog fotoquímico que no se podía siquiera mantener los ojos abiertos. Luego, llegué a Honduras vía Miami, para seguir el trayecto por Costa Rica y Panamá y así pude llegar a la Rpca. Dominicana.
Al Ministerio de Obras Públicas fui a las 7 de la mañana para solicitar que nos permitiera retomar las exportaciones de las plancahs de zinc. Durante 3 meses fui todos los días para pedir lo mismo, hasta que cerca de la Navidad cuando el Embajador habló con el Ministro de Relaciones Exteriores, nos autorizaron nuevamente exportar dicho producto. Mi misión había terminado exitosamente.
Al regresar a Japón me aboqué a tramitar el seguro para indeminzar las pérdidas que sufrimos por el tiempo en que quedó suspendido las importaciones, cuyo valor oscilaba los 30 millones de yenes de ese entonces. El seguro cubrió el 95% y el restante 5% lo asumió el fabricante.
Renuncia a la empresa y desafíos en Panamá
Hacia 1965 la situación económica de Japón empieza a empeorar y la empresa Sanyo Tokushu Seiko quiebra. Mi empresa le había prestado 2 mil millones de yenes y como acreedor quedó muy expuesto afectando seriamente la gestión empresarial. Por lo tanto nuestra firma TOTSU fue absorvido por la empressa líder MARUBENI. Nos indicaron que el puesto de trabajo se mantenía y que podríamos cobrar el pago por retiro el día de mañana, pero yo personalmente ya no sentía tanta atracción por el trabajo. En mis tres años de antiguedad había logrado resolver el problema de las planchas de zinc y me encontraba bastante satisfecho con lo que había hecho. Decidí dejar el trabajo que me ofrecía estabilidad y buscar nuevos horizontes en Centroamérica.
No soy de dudar mucho asi que consideré que si apostaba por el extranjero, algo podía hacer. Es así que presenté mi renuncia para dirigirme a Panamá. En ese entonces había restricciones en la salida de divisas y el monto máximo era de 500 dólares. Sobre ese valor no se podía siquiera recibir remesa alguna después desde Japón, asi que tomé esos 500 dólares y partí hacia afuera.
Llegué a Panamá pero el tema era qué vender. Allí pensé en las radios transitoras porque en Brasil era una moda y se vendía muy bien. Arreglé con un comerciante indú para venderle 500.000 unidades. Los productos llegarían a la zona franca de Colón, en Panamá. Al mes de llegar logré este contrato asi que explotaba de alegría. Sin embargo, pasaron 3 meses, 4 meses y el pedido que habia hecho a Japón no llegaba. No lograba comunicarme por teléfono y un amigo que había estado en Nueva York luego me comunica que esa empresa había quebrado. Mis ilusiones se desplomaron.
La empresa con que había contratado había quedado también comprometido con otras firmas pero ante esta situación no tenía más que pedir disculpas. Ellos estaban, por obvias razones, muy enojados. A pesar de ese enojo, ante mis disculpas pudimos seguir nuestra relación comercial.
Viendo que ya Japón estaba exportando automóviles pensé en venderle el modelo 360 de la marca SUBARU. Era un auto chico de 360 cc. Si pensamos que un coche ahora tiene 1500 cc, la verdad era bien chico. A modo de muestra, le vendí 10 coches a este empresario indú. Cuando llegaron las unidades él se quedó muy asombrado por el tamaño y por los ruidos que hacía cuando arrancaba y marchaba. Eran tiempos en que los automóviles fabricados en Japón eran de esa calidad.
Ante tantas decepciones, encima una tras otra, bajé de peso de 70 a 50 kilos. Las cosas no habían salido bien y no sabía qué hacer hasta que pensé en vender nuevamente productos de acero porque tenía experiencia por mi anterior trabajo. Constituí una firma para importar acero desde Centroamérica.
En Japón habia sido un asalariado afortunado y no sabía lo que era ganarse el pan del día. Por eso, en Panamá aprendí cuán difícil es hacer negocio y ganar dinero. A pesar de las duras penurias en ningún momento me deprimí, pues había salido de Japón para buscar nuevas aventuras y posibilidades en el exterior. Además, ya no podía regresar a Japón tan fácilmente.
Aprendí también que un fracaso puede ser superado con disculpas y que siempre hay una nueva oportunidad, esa fue la lección con las radios transitoras.
© 2015 Keiko Fukuda