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Las Páginas Sueltas volaron, volaron… al cielo

De izquierda: Carlos Saito, don Paquito Miyadi QEPD y Luis Iguchi compartiendo amenamente con un vinito en el tenis AELU, su segunda casa.

Con gran pena tengo que decir que mi querido amigo Lucho Iguchi, que escribía artículos con el título de “Páginas Sueltas,” se ha ido de nosotros. Lucho se definía así mismo como mataperro, amiguero, viajero soñador, pescador, tenista y amantes de las canciones, además de todo eso puedo asegurar que fue un nikkei de corazón y por sobre todas las cosas un excelente y ameno escritor.

En cuanto a su autodefinición de “mataperro”, recuerdo que siempre contaba que vivió hasta los 8 años con la familia Hirano, en los Barrios Altos, en el distrito de Lima, y que decidieron enviarlo a la provincia de Jauja, en la sierra del Perú, porque, según decía, era tan “mataperro” que ya no lo podían soportar más. En Jauja vivió hasta los 20 años para, después, retornar a la capital.

Con relación a su sentimiento amiguero, en sus “Páginas Sueltas” transmitía sin reservas los acontecimientos de su vida y apreciaba sentir el cariño de sus amigos, a quienes siempre mencionaba en los artículos que escribía y decía: “ser amiguero pienso que fue lo mejor que hice en mi vida”. También decía que “lo sentía como la familia, tenían todo ese amor que me dieron con su amistad” y añadía que “la vida no es otra cosa que el volver a encontrarnos y sentir que los años siempre serán un peldaño más en el recuerdo de mis viejas amistades”.

Como viajero soñador, Lucho decía: “cada pueblo me iba digitando la vida y señalándome que después del recodo, otro límite se extendía en base a mi visión, a lo que yo quisiera ver, escuchar o simplemente traer a colación los términos de un viaje maravilloso”. Contaba entusiasmado su viaje que había hecho hace más de 35 años, mencionando sus nostálgicos recuerdos de su viaje nada menos que al Japón, habiendo recibido un obsequio que Matsushita Electric del Perú otorgaba a sus mejores distribuidores. Aprovechó ese viaje para visitar Hong Kong, Macao y Shuhai en China, que fueron parte de sus sueños recurrentes.

Una de las cosas que lo apasionaba era la pesca deportiva, al que se refería como “el remedio más eficaz para aliviar el estrés de los días de trabajo”. Lucho contaba que tuvo como refugio una cueva ubicada en el Club La Esmeralda del balneario de Santa María, donde había acudido con sus amigos durante quince años por las mañanas, tardes y a veces de madrugada, llevando primus, ollas, platos.

Preparaban un exquisito sudado con lo que habían pescado, acompañado de su trago corto, panes, jamón, queso y una lámpara para iluminar el lugar. Siempre mencionaba a sus amigos de pesca, muchos de los cuales ya habían fallecido, y decía con añoranza y tristeza “sus nombres son un refugio de tantos recuerdos y momentos de risas y alegrías que aún viven en mi memoria”. También relataba sus domingos playeros y pesqueros en Pucusana, en compañía de sus hijos y sobrinos.

Lucho era un amante del tenis, deporte al que se sintió atraído en su edad madura. Al parecer fue tal vez un pretexto para estar con amigos que alimentaron su espíritu amiguero, a quienes siempre mencionaba en sus “Páginas Sueltas”. El tenis lo combinaba con su afición a la música y el canto. Decía que valses, boleros, tangos y huaynos se combinaban una tarde con un partido de singles y dobles, cuyos recuerdos viven palpitando en el “tie break” de la vida.

Mencionaba que “acompañar el deporte con el arte de cantar, es un lindo mensaje a las nuevas generaciones. El tenis alimenta el estado físico de la persona y el canto hace que la nube de la tranquilidad nos restaure para otro día de trabajo”.

Estoy seguro de que las múltiples facetas transitadas por Lucho las hizo llevando en su corazón ese sentimiento nikkei que permanentemente estaba con él. Recordaba que su padre había nacido en Amakusa, una isla cercana a Kumamoto. Al conocer, en 1986, la casa donde había vivido su padre encontró que su familia aún la conservaba intacta. Al respecto, mencionaba: “sentí que el aire tímido del mar jugaba en mis recuerdos y sentimientos. Todo un mundo de belleza ante el inmenso Océano Pacífico, donde el Perú y Japón son bañados por sus mismas aguas”.

Contaba con nostalgia que los japoneses llegaron a Jauja en el año 1915 y que su número aumentó paulatinamente a 300 miembros de la colectividad entre japoneses y niseis, quienes lograron cimentar una sólida situación económica. Lucho se lamentaba diciendo que hoy en la ciudad de Jauja prácticamente no habita ningún descendiente de aquellos inmigrantes que llegaron al lugar.

Su espíritu nikkei hizo que se preocupara por aquellos japoneses y sus descendientes, que fueron enterrados en el cementerio de esa ciudad. Se abocó, en coordinación con miembros de la Asociación Peruano Japonesa de Huancayo, a la búsqueda y registro de los nichos donde ellos yacían. Lucho sentía que, siendo descendiente de uno de los inmigrantes que habían llegado desde el lejano Japón, no podía ignorar el enorme esfuerzo que hicieron para darnos la tranquilidad de la que hoy gozamos y con toda razón decía que “ellos que solo tuvieron el trabajo diario en sus tiendas y sus oficios, nos recuerdan que la solidaridad, la honradez, el trabajo y el respeto es, en el fondo de la vida, aquel cielo azul que siempre estará pendiente de nuestros sueños”.

Sobre aquello que escribía, no hay duda de que Lucho tenía y sentía aquella necesidad de escribir desde muy temprana edad. Confesaba que a los 72 años sus hijos lo animaron a jubilarse y disfrutaba de su tiempo con lo que más le había gustado hacer desde los 16 años, que era escribir. Sus artículos con el título de “Cerca del Corazón”, así como su columna exclusiva sobre el tenis AELU con el título de “Set Point Aelucorp”, que fueron publicados en Perú Shimpo, han quedado como testimonios de dichas tareas.

Querido Lucho, hoy te escribo en medio de tu ausencia, con la certeza de que fuiste al encuentro de aquellos amigos, quienes también habían partido al más allá. Con ellos seguirás eternamente recordando tus épocas de “mataperro” y seguirás siendo tan amiguero como siempre. Evocarás tus épocas de viajero y soñador estando por encima de los límites de los viajes que siempre quisiste hacer.

Seguirás recordando los momentos placenteros de la pesca, como cuando esperabas pacientemente ese jalón sorpresivo del pez. Tu afición por el tenis, combinada con las músicas y canciones, continuarán estando presentes en los sueños de tu eterno descanso. Tu espíritu nikkei seguirá ligado a las almas de tus ancestros que, al igual que tú, se han convertido en “kami” (Dios), según la religión sintoísta, y las “páginas sueltas” han volado y volado… y se han ido contigo al cielo. Amigo mío, descansa en paz.

 

© 2023 Carlos Saito Saito

Perú
Acerca del Autor

Carlos Saito Saito nació en Lima, Perú, es economista, se graduó en Economía, en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, y estudió becado en la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales en la Universidad de Osaka City. Ha trabajado en el Banco Central de Reserva del Perú, ha sido presidente del Directorio del Banco de la Nación y del Banco Popular de Bolivia. Ha sido director ejecutivo del Fondo Monetario Internacional y Delegado Oficial de la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial, además de Secretario Ejecutivo del Fondo Contravalor Perú Japón. Ha sido presidente de Perú Wakayama Kenjinkai y de la Asociación Peruano Japonesa.

Última actualización en diciembre de 2023

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