Todos nos preguntamos por nuestra identidad. Las cuestiones de identidad suelen estar entrelazadas con nuestra cultura, idioma y carrera profesional. A través de las decisiones que tomamos, cada uno de nosotros va moldeando su personalidad. Las influencias externas se pueden moderar si mantenemos la autenticidad y aceptamos lo que realmente resuena con nuestro yo más íntimo.
Esto es especialmente cierto para los individuos nikkei (personas de ascendencia japonesa que viven en el extranjero) que combinan su herencia cultural con experiencias personales para formar sus propias identidades únicas.
Para Antonio Kotaro Hayata, abogado, traductor legal e intérprete japonés-brasileño, además de especialista en el mercado nikkei, el camino de explorar las opciones culturales, profesionales e idiomáticas no ha sido nada fácil. Al haber crecido en Brasil, mantuvo un vínculo inquebrantable con sus raíces japonesas, como incluso su nombre sugiere. Ahora reside en Japón, donde sigue en contacto con su herencia brasileña. Ha explorado y experimentado las complejidades de la identidad dual de una manera que es a la vez cercana e inspiradora.
Una fundación cultural
Hayata nació en São Paulo, aunque el japonés siguió siendo el idioma de su infancia. Su madre trabajó duro para inculcarle a él y a sus hermanos el idioma, la cultura gastronómica y los festivales japoneses, asegurándose de que no se sintieran ajenos a su herencia. Sin embargo, todo cambió cuando Kotaro empezó la escuela primaria. En la escuela, su conexión con el idioma japonés se hizo más tenue y el contacto con el portugués aumentó significativamente. De repente, se vio rodeado por el mundo del portugués, un idioma que le resultaba completamente ajeno, a pesar de vivir en Brasil.
La transición fue difícil por muchas razones. Por ejemplo, durante el pase de lista, a Kotaro le costaba mucho pronunciar su nombre en portugués. Esta experiencia le hizo tomar conciencia de sus limitaciones lingüísticas y de su identidad japonesa. Por difícil que fuera, encontró consuelo en amigos que compartían las mismas identidades complejas que él. Sin embargo, muchos de ellos acabaron regresando a Japón, que consideraban su “verdadero hogar”, lo que dejó a Kotaro con una sensación de ambivalencia y confusión sobre su sentido de pertenencia.
Un día, Kotaro le dijo a su madre: “Vamos a casa, mamá”. La brusquedad de su pedido la desconcertó y la dejó momentáneamente sin palabras. Después de una breve pausa, respondió con dulzura: “Esta es tu casa”, tratando de tranquilizarlo y reforzar su vida en Brasil.
Abrazando su herencia
A pesar de los obstáculos que supuso aprender japonés y portugués, Hayata tenía un profundo amor tanto por Japón como por Brasil.
Decidió estudiar derecho en la universidad para apoyar a la comunidad japonesa en Brasil, donde operan muchas empresas japonesas. Quería trabajar para estas empresas, por lo que se preparó para el examen de dominio del idioma japonés (JLPT). Después de alcanzar un nivel intermedio de competencia, su padre lo animó a estudiar en el extranjero, en Japón. Con su padre alentándolo, Kotaro dio un salto de fe y estudió en el extranjero en Japón durante dos años.
Estudiar japonés en Japón resultó ser más complicado que estudiarlo en Brasil. Los kanji y el vocabulario planteaban dificultades significativas. Sin embargo, como asistía a una escuela de idiomas, conoció a otros estudiantes que enfrentaban desafíos similares. Estudiar juntos resultó beneficioso, ya que les brindó la tranquilidad de saber que no estaban solos en sus luchas.
Al principio vivió con su abuela durante un breve tiempo, pero pronto disfrutó de la independencia que le brinda vivir solo. Incluso pospuso la realización del examen JLPT N1 porque aprobarlo significaría regresar a Brasil, una decisión para la que no estaba del todo preparado. Después de absorber todo lo que Japón tenía para ofrecer, Kotaro regresó a Brasil para terminar su carrera y ganó experiencia trabajando en varios bufetes de abogados y bancos.
Encontrar su camino y construir puentes
A lo largo de los años, Hayata ha desempeñado diversos roles (empleado bancario, abogado, intérprete), cada uno de los cuales ha moldeado su comprensión del mundo y de la interacción humana. Después de completar sus estudios en Japón, observó diferencias significativas en la cultura laboral entre Japón y Brasil. Cuando comenzó su carrera en el banco, notó un mayor énfasis en la competencia y un fuerte impulso por la innovación. Esta conciencia lo impulsó a reevaluar su trayectoria profesional y a buscar nuevas oportunidades que le permitieran aprovechar al máximo sus habilidades bilingües.
Después de dejar la carrera en el banco en Japón, su práctica en el campo legal en Brasil lo ayudó a darse cuenta de cómo su educación bilingüe podía aprovecharse en el lugar de trabajo. La combinación de portugués, japonés e inglés le presentó muchas oportunidades que le permitieron mantenerse conectado con sus objetivos iniciales de acercar las comunidades japonesa y brasileña.
Lo que impulsa a Hayata es su pasión por conectar comunidades. Su compromiso va más allá del trabajo: organiza activamente eventos comunitarios, ya sean deportivos o de voluntariado, que promueven el intercambio cultural y celebran la esencia de ambas culturas de manera eficaz. Su doble identidad ha moldeado significativamente sus experiencias, que a su vez son fundamentales en las iniciativas que lleva a cabo para fomentar un mayor equilibrio entre las comunidades.

Un testimonio de una doble herencia
Una revelación fascinante destacó lo cómodo que se siente con ambas identidades. Kotaro mencionó que en Brasil la gente suele verlo como un modelo de la minoría llamada Nikkei; sin embargo, cuando se identifica como brasileño en Japón, muchos se muestran escépticos debido a sus nociones preconcebidas sobre cómo debe lucir un extranjero. El acento puede desempeñar un papel en mostrar su origen y, si bien a veces puede llamar la atención, no parece afectarlo negativamente. Percibe la identidad no como un concepto rígido, sino como una distinción fluida que puede cambiar y evolucionar.
La historia de Hayata sirve como un recordatorio inspirador de la belleza de aceptar diferentes facetas de nuestra identidad. Subraya los desafíos que enfrentan quienes comparten distintas identidades y, al mismo tiempo, celebra las grandes recompensas que se obtienen al honrar la propia identidad diversa, un viaje que conduce a conexiones más profundas con uno mismo y con los demás.
A través de su singular trayectoria, Hayata demuestra que considerar la diversidad como una herramienta para la integración grupal nos permite construir conexiones más sólidas, en lugar de permitir que genere divisiones. En un mundo que a menudo enfatiza la conformidad, aceptar la variedad en todos los sentidos puede ser empoderante. Después de todo, las diferencias son el único factor común que todos compartimos.

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