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Nikkei Chronicles #8—Nikkei Heroes: Trailblazers, Role Models, and Inspirations

Cynthia: Mil grullas, una flor de cerezo y la fugacidad de la vida

Desde que tengo memoria, como todo aquel que nació en el Perú en los años noventa, Japón ha estado muy presente en mi vida. Cómo olvidar la primera vez que sintonicé y vi por primera vez Dragon Ball o Saint Seiya, o incluso Dekirukana o Teatro de Marionetas. El haber nacido y vivido en Jesús María, cerca del Centro Cultural Peruano Japonés, también hizo que desde pequeño me emocionara mucho por aprender más sobre esta cultura tan interesante. No obstante, no sería sino hasta un tiempo después que terminaría aprendiendo mucho más de ello gracias a una muy linda persona y su familia “nikkei” [日系].

Fue al ingresar a San Marcos, como todo joven que empieza a conocer el mundo, que empecé a tener espacios para desarrollarme en cosas que me gustaban, una de aquellas cosas en aquel entonces era perfeccionarme en varios idiomas, desde el inglés o el francés, hasta el chino y, por qué no, el japonés. Fue en una de esas clases de idiomas que conocí a una chica nikkei llamada Cynthia, de ojos pequeños, de tierna apariencia y con una risa super contagiosa, de esas poquísimas personas que parecen siempre vivir con alegría, que se ríen en buena onda de todo y que afrontan la vida con una gran y contagiosa sonrisa y felicidad.

No sé cómo pasó pero para quien pudiera verlo como algo imposible, surgió una gran amistad entre ambos y, poco a poco, casi como sin querer, también un gran amor correspondido. Como se imaginarán, sin dudas fue una etapa muy bella, al lado de una persona tan alegre y hasta bromista, muy divertida también. Ella estudiaba psicología, yo economía. Y si bien quizás es poco sabido, ambas áreas resultan tan complementarias como incompatibles a la vez. Si bien ambas estudian las tomas de decisiones de las personas, cada una tiene su propia postura respecto a qué tan emocionales o racionales son las personas. Como se imaginarán, las conversaciones con ella, incluso en temas tan serios como las carreras de cada uno, terminaban siendo divertidas también. Conversábamos sobre tantas cosas, recuerdo que alguna vez me dijo lo mucho que le gustaban los reptiles, las iguanas y las tortugas, sobre todo. “¡Qué extraño!”, pensé. “Sí”, me dijo, “se mueven tan despacio que disfrutan más de la vida”, me dijo, “no viven tan apurados”.

La primera vez que fui a su casa, me recibieron en la puerta sus también risueñas “obachan” [お婆ちゃん] y “okasan” [お母さん]. “¡Qué curioso!”, me decía yo, les dice así en vez de abuelita y mamá. Luego llegaba su papá (el Sr. Renzo) de trabajar y se sentaba junto a su mamá (la Sra. Hachita). Dentro de tanta risa en casa, debo admitir que su papá al inicio me pareció alguien serio y molesto, y no podía estar yo más equivocado, pues una vez que me conoció se puso a hacer bromas y contar también sus múltiples historias y chistes. Luego, todos me invitaban a almorzar o a cenar, y de repente me quedaba aún más curioso al escuchar a la familia en coro diciendo su “itadakimasu” [頂きます]. Luego por ahí alguien preguntaba si no había estado muy “takai” [高い] la carne que habían comprado, o si aún alcanzaba el “okane” [お金] para la semana. Qué curioso, podía haber leído yo muchísimo en libros, pero entonces me daba cuenta de lo mucho que aún me faltaba por conocer sobre la cultura que yo tanto admiraba.

Su abuelita, llamada Teresa Tanaka Tagomori, estaba muy contenta conmigo y siempre me decía: “Marco, sabes mucho de Japón”, pese a que yo no lo consideraba así. Varias de las visitas a su casa eran de mucha alegría, su abuelita era muy habladora y le gustaba contar sus historias de vida. Nos contaba cómo su mamá había llegado a Perú desde Fukuoka, cómo su abuelita había sido ganadora de un concurso de belleza allá en Japón y sobre las historias de una princesa que era un ancestro suyo y una villa con un palacio que guarda una espada, que espera aún a su dueño. También nos hablaba sobre su trabajo en la Peluquería Todo (una labor, hoy lo sé, muy común entre los nikkeis de aquel entonces). Finalizaba con alguna historia del folklore japonés, sea de la bella Kaguya Hime [かぐや姫], el poderoso Momotaro [桃太郎], o el interesantísimo viaje en el tiempo en la historia de Urashima Taro [浦島太郎]. Oh, y como colofón, dada mi gran curiosidad sobre Japón, la Sra. Teresa me decía que debía conocer al tío Tadashi quien, si mal no recuerdo, me decía había sido Secretario General del Centro Cultural Peruano Japonés.

La vida con Cynthia era muy feliz, junto a su familia, comiendo mochis [餠] u obentos [お弁当], al igual que tantas cosas ricas de nuestra comida peruana. Curiosamente, y pese a haber percibido la influencia japonesa en la familia, quizás había dejado por un momento de lado que finalmente todos éramos peruanos también. Cynthia era una gran cocinera (gracias a su tía Roxana, según me decía), y siempre estaba muy activa, sea en sus estudios de psicología en la universidad como en sus prácticas laborales, en aquel entonces en un colegio de niños especiales, en donde se había encariñado mucho con la comunidad de niños sordos, razón por la cual estaba aprendiendo lenguaje de señas.

Cynthia y Mariela (mi hermana) en las celebraciones del Matsuri 2009, Lima.

Quizás por toda su actividad, también había perdido el rastro de algunas actividades que estaba seguro le podrían gustar. Una de estas, sin dudas, era el Matsuri, un evento de la comunidad nikkei y amistades que se realiza anualmente en noviembre en el AELU en Lima. Curiosamente cuando le pregunté, me encontré con la sorpresa de que nunca había ido. Quizás era un buen momento para ir y disfrutar de lo lindo del evento, uno lleno de comida, conciertos y fuegos artificiales también, los famosos hanabi [花火]. Fue sin dudas un Matsuri muy bonito, pero quizás uno de los momentos que más recuerdo inició a partir de una canción que empezó a sonar tocada por Ryukyukoku Matsuri Daiko [琉球國祭り太鼓], no recuerdo precisamente la canción pero sonó justo en el momento en que ella se percató de una réplica de un árbol de sakura. “¿Sabes qué significa?”, me preguntó. “Claro”, le dije. Son las flores del árbol de cerezo. Ella se sonrió y me dijo: “Sí, son flores muy bellas que florecen antes de tiempo, anunciando la primavera pero así como llegan rápido se van igual de rápido. Son muy bellas y valiosas, por lo fugaces que son. En cierto modo, son un recordatorio de lo bella que es la vida, pero también de lo fugaz que es la vida de una persona a lo largo de la historia”. Me miró y sonrió, debíamos volver, los fuegos artificiales estaban por comenzar.

Noviembre había terminado, llegaba diciembre y con ello nuestro viaje a Estados Unidos, como parte de un programa de Work & Travel. Cosas de la vida, no solo habíamos conseguido ser aceptados por el mismo resort, sino que también conseguimos ser aceptados para trabajar en la misma área del resort: la escuela de esquí. Nuestro tiempo allí, trabajando juntos, cocinando, aprendiendo a esquiar para poder enseñar más adelante a los niños, todo fue muy divertido, sin duda alguna.

Cynthia en Angel Fire Ski Resort.

Un día de enero, entre los objetos que a veces dejan los niños perdidos (y que se guardan para luego devolver, obviamente), encontramos un cuento japonés. “¡Oh mira!”, le dije. “dice “Sadako y las 1000 grullas de papel”. Me miró y me sonrió, me dijo que no era únicamente un cuento, sino que era una historia real. Haz mil grullas de papel y podrás pedir un deseo y este se cumplirá. “¡Qué genial, entonces es algo así como las esferas del dragón!”, pensé. Todo era ilusión en aquel entonces, alegría sin dudas, hasta una tarde de fines de enero, de la cual creo aún acordarme.

Íbamos a ir cenar aquella noche, bajamos al área principal del resort y ella se dirigió al baño. Y si bien normalmente no demoraba, esta vez no retornó. Aún puedo ver aquellos momentos, dolorosos sin dudas, y confusos para mí y para mi vida. Cynthia se había desmayado, había sufrido un derrame. Se trató de hacer algo, al punto de que los médicos del lugar la llevaron en helicóptero de emergencia hasta la ciudad principal. No obstante, quizás ya todo estaba escrito, y quizás debía yo haberlo sabido. No suele ser muy agradable escribir sobre estas cosas, sin embargo, parte de la vida es su final y quizás, incluso el final que creemos termina no siendo uno definitivo. Cynthia sufrió un derrame y junto a su primo y su papá, que pudieron venir rápidamente luego del suceso, aún llegué a verla respirando, casi como si estuviera dormida. No hubo mucho tiempo para más, pero entre los tres acordamos algo que sin dudas ella también hubiera deseado: hubo la posibilidad de extender en cierto modo su vida a través de su donación a algunos pacientes en varias partes de EE.UU. que en aquel entonces esperaban ansiosos la fortuna de poder encontrar algún donador que pudiera permitirles seguir viviendo, varios de ellos, niños, niñas y jóvenes también.

Estatua de Gracia Sakura con 1000 grullas de papel en el Centro Cultural Peruano Japonés, Lima.

El volver a Perú significó un cambio muy importante, las cosas no volvieron a ser las mismas, sin duda. Mi familia, sobre todo mi hermana, me apoyaron muchísimo y logramos armar 1,000 grullas de papel, las cuales estuvieron acompañando a Cynthia en su despedida aquí. ¿Sobre el deseo? Quizás sea un poco redundante decirlo, quizás para algunos sea algo que nunca se cumplió. Sin embargo, soy de los que piensa que estos deseos sí se hacen realidad.

Algunas semanas después, llegó a mi casa una carta y al abrirla, entendí que todo de alguna manera había tenido sentido. Fue quizás en ese momento que empecé a volver a la vida y a valorarla nuevamente como debe ser. La carta era de un pequeño niño, enviada a través de la entidad encargada del programa de donaciones del hospital. Era una carta de agradecimiento; en ella él y su mamá escribían que lamentaban mucho la pérdida que tuve de un ser querido, que lo sentían mucho, pero que, si en algo podía aliviarme, querían contarme lo feliz que se sentía el niño luego de la operación que le había permitido mejorar su corazón, y lo infinitamente agradecidos que estaban conmigo y con la familia de la persona que había podido ofrecerle a su hijo una nueva oportunidad de vida. Creo que esbocé una sonrisa y una lágrima bajó por mi mejilla. No solo el niño estaba feliz, sino que había recobrado nuevamente las ganas de vivir no solo por él, sino también por sus mascotas, una iguana y una tortuga a quienes quería mucho, justamente por lo lentos que son y por lo mucho que disfrutan de la vida también.

Epílogo:

Cynthia Fiorella Salas Tairaku falleció muy joven a los 22 años, justo próximamente se cumplen 10 años de ello. A veces la vida es caprichosa y no le llega a dar a uno el tiempo suficiente para poder mostrar logros que de otra manera uno hubiera podido alcanzar. Siendo ella muy joven, sin dudas ese fue su caso. No obstante, aun siendo la vida algo caprichosa, da también la oportunidad a todos de trascender a través de otros, sea por medio de una marca espiritual dejada en algunos, como también a través del regalo físico de vida para permitir extender la de otros. Esta publicación está dedicada a su memoria, en conmemoración de los 10 años de su partida, y a su familia, quienes de alguna manera terminaron adoptándonos a mi hermana y a mí como sus hijos, y con quienes mi propia familia aún mantiene un lazo muy fuerte. En lo que a mí respecta, si algo preservo de Cynthia, es su alegría y las ganas de vivir y ser feliz. Actualmente, trato siempre de vivir así, feliz, siempre en contacto con mi familia y mi novia Isabel, a quien también le estoy muy agradecido por todo el amor y la comprensión brindada hacia mí y por el gran apoyo incondicional que me da día a día para superarme y ser siempre feliz.

 

© 2019 Marco Carrasco Villanueva

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About this series

The word “hero” can mean different things to different people. For this series, we have explored the idea of a Nikkei hero and what it means to a variety of people. Who is your hero? What is their story? How have they influenced your Nikkei identity or your connection to your Nikkei heritage?

We solicited stories from May to September of 2019, and voting closed on November 15, 2019. We received 32 stories (16 English; 2 Japanese; 11 Spanish; and 3 Portuguese) from individuals in Argentina, Australia, Brazil, Canada, Japan, Mexico, Peru, and the United States.

Here are the selected favorite stories by our Editorial Committee and the Nima-kai. 


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