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Mi experiencia como dekasegui

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Provengo de padres japoneses (mi padre de Kagoshima y mi madre de Ehime); por tanto, los sentimientos hacia el Japón estuvieron muy arraigados en mi, por lo menos los tenía hasta que viajé al Japón.

Soñaba con encontrar a la familia de mis padres, pero ese sueño resultaba una utopía por el alto costo del pasaje, la estadía, el idioma, mis bajos ingresos como empleado público. Como profesional y funcionario del Estado Peruano, tenía un sueldo bajo como todo trabajador público, pero se incrementaba con el sueldo de docente de mi esposa, lo que nos permitía vivir cómodamente sin mayores problemas financieros. Vivimos en Madre de Dios y podíamos viajar de vacaciones a la capital con toda la familia, contar con una vivienda propia, una pequeña movilidad; pero, la situación se complicó cuando aumentaron los gastos familiares por los estudios superiores de los hijos mayores, así es que había que tomar decisiones para el futuro de la familia.

Así, en noviembre de 1990 renuncié a mi estabilidad laboral y decidí, junto a un hermano mayor, viajar al Japón.

El detonante para esa decisión fue que el 7 de agosto de 1990, el entonces Primer Ministro y Ministro de Economía, Juan Carlos Hurtado Miller, anunciaba el recordado “fujishock” y sus palabras finales "que Dios nos ayude". A partir de la medianoche de ese día, la gasolina - por ejemplo - subiría de 21,000 intis el galón a 675,000 intis (30 veces más), subiría el pan, la leche, etc. Todo eso porque el anterior Presidente, Alan García, tuvo casi toda la economía subsidiaba, tuvimos una hiperinflación. Teníamos un empleo estable, como alto funcionario del Estado, profesional, con una esposa también profesional; pero, apenas podíamos sobrevivir y había que tomar una decisión.

Para animarnos a esa aventura, ya teníamos el koseki porque varios sobrinos ya trabajaban en Japón, teníamos el dinero para la bolsa de viaje y los pasajes a la ciudad de Lima; el problema era como "arreglar" (corregir) mi partida de nacimiento, ya que aparecía el nombre cristiano de mi padre (Antonio) y no su verdadero nombre (Kinsuke), registrado en el koseki. Conversando con varios paisanos, me dieron la solución: borrar el nombre cristiano y colocar su verdadero nombre y, con esa "solución", viajamos a la ciudad de Lima.

La contratista al revisar los documentos no se dio cuenta del "arreglo" y fuimos contratados para trabajar en la fábrica. La empresa financiaba los costos del pasaje Lima-Narita, nos brindaba alojamiento gratuito, la alimentación subsidiada en un 50% por la fábrica, un salario de 1250 yenes la hora (10 a 11 dólares/hora), unas horas extras diarias (1 hora) pagando 50% más de lo normal, un premio de $ 1500 dólares por no enfermarse más $ 3,000 como compensación por tiempo de servicios y el subsidio del 50% del pasaje de retorno si optabas por retornar al cabo del año de contrato, de la vivienda a la fábrica eran apenas 15 minutos caminando. Sin mayores esfuerzos podía contar con un salario mensual de $ 2800 por mes, lo que permitía remesar el 40% para los gastos familiares en el Perú, ahorrar un poco y pagar los gastos en Japón. Era la época de los años dorados.

El 3 de diciembre de 1990 emprendimos viaje un total de 30 peruanos, supuestamente todos nikkei, viajando vía Miami, Detroit (EEUU), al aeropuerto de Narita, siendo recibidos por la empresa, quienes amablemente nos trasladaron por vía terrestre hasta la localidad de Shonanday- Fujisawa-shi, Kanagawa-ken, a 45 minutos de Tokyo, lugar donde estaba localizada la sucursal de la fábrica. Queda en mi mente y en mi corazón la gratitud hacia la empresa IZUSU, que supo valorarnos y entendernos hasta el final, dejando expresa constancia para que solucionemos nuestros documentos y regresemos a ella, pero estas esperanzas se desvanecerían años más tarde por la crisis económica mundial.

Pisar tierras japonesas, sobre todo para un nissei como yo, significaba un sueño hecho realidad, hasta las lágrimas de alegría me brotaron, era una experiencia inolvidable. Los nikkei peruanos nos considerábamos japoneses en el Perú pero no sabíamos que los japoneses nos tratarían como simples extranjeros (gaijin).

La siguiente fotografía, muestra al fondo una vivienda perteneciente a la casa imperial en Tokyo.

   

La empresa nos alojó en su ryo (especie de hotel que contaba con tienda, restaurant, piscina y peluquería) y, mientras se tramitaba en Migraciones la visa, nos apoyaba con alimentación y alojamiento. Sin embargo, la demora era desesperante porque pasaban los días y no iniciábamos nuestro trabajo en la fábrica. A los quince días descubrieron que los papeles de uno de los compañeros peruanos eran falsos, siendo deportado inmediatamente. A los 30 días de estadía en Japón fuimos oficialmente contratados por IZUSU, previo a un entrenamiento teórico y práctico de 15 días; mientras tanto, la oficina de migraciones seguía analizando nuestra documentación.

Pasaron los días y, al cabo de tres meses, fuimos citados a la oficina de migraciones en Tokio y recibimos la ingrata noticia que teníamos el sello de “APLICATION” (un sello rojo que indicaba una fecha de salida del país). Nuestros papeles tenían deficiencias, así es que nos daban un plazo de 90 días para abandonar el país y, como la contratista ya tenía una inversión en nosotros (pasaje aéreo LIMA-NARITA, alimentación, seguro, etc.), nos siguió contratando hasta pagar nuestras deudas y llegó el día programado; el 30 de junio de 1991 fuimos trasladados nuevamente al aeropuerto de Narita para abandonar el país, casi como deportados.

Solo uno de nosotros recibió la visa, un peruano que no tenía los rasgos faciales de nikkei, pero era el único que por lo menos tenía "buenos documentos en regla". De los 30 peruanos que viajamos, apenas el 20% tenían rasgos asiáticos y únicamente dos (mi hermano y yo) proveníamos de padre y madre japoneses y lo irónico era que también teníamos documentos "chuecos" (falsos, alterados).

Mi estadía en Japón, por más de 6 meses, fue una experiencia inolvidable. No sabía el idioma, pero eso no era impedimento para viajar en tren a Shizuoka, Tokyo, Yokohama, Tochigui, Gunma, etc., subirme al Shinkansen, recorrer las tiendas de artefactos para América con la última tecnología, visitar a mis familiares peruanos. Estaba impedido de visitar a mis familiares - que decían - tenía en Kagoshima, porque no sabía el idioma japonés y necesitaba ahorrar lo máximo. Una de mis sobrinas ya había viajado a Kagoshima y pudo localizar a unos parientes de mi padre.

Para un descendiente legal como yo, que se consideraba japonés, el negarme la visa debido al problema de mi partida de nacimiento, me llenó de ira, de rabia, conmigo mismo y contra los japoneses, hacia los peruanos también ya que en ninguno de estos países eras grato; en un momento tenía sentimientos encontrados. En mi país nos llaman "chino", "ojo de alcancía", "cara de plato", adjetivos despectivos que de alguna manera molestan, mortifican. Frente a una negativa de visa como la que recibía, el rechazo en Perú y otro rechazo en Japón, no era para menos que afloraran esos sentimientos encontrados y la culpa. 

El ser humano nunca reconoce sus errores, siempre debe echar la culpa a alguien, en este caso yo echaba la culpa a mi padre por haberse bautizado y cambiado de nombre, pero al mismo tiempo me auto inculpaba al haber "arreglado" mi partida de manera "chusca", "torpe", me preguntaba el por qué no haber corregido judicialmente la partida de nacimiento; en fin, fueron muchos días de sufrimiento moral y por mucho tiempo, me dije a mi mismo que nunca regresaría al Japón; pero, al cabo de un año recapacité y me dije a mi mismo que yo tenía la culpa, así es que contraté un abogado e inicié el trámite de corrección de mi partida de nacimiento, insertando en ella, a través de una Resolución judicial, el verdadero nombre de mi padre.

Han pasado más de 23 años de ese viaje al Japón y de vez en cuando afloran en mi, nuevamente, los deseos de viajar al Japón; pero, claro, esta vez solo de vacaciones. Sabemos que la crisis financiera también afectó al Japón, ya no existen los años dorados de los años 90, muchos peruanos han retornado al Perú; pero, queda la nostalgia de un país próspero, donde vale la palabra, el honor, la disciplina, la honradez, la tecnología y sobre todo, un país donde existe la seguridad ciudadana, un país donde puedes caminar a cualquier hora del día o de la noche sin ser asaltado. Perú ha dejado de ser un país con mucha pobreza, mantiene el crecimiento sostenido de su economía; pero, conserva su problema crítico: la inseguridad ciudadana, el crimen organizado, la delincuencia, que cada vez se agudizan sin que ningún poder del Estado se atreva a solucionarlos.

 

© 2014 Santos Ikeda Yoshikawa

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Sobre esta serie

¿Qué hay detrás de un nombre? Esta serie introdujo historias que exploraron los significados, orígenes y las historias no contadas que hay detrás de los nombres propios nikkei. Estos incluyen apellidos, nombres de pila e ¡incluso apodos!

Para este proyecto, le pedimos a nuestros Nima-kai votar por sus historias favoritas y a nuestro comité editorial elegir sus favoritas. Aquí están las historias favoritas elegidas.


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Acerca del Autor

Santos Ikeda Yoshikawa, nikkei de segunda generación, es graduado en la Universidad Nacional de San Antonio Abad del Cusco, hizo sus estudios de especialización en la Universidad Católica de La Paz-Bolivia. Trabaja  en el Proyecto Especial Madre de Dios, con más de 35 años de experiencia en el sector público.

Última actualización en abril de 2015

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