Cuando uno decide mudarse, aun dentro del mismo país, es mejor averiguar las particularidades del nuevo domicilio, las costumbres y lo que puede llegar a hacer falta en es nuevo habitat, pues todo cambio de esta naturaleza implica un nuevo esfuerzo de adaptación. Y si es fuera del país, aunque fuere temporal, ya implica una mayor carga emocional porque implica alejarse de sus afectos y emprender una vida social y laboral en un ambiente e idioma no desconocido. Aunque fuere dentro de América Latina donde hay pautas culturales en común y se habla el mismo idioma, desde luego con sus matices, también es motivo incertidumbre porque el sistema político, la aplicación de las leyes, la composición poblacional, las industrias y las particularidades del mercado laboral son diferentes. La adaptación varía según la preparación educativa y profesional que tengan y la tarea que van a desempeñar en el país de destino, indican los expertos.
Los migrantes latinos nikkei que llegaron en los ’90 también se encontraron en Japón con un ambiente social muy diferente al de origen y su proceso de adaptación y convivencia no ha sido fácil, principalmente en los poblados y barrios de alta concentración de extranjeros. En muchas localidades, las mismas contratistas han brindado trabajo y vivienda que de hecho ha permitido conformar un comunidad bastante cerrada sin necesidad de estar integrado a la sociedad local.
De todos modos, en los primeros años se pudo observar que las consultas de estos latinos se centraban en temas laborales, de seguridad social e impuestos, vida cotidiana en general y visado. Y pasado el primer decenio y aun hoy día, las inquietudes se centran en la educación de sus hijos, problemas de familia (divorcio, separación, etc.), dificultades financieras por el crédito hipotecario, etc.1
Es innegable que las instituciones públicas y privadas japonesas de asistencia a los extranjeros han hecho un importante esfuerzo en orientar y dar soluciones a los nuevos vecinos sin olvidar que es la primera experiencia migratoria de gran envergadura en la historia de este país. Una preocupación es que, ese afán de ayuda, en ocasiones se han reflejado en servicios que se podrían entenderse como excesivos porque en vez de favorecer la inserción e integración social los han aislado en una burbuja y los han hecho más dependiente de las ayudas públicas. No han sido poco los programas que han sido ejecutados sin tener en cuenta la verdadera situación de los extranjeros de un determinada localidad o región y las particularidades de ese colectivo.
De cualquier manera, en muchos municipios y asociaciones internacionales se han formado personal bilingue con experiencia y, son los que en forma conjunta con los funcionarios a cargo, ofrecen orientación y ejecutan los programas de enseñanza del japonés, de asistencia legal con profesionales, etc; aunque, es imposible resolver “todos” los problemas de cada uno de los extranjeros y la pregunta es si es conveniente y posible asumir todo esto desde las entidades públicas.
Lo importante de estos servicios es que se oriente debidamente con la información que requiere el extranjero para facilitar su resolución. Los intérpretes y consejeros de extranjeros no deben asumir como suyos esos problemas y encima resolverlos como si fueran propios, pues eso crea una cadena de dependencia que puede generar en actitudes irresponsables de dejadez y abandono del mismo extranjero, como ya ha pasado en innumerables casos y cuentas impagas a los profesionales que ofrecieron su buena voluntad pero no ad honorum.
A pesar de que la crisis han creado más desempleo, reducción de ingresos y precariedad laboral, muchos de estos problemas se han podido superar haciendo uso de los programas ya existentes y las de emergencia que el gobierno ha implementado, y desde luego, por la capacidad de adaptación de los mismos peruanos y demás latinos a situaciones difíciles y, desde luego, por la solidaridad entre ellos.2
Y los problemas de mayor complejidad se han dado o se han agravado, en parte por los efectos de la crisis, pero en muchos casos son ya los tenían de antes o no habían tomado las medidas de prevención en su debido momento, tal es el caso de los que han comprando una casa más allá de sus pobilidades. La crisis “desenmascaró” lo que habían tapado hasta ese entoces, pero muchos de los problemas, tarde o temprano, iban a salir a la superficie. Desde luego, para cada situación existen respuestas diversas y es recomendable seguir las recomendaciones de los funcionarios de cada competencia y los expertos que en cada caso intervienen. Cada paso es un trámite o una gestión administrativa y en algunos casos se hará necesario la intervención judicial.
El mayor problema en estos casos es que las entidades públicas y privadas como las ONGs no siempre están preparadas para dar respuestas y recomendaciones adecuadas y encima, dentro de esa “emergencia y gravedad”, asumen como suyos los problemas y se adentran como en una arena movediza.
En muchos municipios se habla del “asistente social multicultural (multicultural social worker)” como los “coordinadores” de los programas de ayuda a los extranjeros con capacidad de superar las barreras burócráticas y ser un “super coordinador” que ordene y aplique las medidas oportunas en cada caso y competencia administrativa. No hay ningún fundamento legal en eso y por el momento es en cierto modo riesgoso porque esos gestos de buena voluntad puede terminar en un voluntarismo ilusorio con consecuencias de frustración en los extranjeros que requieren de ayuda.
Los mismos cuidadanos japoneses cuando están con problemas similares de cierta complejidad deben, ante todo, informarse con profesionales, pagarles en cada gestión y resolverlos con tiempo y paciencia. Y en el caso de los extranjeros, además de los trámites administrativos y judiciales en Japón, tienen que ordenarlos u homologarlos bajo las leyes y organismos de su país.
Para que este proceso de resolución de problemas complejos o de difícil solución sea efectiva es importante que la persona involucrada, ante todo, asuma su responsabilidad y riesgo para avanzar cada etapa. Es la única forma de que aprendan de esa experiencia y se sientan agradecidos de las ayudas y orientaciones que terceros, tanto de entidades públicas y privadas, pueden brindar. El exceso de dependencia no favorece a ninguna de las partes, pues desgasta al que ayuda y genera irresponsabilidad en el que necesita resolver el problema.
Notas:
1. Así lo señalan los reportes de Tokio Nikkeis del Ministerio de Trabajo que fue creado en 1991 y el Centro de Ayuda a los Nikkei de la fundación Kaigai Nikkejin Kyokai que es patrocinada por JICA.
2. Durante la crisis, muchos peruanos han buscado trabajo por las contratistas y se han ido solos, dejando a sus familias, a trabajar a otras provincias y en las tareas donde requerían mano de obra. También, para aminorar los gastos de alquiler se “mudaron temporalmente” a casas y apartamentos de familiares y en algunos casos han hecho retornar a su esposa e hijos al Perú. Por otra parte, se han visto muchos gestos de solidaridad entre estos connacionales a través de las organizaciones de las iglesias, católica y evangelista, para repartir bolsas de alimentos y otros menesteres de primera necesidad.
© 2010 Alberto J. Matsumoto