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El Mundo de Kenzi Shiokava

Kenzi Shiokava en la inauguración de la exhibición, Tierras Fronterizas Transpacíficas: El Arte de la Diáspora Japonesa en Lima, Los Ángeles, Ciudad de México y São Paulo en el Museo Nacional Japonés Americano.

Me entristeció enormemente enterarme del reciente fallecimiento del escultor Kenzi Shiokava el 18 de junio del 2021. Tuve el placer de entrevistarlo en su extraordinario estudio en el 2017 para el catálogo que acompañó a la exhibición del Museo Nacional Japonés Americano, Tierras Fronterizas Transpacíficas: El Arte de la Diáspora Japonesa en Lima, Los Ángeles, Ciudad de México y São Paulo. En medio del cómodo caos de trastos viejos, herramientas manuales, piezas de colección y libros, Kenzi resplandecía de alegría por la repentina atención que había comenzado a recibir en los últimos años después de casi una vida trabajando en el anonimato. Nuevamente presento este artículo como un tributo a un artista que estuvo dedicado más que nada a su trabajo, independientemente de quién mostró interés, pero con agradecimiento de haber tenido la oportunidad de colaborar con la difusión de su trabajo.

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Acercarse al estudio de Kenzi Shiokava en el Sur Central de Los Ángeles es una experiencia desconcertante. Se trata de un edificio cualquiera, en una zona comercial de El Segundo Boulevard en Compton, con una simple puerta de seguridad metálica. Por un segundo, te preguntarás si has llegado al lugar equivocado. Cuando llamas al artista que vive ahí,él podría demorarse un poco para dejarte entrar; está ocupado, trabajando, haciendo cosas. El hombre que te saluda cuando finalmente se abre la puerta es una revelación: tiene corta estatura pero inmediatamente su entusiasmo, su alegría y amor por la vida, su increíble presencia, te envuelve. Cuando miras por encima de su hombro al resto de su espacio engañosamente amplio, inmediatamente te ves abrumado, como podría estar un niño en una tienda de dulces, por la gran cantidad de cosas que hay ahí. Lo asimilas todo y sabes que estarás a punto de disfrutar de algo maravilloso.

Nacido en 1938 en São Paulo, Brasil, de inmigrantes japoneses provenientes de la prefectura de Kagoshima, Kenzi llegó a California en 1964 con 25 años, siguiendo a una de sus hermanas que había llegado antes que él. Él no tenía ningún plan en particular al inicio, pero parecía una oportunidad para nuevas experiencias y una posibilidad de ganar algo de dinero decente. Pero en los Estados Unidos, como él explica mientras comparte profundos consejos sobre cómo vivir así como comentarios sobre el mundo, ocurrió algo transformativo. En Brasil, él había planeado ser doctor. En los Estados Unidos, asistió a la escuela de arte.

Fue en su cuarto año en el Instituto de Arte Chouinard (ahoraInstituto de las Artes de California), que él descubrió su vocación de vida. Hasta ese año, él se había concentrado en las pinturas, pero sentía que este medio era más sobre dominio de técnicas y demasiada imitación del trabajo de otros. En su cuarto año, tenía que trabajar con madera y producir esculturas por primera vez. Después de semanas de postergar el inicio de su trabajo, un día terminó por tomar una pieza de madera. Sintió que algo brotaba desde algún lugar profundo dentro de él. Fue una conexión visceral entre el material, el proceso de tallado, su centro espiritual. Él cuenta,con una brillante sonrisa en su rostro y haciendo gestos con sus manos hermosamente gastadas, cómo en ese momento supo de qué manera pasaría el resto de su vida.

La otra cosa importante que sucedió en los Estados Unidos fue que Kenzi descubrió un nuevo sentido de conexión con su identidad japonesa. En Brasil, él no había pensado tan profundamente sobre lo que significaba ser hijo de inmigrantes japoneses. Pero en California, él comenzó a aprender más sobre la cultura japonesa y sentía que cada nuevo descubrimiento resonaba con algo ya dentro de él. Leer libros de D.T. Suzuki sobre Zen, lo inspiró, aun cuando estos libros parecían confirmar creencias y sensibilidades que él ya poseía. También lo atrajeron otros aspectos de la cultura japonesa. En Brasil, él se había sentido extrañamente fuera de lugar, pero sin saber exactamente por qué. En California, en donde se conectó con su “lado japonés”, comenzó también a sentirse como en casa. Él lo atribuye en parte a su edad. En ese momento, él tenía finalmente veintitantos años y tenía el interés y la capacidad para reflexionar sobre quién era, sus raíces y mantener unida una identidad japonesa y brasileña integral.

Ahora, ambos tienen la misma importancia para él: así como él estuvo profundamente conmovido al leer sobre filosofía Zen a los veinte, ahora que tiene casi ochenta, asiste casi todas las semanas a las presentaciones de jazz en vivo en LACMA para bailar. No puede haber uno sin lo otro: él es japonés-brasileño hasta lo más profundo de su ser.

Pero su rango de intereses no tiene límites y él encuentra inspiración en todas partes. Él sigue recordándote que no puede existir un final para el crecimiento, de lo contrario, serás mediocre. Y él no tiene paciencia para la mediocridad. Para realmente sobresalir, alcanzar un “alto nivel”, debes seguir buscando conocimiento y expandir tus intereses. Comparte con entusiasmo su amor por el jazz, su horror a la sangrienta persecución de católicos romanos en la Inglaterra isabelina, su creencia de que el amor está en el núcleo de todas las cosas.

Y su espacio de trabajo refleja su incontenible amor y entusiasmo por todo: es como estar en una maravillosa tienda de libros usados, un estudio de carpintería, un armario de curiosidades y a los pies de un maestro, todo al mismo tiempo.Está el débil olor a madera, la cómoda capa de polvo de un espacio entrañable, libros (y libros y libros), discos, estatuillas y objetos cuidadosamente metidos dentro de cristaleros y estantes, íconos y fotografías. Las fotografías de su familia, y de sus padres cuando eran jóvenes en especial, te recuerdan lo lejos que este hombre ha venido desde su hogar en Brasil, y aún así, cómo él se parece tanto a ellos.

Al pedirle que explique las historias detrás de estas fotos, él toma una de su padre vistiendo un estilizado uniforme de chofer, parado en frente del majestuoso auto que él manejaba para un senador, de 1936 aproximadamente. Él dice: “¡Mira! Mi padre, ¡él estaba buscando oportunidades, para avanzar a un nivel más alto!” La foto pasaporte de su madre a la tierna edad de 18, provoca igualmente entusiasmo y afecto. Su padre había regresado a Japón para casarse y esta joven mujer accedió a viajar a la lejana tierra de Brasil con él. Ellos también eran aventureros, como su hijo, y se percibe el respeto y reconocimiento que él tiene al acto de valentía de sus padres que hizo posible esto, mientras escudriña sus fotografías.

Kenzi explica además que él es una persona espiritual, y la evidencia de esto está entremezclado en todo su espacio. Hay crucifijos incorporados en sus numerosos montajes que se muestran en todo su estudio. Pero la más emblemática es la estructura de un templo japonés a escala que está en una esquina, con una pequeña estatua de la Virgen María de pie en su interior. Él es religioso, católico, y para él, colocar la Virgen ahí tiene más sentido que todo.

Él prosigue de manera enfática que la moralidad es política, mientras que la religión está definida por el amor y para él, el amor es lo que importa. Ciertamente hay amor en este espacio, desde la forma en la que Kenzi había ordenado cuidadosamente sus desgastados cinceles hasta la fruta de plástico, las estatuillas y otros objetos en sus compartimientos, hasta los discos y libros cuidadosamente colocados en el estante y la escultura que representa a la heroína del folklore brasileño Maria Bonita, que además es un tributo a su hermana menor fallecida.

Sobre todo, es el propio Kenzi que exuda amor: amor por sus esculturas, amor por su oficio, amor por cada pieza en cada colección, amor por aprender, crecer y desarrollarse aún más.Él es inquieto con una energía juvenil, impaciente con cuanto queda por hacer, vibrando con las ganas de hacer otro descubrimiento.

 

Este ensayo se basa en una visita al estudio de Kenzi Shiokava realizada por Emily Anderson y Claudia Sobral el 14 de julio del 2017. Fue originalmente publicado en el catálogo de exhibición de Tierras Fronterizas Transpacíficas: El Arte de la Diáspora Japonesa en Lima, Los Ángeles, Ciudad de México y São Paulo en el 2017.

 

Ver el perfil del artista de "Tierras Fronterizas Transpacíficas”: Kenzi Shiokava 

 

© 2017 Emily Anderson / Japanese American National Museum

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Acerca del Autor

Emily Anderson es Curadora de Proyectos en el Museo Nacional Japonés Americano y es especialista en Japón moderno. Tras recibir su PhD en historia moderna de Japón dela Universidad de California en Los Ángeles (UCLA)en el 2010, Emily fue profesora asistente de historia japonesa en la Universidad Estatal de Washington(Pullman, Washington) del 2010 al 2014, e investigadora postdoctoral en la Universidad de Auckland en el 2014. Es autora de Christianity in Modern Japan: Empire for God [El Cristianismo en el Japón moderno: El imperio para Dios] (Bloomsbury, 2014) y editora de Belief and Practice in Imperial Japan and Colonial Korea [Creencia y práctica en el Japón imperial y la Corea colonial] (Palgrave MacMillan, 2017) así como varios artículos y capítulos de libros sobre religión e imperialismo en Japón y el Pacífico. Cuenta además con una amplia experiencia en el desarrollo de exposiciones museográficas, incluyendo la co-curaduría Boyle Heights: Power of Place [Boyle Heights: El poder del lugar] (JANM, 2002-2003) y Cannibals: Myth and Reality [Caníbales: mito y realidad] (Museo del Hombre de San Diego, 2015-en curso). Con Duncan Williams (USC), se encuentra actualmente trabajando en Sutra and Bible: Faith and Japanese American World War II Incarceration [El Sutra y la Biblia: La fe y el encarcelamiento de japoneses americanos durante la Segunda Guerra Mundial] (Museo Nacional Japonés Americano, inauguración en la primavera del 2022).

Última actualización en junio de 2021

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