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Tiempos pandémicos: teletrabajo y koden digital

Al dolor por la pérdida de un ser querido, se suma el desconcierto si la muerte ha sido inesperada y no estás preparado para lidiar con la situación. ¿Qué procedimientos hay que seguir, a quién notificar primero?

La desorientación se acentúa en esta coyuntura marcada por el coronavirus, plagada de restricciones, nuevos protocolos e idas y venidas de las autoridades, que primero establecen que la cremación de cuerpos es obligatoria y luego retroceden, o que prohíben los velatorios, los autorizan con aforo reducido después, vuelven a vetarlos más adelante, y así, en función de la marcha del virus.

Y aun si estás preparado, si sabes qué pasos dar cuando un familiar muere, hacer frente a la burocracia, a los inevitables trámites —mientras intentas sobreponerte a la amputación— es una pesada carga.

En un momento tan penoso, necesitas guía, consejo, apoyo, confianza (sobre todo en un país como el Perú, donde desconfiar es casi como respirar), a una persona que se encargue de los asuntos prácticos. Alguien como Ketty Tsuchiya, asesora de Shin Servicios Funerarios.

Personal de Shin. Ketty Tsuchiya, sentada, primera desde la izquierda (foto archivo de Ketty Tsuchiya)


DEL SOBRE A LA TRANSFERENCIA BANCARIA 

Ketty Tsuchiya es ampliamente conocida en la comunidad nikkei. Su nombre brota de inmediato cuando alguien ha perdido a un pariente. Es la persona que se llama en busca de soporte y desde que el virus comenzó a azotar al Perú, en marzo del año pasado, su número de teléfono suena más que nunca.

En tiempos normales, Ketty acudía al domicilio de la familia del fallecido (o al hospital o clínica donde murió), supervisaba el velatorio, la instalación de la mesa con los elementos básicos —ihai, ocha, gohan, mochi, etc.—, la colocación de la caja donde los asistentes depositaban el koden, verificaba el féretro, iba al cementerio si correspondía.

Todo eso se acabó con la pandemia. Ahora hace teletrabajo. Casi no hay velatorios y las cremaciones son lo común, no la excepción como antaño.

Una costumbre profundamente arraigada en el seno de la comunidad peruano japonesa cuando una persona muere es la entrega a los deudos —por parte de allegados del difunto y su familia—, de un sobre con dinero a manera de ayuda. La pandemia también trastocó esta modalidad de reciprocidad nikkei.

Ketty recuerda que durante los primeros meses de la estricta cuarentena en el Perú, cuando casi todo estaba prohibido, en Shin se preguntaban qué hacer con el koden, cómo hacerlo viable en la nueva realidad que restringía la interacción física y confinaba a la gente en la virtualidad.

Se barajó la posibilidad de que la plata aportada se canalizara a través de una cuenta de Shin, que la haría llegar a la familia del fallecido. Sin embargo, la idea se desechó considerando que el manejo de dinero ajeno es algo delicado que podría prestarse a malentendidos.

Lo mejor, dice Ketty, es que el koden llegue directamente a los deudos.

El dinero en sobre prepandémico ha sido sustituido por depósitos en la cuenta bancaria de la familia.

Así las cosas, ¿cómo difundir los números de cuentas de los deudos para que los interesados en donar sepan dónde? ¿A través de las redes sociales? No, eso se descartó por el riesgo que supone hacer pública información personal.

Todo se gestiona ahora de manera discreta, en círculos cerrados, por lo general a través de Whatsapp.

Ketty, cuando se lo piden, actúa como intermediaria. Recibe la llamada de una persona que quiere ofrecer koden y le pregunta si conoce el número de cuenta de la familia del difunto para realizar la transferencia. La asesora se comunica con los parientes y solicita el dato así como la autorización para compartirlo. Puente entre unos y otros, ella hace posible la ayuda económica.

El nombre escrito en el sobre, que revela la identidad del aportante, ha sido reemplazado por el voucher como constancia de la ayuda.

Eso sí, hubo que vencer la renuencia de la mayoría que por pudor —característico en los nikkei— no quería proporcionar su número de cuenta para no parecer que estaba esperando que la gente le diera dinero.

Por otro lado, todavía hay quienes hacen su sobre y visitan la casa de la familia para entregarlo, pero son casos excepcionales.

DOBLE TRABAJO, DOBLE ESTRÉS 

Ketty Tsuchiya estima que en 2020 trabajó el doble que en un año normal. Sin embargo, eso no se tradujo en una duplicación o incremento de los ingresos de Shin.

Al no haber velatorios (o estar tan limitados) y dispararse la cantidad de cremaciones, en desmedro de los entierros (más caros), los costos se reducen.

Además, el fuerte golpe asestado por el virus a la economía, con mucha gente que ha perdido sus negocios o empleos, o sufrido una disminución significativa de sus ingresos, los deudos suelen optar por los planes básicos, los más baratos.

Si bien ahora trabaja desde casa —a diferencia de los tiempos prepandémicos, en los cuales tenía que movilizarse entre casas, hospitales, iglesias, cementerios, etc., un “trajín bárbaro”—, Ketty se cansa más que antes.

“El estrés que hemos vivido ha sido el doble”, revela. La carga emocional de ahora agota más que el cansancio físico de antes.

“Estaba acostumbrada”, dice, refiriéndose al constante movimiento, previo a la pandemia, que la obligaba a trasladarse de un sitio a otro para atender a sus clientes.

Lo de estos tiempos, por el contrario, es inédito en la historia moderna del país. Nadie estaba preparado para el luctuoso alud de muertos que causaría el virus en el Perú, uno de los países con la mayor tasa de letalidad en el mundo.

“Nos ha chocado”, confiesa Ketty, en alusión al desmesurado número de fallecimientos derivados del coronavirus, que también incluye a los causados de manera indirecta por la peste.

Muchas personas han muerto por falta de tratamiento médico o una atención inadecuada debido a que la lucha contra el covid-19 ha absorbido al personal médico, impidiendo que traten a gente con otras enfermedades. La asesora de Shin revela que hasta geriatras han sido destinados al combate al virus.

Además, por miedo a contagiarse, ancianos con males crónicos no han ido al médico para atenderse. Si se hubieran atendido, podrían haberse salvado.

Agosto fue el peor mes de la primera ola de coronavirus que sufrió el Perú, dice Ketty.

La segunda ola, que comenzó en enero, es más mortífera. Los meses más duros fueron febrero y marzo, mucho peores que agosto. Ketty recuerda que en una semana llegó a atender hasta nueve muertes, ocho por covid-19 y la restante por otra causa.

“Había días en que no podía ni dormir porque era tal la cantidad (de casos) que atendía. Me llamaban, lloraban, me contaban su historia. Yo me sentía mal, ¿pero qué podía hacer? Solamente escucharlos. El escucharlos era un desahogo para ellos, pero era una carga para mí. Ha sido duro”, confiesa.

Por suerte, la situación se está revirtiendo. Desde fines de abril se registra una caída sostenida en la curva de fallecidos en el país. Cuando transcurre una semana sin un solo caso de muerte por el virus, Ketty agradece al cielo: “Esta semana no he tenido (casos de) covid, qué alegría. Gracias, Dios mío”.

Shin Servicios Funerarios (foto Facebook de Shin Servicios Funerarios)


“FELIZMENTE TODAVÍA HAY CONFIANZA” 

No solo su experiencia de 22 años como asesora funeraria avala a Ketty Tsuchiya. Una de sus principales bazas es la confianza. Las personas que la conocen —y no solo de la comunidad nikkei—, que la llaman cuando se les muere un familiar, que la recomiendan, saben que ella es confiable, que no va a aprovecharse de la vulnerabilidad de los deudos para que gasten en exceso por los servicios funerarios. Todo lo contrario.

Como es plenamente consciente de que la mayoría de personas en el Perú está atravesando por una difícil situación económica, Ketty busca que sus clientes no gasten mucho, ofreciéndoles los planes menos onerosos, y exhorta a otros asesores a hacer lo mismo, ahorrándoles a los familiares gastos innecesarios. “No vale la pena un servicio más caro”, apunta.

En esa línea, este año logró que una agencia funeraria con la cual trabajan se aviniera a lanzar un plan más barato que el regular.

“No se trata de un negocio, se trata de cuidar la vida de la gente”, resalta. “Tenemos vocación de servicio en Shin”, añade.

La confianza es uno de los pilares de la comunidad nikkei. “Yo no te conozco, tú no me conoces, pero yo confío en ti, felizmente todavía hay esa confianza, ojalá no se pierda”, dice.

Además de confianza, Ketty también transmite serenidad, crucial en el momento más difícil que vive un ser humano. El deudo —alterado, nervioso o confundido— halla tranquilidad en la voz de la experimentada asesora, y poco a poco se calma.

A quienes buscan orientación sobre aspectos relacionados con las costumbres post mortem (cómo llevar el butsudan, por ejemplo), ella los pone en contacto con yuta.

SATISFACCIÓN EMOCIONAL QUE LLENA 

Ketty considera su trabajo como un servicio. “Me gusta, me siento útil, siento que sirvo, que ayudo”, dice.

“Nos sentimos satisfechos, complacidos, con que nos den las gracias”, revela. Cuando sus clientes le dicen “me has ayudado un montón”, “me he sentido tranquilo contigo” o “me das confianza y seguridad”, se siente recompensada.

“Es una satisfacción emocional. A mí me llena, para mí esa es la paga, me hace sentir bien”, agrega.

Ketty no contempla aún la posibilidad de jubilarse, aunque hasta su hija se lo haya pedido ante la gran cantidad de trabajo que tiene y el costo emocional que esta acarrea. “Mottainai”, dice la asesora, quien aún tiene mucha experiencia y conocimientos que transmitir a los jóvenes. Sería un desperdicio no compartirlos.

“Cuando los nuevos estén duchos, me retiro”, se ríe. Por suerte para la comunidad nikkei, hay Ketty Tsuchiya para rato.

 

© 2021 Enrique Higa Sakuda

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Sobre esta serie

En japonés, kizuna significa fuertes vínculos emocionales. 

En el 2011, habíamos invitado a nuestra comunidad nikkei global a colaborar con una serie especial sobre cómo las comunidades nikkei respondieron y apoyaron a Japón tras el terremoto y tsunami de Tohoku. Ahora, nos gustaría reunir historias sobre cómo las familias y comunidades nikkei se han visto afectadas y cómo están respondiendo y adaptándose a esta crisis mundial. 

Si te gustaría participar, revisa nuestras pautas de presentación. Recibimos artículos en inglés, japonés, español y/o portugués. Estamos buscando distintas historias de todo el mundo. Esperamos que estas historias ayuden a conectarnos, creando una cápsula del tiempo de respuestas y perspectivas de nuestra comunidad Nima-kai global para el futuro.

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Acerca del Autor

Enrique Higa es peruano sansei (tercera generación o nieto de japoneses), periodista y corresponsal en Lima de International Press, semanario que se publica en Japón en idioma español.

Última actualización en agosto de 2009

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