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Julio Mizzumi Guerrero Kojima: un nikkei jarocho en busca de sus raíces múltiples - Parte 1

Julio Mizzumi Guerrero Kojima es un músico tradicional y maestro de preescolar de origen nikkei que nació en una pequeña población veracruzana ubicada en la margen del “río de las mariposas” (Papaloapan) en el año de 1970. El pueblo de Otatitlán (lugar del bambú en lengua náhuatl) donde creció Julio forma parte de un microcosmos culturalmente muy rico en el Sotavento (lugar donde azotan los vientos). Esta región del estado de Veracruz ha sido el cruce y encuentro de múltiples culturas que se han desarrollado en esta región desde hace miles de años.

Plaza central de Otatitlán (Foto: colección de Julio Mizzumi Guerrero Kojima)

A esta amplia amalgama de culturas, se sumó una oleada de inmigrantes provenientes de Japón que llegaron hace más de 110 años al estado de Veracruz. Durante las primeras décadas del siglo XX, los inmigrantes japoneses se dispersaron por diversas regiones: Hacia el sur, al puerto de Coatzacoalcos y Minatitlán; y hacia el el centro, al puerto de Veracruz, Orizaba y Córdoba. El primer grupo importante, de cerca de mil trabajadores, arribó en el año de 1906 a la hacienda de nombre “La Oaxaqueña”, al sur de este estado. La compañía japonesa, Tairiku Imin Gaisha, fue la encargada de reclutar a los trabajadores en Japón y trasladarlos a México para que elaboraran el azúcar en esta hacienda norteamericana de más de 10 mil hectáreas.

Tumba de trabajadores japoneses en “La Oaxaqueña” (Foto: colección de Shozo Ogino)

Las terribles condiciones de trabajo y de insalubridad en “La Oaxaqueña”, hicieron que varios japoneses murieran a consecuencia del paludismo y de enfermedades gastrointestinales; sus tumbas aún se encuentran en ese lugar. Fueron muy pocos los inmigrantes que soportaron esta situación laboral por lo que la mayoría desertó y se dirigió, caminando o trepándose en el tren de carga, hacia el norte de México, en busca de mejores trabajos y con la ilusión de ingresar a los Estados Unidos.

Años después, un pequeño grupo de japoneses llegó a Otatitlán. Quizá el primero que se instaló en esta población fue Bunji Iide quien probablemente fue reclutado para laborar en la hacienda “La Oaxaqueña” pues llegó a México en 1906. Posteriormente, diez años después, el doctor Kendo Koi y Junsaku Mizusawa1 se asentaron en Otatitlán, lugar donde atendieron a miles de pacientes y fueron tan queridos y reconocidos que cuando se les obligó a concentrarse en la ciudad de México, al estallar la guerra entre Estados Unidos y Japón en diciembre de 1941, las autoridades municipales y la población solicitaron su regreso al propio presidente de la Republica, Manuel Ávila Camacho. El otro inmigrante que llegó a esta población en el año de 1915, procedente de la prefectura de Aichi, fue el bisabuelo de Julio, Yasuo Kojima.

Registro de extranjero de Yasuo Kojima (Foto: Archivo General de la Nación de México)

Kojima se integró rápidamente a la comunidad de Otatitlán, adoptó el nombre en castellano de José, y se unió con una indígena de la región, Genoveva Salas. En el año de 1923, fruto de esta relación, nació José Ernesto Kojima Salas pero los fuertes vientos que sacuden la vida de las personas, transformaron esta historia amorosa en una de desamor –como lo recuerda Julio. Yasuo Kojima abandonó a su compañera y a su hijo recién nacido y huyó con la prima hermana de Genoveva, formando otra familia. El pequeño José Ernesto creció sin su padre pero también alejado de los lazos y raíces que lo ligaban a la historia y la cultura del Japón. Tuvieron que pasar décadas para que los vientos del Sotavento trajeran un nuevo ambiente y que los descendientes de Kojima se encargaran de descubrir y reconstruir esa parte, un tanto oculta, de sus raíces.

José Ernesto Kojima, como la gran mayoría de la población ribereña del río Papaloapan, estuvo ligado a las actividades relacionadas con la pesca y la agricultura propias del lugar. Kojima se especializó en la carpintería ribereña; es decir, en la construcción de pequeñas embarcaciones para el uso de la pesca y de la transportación de los lugareños hacia otras poblaciones. José Ernesto se casó con Sofía Villavicencio, matrimonio que procrearía ocho hijos.

José Ernesto Kojima Salas (Foto: colección de Julio Mizzumi Guerrero Kojima)

A pesar de que José Ernesto no estuvo interesado la mayor parte de su vida en buscar o tener contacto con su padre, finalmente fue Yasuo quien envió, a la edad de 88 años, una carta a su hijo en la que le solicitó lo visitara en la ciudad de México donde radicaba. El encuentro ya no se pudo realizar, pero de algún modo construyó un puente para que toda la familia se interesara en el origen de su apellido. La hija mayor de José Ernesto, Margarita, fue una de las encargadas y más interesadas en develar el origen japonés de su familia y asumirlo abiertamente. A pesar del abandono de su abuelo, Margarita reconocía que aunque las raíces no se vean, son el soporte que sostenía su familia y que esa herencia no se podía borrar. Margarita consideró entonces que era conveniente mostrar de manera positiva lo que la mayoría de japoneses habían aportado al pueblo de Otatitlán: su trabajo, su honestidad y su servicio a la comunidad. La forma más sencilla en que Margarita asumió esa herencia fue la de poner a cuatro de sus seis hijos un nombre japonés.

Conscientes de esa situación, Julio Mizzumi y sus cinco hermanos, encabezados por su madre Margarita, se abocaron a defender las raíces y las identidades de las que provienen. Una tarea compleja, debido a que los orígenes de la comunidad de Otatitlán y de la región más amplia en la que está inmerso el pueblo son múltiples y se remontan a la formación de la nación mexicana desde antes de que los españoles conquistaran México. En esta amplia región de Sotavento, habitaban ya diversos pueblos indígenas al momento de la conquista en 1521; estos pueblos eran tributarios del imperio mexica, al que surtían de cacao, ámbar y plumas de guacamaya, entre otros tantos productos. Durante el periodo colonial, con la llegada de poblaciones europeas y africanas, se fue creando una diversidad de tradiciones y costumbres, fruto de la naturaleza misma del lugar y de la influencia de las culturas amerindias, europeas y africanas.

El “río de las mariposas” (Foto: colección de Julio Mizzumi Guerrero Kojima)  

En este amplio mosaico de influencias culturales fue desde donde Julio Mizzumi y toda su familia empezaron a actuar para consolidar las raíces de dónde venían. Para ello contaban con un acervo importante: el reconocimiento de la comunidad de Otatitlán por la capacidad de trabajo y tenacidad de los Kojima como pescadores y conocedores de la cultura culinaria veracruzana. De este modo, la familia se abocó a conservar y difundir, desde el seno de la misma comunidad, las tradiciones populares que incluyen además el son jarocho y el fandango, haciendo participar de manera prioritaria a los niños y jóvenes. Esta primera actividad, permitió que Julio Mizzumi no sólo fuera reconocido como portador de esa tradición musical sino que se ligara a sus orígenes japoneses al ser invitado a dar conciertos y difundir el son jarocho en Japón en el año de 2005.

Actividades en el “Jardín Kojima”. Familia Kojima, alumnos y un invitado de Japón (Foto: colección de Julio Mizzumi Guerrero Kojima)

En segundo lugar, la otra actividad de la familia se empezó a organizar desde el patio de la casa de Doña Margarita. En este lugar se creó el espacio denominado “Jardín Kojima” con el propósito de conservar y preservar las plantas de ornato y comestibles del rico ecosistema de esta región2. En este mismo lugar es donde se imparten además clases de son jarocho y zapateado, entre otras actividades, mediante las cuales se pretende difundir, igualmente desde el seno de la comunidad y con la participación de la misma de manera autogestiva, una serie de valores que se sustentan en el amor por la conservación y limpieza del medio ambiente y en los lazos de solidaridad, respeto y convivencia del ser humano.

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Notas:

1. Ver la historia de ellos en “Kendo Koi y Junsaku Mizusawa: médicos japoneses en Veracruz y Oaxaca” (Descbura a los Nikkei, 2 de noviembre de 2018)

2. Una versión muy detallada sobre este aspecto puede consultarse en Verónica Espinosa G. “El Jardín Kojima de Otatitlán, Veracruz”, inédito.

 

© 2019 Sergio Hernández Galindo

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Acerca del Autor

Sergio Hernández Galindo es egresado de El Colegio de Méxicodonde se especializó en estudios japoneses. Ha publicado numerosos artículos y libros sobre la emigración japonesa  a México como a Latinoamérica.

Su más reciente libro Los que vinieron de Nagano. Una migración japonesa a México (2015) aborda las historias de los emigrantes provenientes de esa Prefectura antes y después de la guerra. En su reconocido libro La guerra contra los japoneses en México. Kiso Tsuru y Masao Imuro, migrantes vigilados explicó las consecuencias que el enfrentamiento entre Estados Unidos y Japón acarreó para la comunidad japonesa décadas antes del ataque a Pearl Harbor en 1941.

Ha impartido cursos y conferencias sobre este tema en Universidades de Italia, Chile, Perú y Argentina así como en Japón donde fue parte del grupo de especialistas extranjeros en la Prefectura de Kanagawa y fue becario de Fundación Japón, adscrito a la Universidad Nacional de Yokohama. Actualmentees profesor-investigador de la Dirección de Estudios Históricos del  Instituto Nacional de Antropología e Historia de México.

Última actualización en abril de 2016

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