La primera experiencia de Jorge Vargas Tsuruda en Japón fue alucinante. Era un adolescente (aún estaba en el colegio) y había viajado al país con su hermana, también escolar, para visitar a sus padres, ambos dekasegi.
Creyó que serían unas vacaciones, pero fueron dos meses de trabajo. Ni siquiera tuvieron tiempo para aclimatarse. Llegaron un fin de semana y el lunes ya estaban trabajando. Fue “una cosa bien loca”, recuerda.
El primer choque fue el crudo invierno japonés. El segundo, exprimir el cuerpo para ganarse el …