Parte 3 >>
Kimochi
Este Japantown, aunque sea comercial, puede sentirse como propio, refiero a la afinidad a aquellos lugares gestionados y erigidos por los abuelos en los que uno creció y a los que continúa yendo a pesar de ser siempre los mismos, y a los que se va hasta por costumbre.
Fue una sensación similar a la que siento cuando entro en el edificio de la Asociación Peruano-Japonesa (en el mismo distrito donde vivo) donde he realizado mis exposiciones artísticas o como cuando voy al AELU (aunque se necesite carnet de socio), lugar donde pasé muchas vacaciones de verano cuando me obligaron a tomar clases de deportes que hoy no juego –ninguno- y donde, años después, liberaba mi estrés por estudios en la piscina temperada durante los inviernos.
La sensación de pertenencia fue grata, será aquel kimochi, indefinible para las lenguas occidentales según me dicen, que impregna de sus energías positivas aquel lugar tranquilo y que los Nikkei sanfranciscanos utilizan para relajarse, ir al cine y comer, siempre en conexión con el origen de nuestros ancestros.
Por ello, por el kimochi, es que somos Nikkei similares, en todo el planeta.
Nuevamente, el almuerzo cerró esta caminata grata que hicimos en compañía de un doctor médico amigo que poco sabía de la cultura japonesa y menos de sus comidas; estuvo dispuesto a probar todo y a ver todas las tiendas en curiosa admiración.
Él almorzó un Katsu-udon, yo un udon con 6 vegetales y arroz con huevos de pescado (no recuerdo el nombre) y mi señora un Chicken katsu. La experiencia fue muy interesante ya que la expectativa, por estar en los Estados Unidos, se asemejaba a una comida artificial o con sabores sintéticos pero fue todo lo contrario.
El sabor fue intenso y peculiar, muy japonés –según mi paladar-, tal como recuerdo que se comía en casa cuando la abuela cocinaba con los ingredientes que encargaba de Japón, congelados por mucho tiempo, casi venerados porque se utilizaba hasta el último gramo.
Los olores fueron fáciles de relacionar con la comida japonesa (muy distintos a los que se sienten en aquella cadena de comida japonesa al estilo estadounidense); otra vez, me hizo recordar los olores de las experiencias de niño cuando comía comida japonesa.
El ambiente del restaurante completó lo gratificante de haber caminado hasta allí, preparándonos para el retorno al downtown, caminando también, cuando, después de pagar la cuenta una viejita nos preguntó de dónde veníamos…
Primero creyó que éramos mexicanos pero el sonido –dijo- no parecía; de Perú, respondimos y habló de su visita a Machu Picchu, de que es tercera generación (Sansei) y nos deseó un feliz retorno sosteniendo 4 descartables para comida. Esto hizo que la identificación con el lugar sea permanente dejándonos las ganas de regresar otra vez.
Más información en www.sfjapantown.org (inglés).
© 2011 Victor Nishio Yasuoka