Hace cuarenta y cinco años atrás, mi padre, Tatsuo Inouye, y yo nos sentamos en la cocina de la familia para transcribir su diario del campo de concentración del Tule Lake. Mis dos hijos pequeños, hoy en sus cincuenta, estaban durmiendo en el cuarto trasero mientras nosotros perfeccionábamos la transcripción noche tras noche en un cuarto sombrío hasta que tuviese un trabajo para mi clase en UCLA.
No era tan solo una tarea; era nuestra historia familiar, nuestra voz y nuestro sello en los Estados Unidos.
Como una sansei nacida al fin de la enc…