Hasta cuando mi querida esposa Alice falleció de un momento a otro el año pasado, yo me consideraba el hombre más afortunado del mundo. Estuvimos felizmente casados por 65 años y tuvimos cuatro hijos, ahora adultos, y diez nietos. En perfecta simetría de géneros, tuvimos dos hijas y dos hijos, y ellos por su parte nos dieron cinco nietas y cinco nietos.
Hacíamos juntos casi todo -esto incluía ver muchos deportes. Al principio vimos a nuestras hijas jugar básquetbol y sóftbol en el Club Japanese American Optimist (JAO), t...