LA CONCENTRACIÓN EN LA CIUDAD DE MÉXICO: NUEVA EMIGRACIÓN FORZADA
Al declararse la guerra entre Japón y Estados Unidos, el gobierno mexicano decidió concentrar a todos los japoneses y sus descendientes en las ciudades de México y Guadalajara. Al mismo tiempo rompió relaciones con Japón y suspendió todo vínculo comercial y postal.1 Sin importar su edad o sexo, o si ya eran ciudadanos mexicanos, la decisión que tomó el gobierno del presidente Manuel Ávila Camacho se debió a la exigencia del gobierno estadounidense de vigilar estrechamente a toda la comunidad ante una supuesta invasión que planeaba el ejército japonés.
En un principio, en el mes de diciembre de 1941 —a unos días del ataque a Pearl Harbor—, la concentración obligó, de manera inmediata a movilizar a todos aquellos que vivían a lo largo de la frontera norte, principalmente en las ciudades del territorio de Baja California. Después, en los primeros meses de 1942, fueron movilizados hacia el centro de la República todos los residentes japoneses que vivieran en otros puntos del país. El secretario de Gobernación, Miguel Alemán, anunció a finales de ese mes el "estricto control de la población extranjera residente en el país", pero además pidió "perfeccionar los servicios establecidos en contra del espionaje y del quintacolumnismo".2 Como parte de estas medidas se congelaron los depósitos en instituciones bancarias, la clausura de los centros de reunión en el D.F. y, finalmente, la cancelación de las cartas de naturalización anteriores a 1939.3
Al momento de la guerra, la gran mayoría de los emigrantes japoneses se encontraba fuera de la ciudad de México, por lo que la concentración significó en realidad un nuevo trance migratorio y un cambio radical en su entorno de vida, con un añadido más: ser considerados enemigos de la patria y como posibles "quintacolumnistas" del Imperio Japonés,4 motivo por el cual debían estar vigilados estrechamente.
A partir de entonces, fueron estigmatizados racialmente como no había sucedido antes. Afirmaciones como las de que Japón invadiría Estados Unidos y el Canal de Panamá se difundían de manera ligera con el propósito de atemorizar a la población, señalando además que México era el país que "elegirán los agresores".5 Más aún, de manera sumaria se llegó a afirmar que las comunidades japonesas y las de los países del Eje asentadas en todo el continente "son dirigidas desde sus países de origen"6 y que en particular la japonesa "pertenece en cuerpo y alma al gobierno japonés".7
A todo esto habría que agregar que Estados Unidos y Gran Bretaña divulgaron "listas negras", con la intención de prohibir negocios con las compañías propiedad de japoneses. En estas listas se encontraban La Compañía Internacional de Comercio y otras empresas más de Kiso Tsuru, y el almacén El Nuevo Japón, de Heiji Kato.8 Posteriormente se agregarían —ya en plena persecución— pequeñas tiendas de abarrotes, farmacias, papelerías, boneterías, etcétera, que fueron confiscadas con base en una ley que se expidió en junio de 1942 —a semanas de la declaración de guerra contra Japón— sobre las propiedades y bienes del "enemigo" y se creó una comisión encargada de ejecutarla, presidida por Luis Cabrera.9
Para la comunidad japonesa en su conjunto, la guerra entre Estados Unidos y sus aliados en todo el continente contra Japón representó no sólo un profundo conflicto entre países sino que significó un rompimiento personal complejo, de sentimientos encontrados, entre la nación que los había alojado y la nación de la cual venían. Igualmente significó la separación de las familias y el alejamiento de sus ancestros que seguían en Japón. En algunos casos muy dolorosos, los emigrantes cuyos hijos nacieron en México y que por alguna razón los habían enviado a Japón de visita o a estudiar, sufrieron una separación abrupta, con la angustia permanente de no poder comunicarse hasta después de la finalización de la conflagración.
Existen estadísticas que discrepan sobre el número preciso de la población japonesa asentada en la República y del conjunto que se trasladó a la ciudad de México con motivo de la concentración. Como ya se mencionó, la cifra estimada de japoneses que ingresaron al país era de 14 mil; sin embargo, los números del total de japoneses que se encontraban al momento de la guerra rondan entre los cinco o seis mil, de acuerdo con diversas fuentes. La misma comunidad en México10 sostiene esa cifra, en tanto que la Secretaría de Gobernación da un total de 6.232 personas,11 el Buró Federal de Investigación (FBI, por sus siglas en inglés), 5.14612 y los informes de inteligencia japoneses, 5.470.13
A pesar de que se puede pensar que el acoso, concentración y vigilancia sobre la comunidad japonesa fue fruto del ataque a Pearl Harbor, muchos años antes ya se le vigilaba, no sólo en Estados Unidos sino en toda Latinoamérica. El FBI y los agregados navales y militares en las embajadas de ese país en todo el continente eran los encargados de mantener esa atención, pero incluso el propio presidente Roosevelt solicitó al embajador estadounidense Josephus Daniels un informe sobre la situación de los japoneses en México desde el año de 1933.14
El motivo de la concentración en México y la persecución tienen relación entonces con la política de seguridad nacional estadounidense que se empezó a implementar años atrás y que significaba la puesta en marcha de toda una estrategia a nivel continental ante la convicción de los altos mandos militares y del propio presidente Roosevelt de que la política de seguridad de su país debía tener presente la posibilidad de un ataque al continente por Alemania y, posteriormente, en el flanco del Pacífico, por el ejército japonés. El caso de México fue tratado de manera especial pues se pensaba que el territorio podía usarse como punto de ataque de la armada japonesa. Estados Unidos, mediante las Conferencias Continentales de los gobiernos de América que se sucedieron antes del estallido de la guerra, elaboró un plan de defensa continental que cubría desde el Polo Norte al Polo Sur y que involucró prácticamente a todos los países del continente.15 En estas conferencias se abordó la situación de las comunidades de los países del Eje y se decidió limitar los derechos de las mismas, mediante la cancelación de los permisos de naturalización y otras medidas que controlaban el flujo y la vigilancia de los mismos y que se plasmaron en modificaciones en las legislaciones de todos los países del continente.16
La reclusión de más de 120 mil japoneses-estadounidenses en diez campos de concentración, el traslado de dos mil miembros de las comunidades japonesas en América Latina (básicamente peruanos) a los campos estadounidenses y las políticas de vigilancia y acecho en todos los países del continente fueron acciones concertadas de manera multinacional, bajo la presión de la política de Estados Unidos. Es necesario reconocer, sin embargo, que debido a la postura del gobierno mexicano ningún japonés que vivió en México fue enviado a la nación del norte; además de que existió un arreglo con la misma comunidad que permitía que los cerca de 660 japoneses que se concentraron en la Hacienda de Temixco, Morelos, tuvieran un medio de subsistencia al cultivar las tierras.17 A pesar de lo anterior y de que la concentración en la ciudad de México no adquirió formas tan violentas, se violaron de manera flagrante los derechos humanos de los japoneses sin tomar en cuenta los preceptos constitucionales, incluso cuando tiempo, después se decretó la suspensión de las garantías individuales en junio de 1942.18
Las acciones más severas contra los inmigrantes japoneses incluyeron el encarcelamiento de algunos de ellos, como fue el caso del joven Masao Imuro, quien llegó en enero de 1941 a la ciudad de México. Debido a la estrecha vigilancia de la que eran objeto los residentes japoneses, se le incautaron a Imuro cartas dirigidas a sus amigos de Japón, en las que fanfarroneaba que cometería atentados contra el presidente Roosevelt y contra el Canal de Panamá, además de que criticaba al gobierno mexicano; ello le costó permanecer siete años en prisión al ser considerado "peligroso", sin juicio alguno, y salir hasta 1949, ¡a cuatro años de haber terminado la guerra!19
Por su parte, el señor Heiji Kato de El Nuevo Japón fue acusado de espionaje al estallar la guerra, por estar involucrado en un contrabando de mercurio con destino a Japón, que fue descubierto por las autoridades portuarias de Manzanillo; Kato salió del país en febrero de 1942 junto con el cuerpo diplomático de la Legación japonesa.20 Al señor Kiso Tsuru también se le acusó de espionaje, de acuerdo con los informes de la Dirección de Investigaciones Políticas y Sociales de Gobernación y del FBI;21 no obstante, nunca se le encarceló.
Para ayudar al grupo de concentrados que llegaban a la ciudad, el gobierno permitió la formación de un denominado Comité de Apoyo Mutuo, Kyoeikai, bajo la dirección de los señores Matsumoto, Kato y Tsuru. La embajada japonesa aportó cerca de 200 mil pesos como fondo para los gastos de ayuda a la comunidad, que se destinaron para alquilar un local en la colonia Santa María que sirviera de alojamiento para los concentrados. Sin embargo, fue insuficiente por lo que el señor Matsumoto hospedó a algunos de ellos en su hacienda El Batán, ubicada en la actual Unidad Independencia, en Contreras.
Además, para poder sostener a las personas que no tuvieran trabajo, Matsumoto,gracias a las buenas relaciones que mantenía con el propio presidente de la República, Manuel Ávila Camacho, y con su hermano, Maximino, se le autorizó la compra de una hacienda en Temixco, Morelos, para que cerca de 600 personas pudieran sostenerse cultivando arroz y verduras durante el tiempo que duró la guerra, como ya se había mencionado.22
Notas:
1. El Universal, 10 de diciembre de 1941, p. 3.
2. El Universal, 28 de diciembre de 1941, primera plana.
3. Diario Oficial, 17 de diciembre de 1941 y 15 de enero de 1942.
4. El Universal, 13 de diciembre de 1941, primera plana, segunda sección.
5. Desplegado de la Confederación Nacional Campesina (CNC), en El Universal, 13 de diciembre de 1942, segunda sección, p. 5.
6. El Universal, 25 de diciembre de 1941, p. 3.
7. El Universal, 7 de enero de 1942, p.3.
8. Excelsior, 14 de diciembre de 1941, primera plana.
9. Para un revisión más detallada sobre la concentración véanse mis artículos "La guerra interna contra los japoneses", en Dimensión Antropológica, año 15, vol. 43, mayo-agosto de 2008; "México en el fuego de la Segunda Guerra Mundial: japoneses concentrados", en Diario de Campo, suplemento núm. 43, mayo-junio de 2007. Igualmente, Francis Peddie, "Una presencia incómoda: la colonia japonesa de México durante la Segunda Guerra Mundial", en Estudios de Historia
Moderna y Contemporánea de México, núm. 32, julio-diciembre de 2006.
10. Takeshi Matsumoto (ed.), Nichiboku Koryushi [La historia de las relaciones entre México y Japón], PMC,Tokio, 1990, p. 561.
11. El Universal, 14 de diciembre de 1941, primera plana.
12. Franklin D. Roosevelt Library. Harry L. Hopkins Papers, "Totalitarian Activities México Today 1942", September 1942. (En adelante, FDLR-LB.)
13. FDLR-LB, Harry L. Hopkins Papers, "Japanese Pre-war Colonization".
14. Josephus Daniels Papers, Library of Congress, citado en Greg Robinson, By Order of the President. FDR and the Internment of Japanese Americans, Harvard University Press, Cambridge, 2001, p. 51.
15. Esta estrategia es muy bien explicada por María Emilia Paz, Strategy, Security and Spies. Mexico and the U.S. as Allies in World War II, University Press, Pennsylvania, 1997, pp. 9-24.
16. Edward N. Barnhart, "Citizinship and Political Tests in Latin American Republics in World War II", en Hispanic American Historical Review, vol. XLI, núm. 3, agosto de 1962, pp. 297-332.
17. Takeshi Matsumoto, op. cit.,p. 568.
18. Diario Oficial, 13 de junio de 1942.
19. Los documentos sobre el caso de Masao Imuro se encuentran en el Archivo General de la Nación, así como en la Franklin D. Roosevelt Library, Harry L. Hopkins Papers, lo que demuestra la colaboración de ambos gobiernos en la concentración y vigilancia. Preparo un estudio sobre el caso de Imuro que se publicará próximamente.
20. AGN, DIPS.
21. AGN, DIPS, caja 377-28.
22. Teiji Sekuguchi, op. cit., pp. 11-13.
* Este artículo fue originalmente publicado en Carlos Martínez Assad (ed) La Ciudad Cosmopólita de los Inmigrantes. Mexico, Gobierno del DF. 2010.
© 2010 Sergio Hernández Galindo