Nosotros nos encontramos en el Perú, somos producto de la inmigración japonesa, nuestro país es el segundo con más inmigrantes japoneses y nikkei nacidos aquí. Quisiera contarles una historia que relaciona a mi hija con Ryukyukoku Matsuri Daiko (RKMD). Se inicia hace un poco más de 14 años. Mi esposa y yo nunca habíamos escuchado sobre el eisa. Un familiar comentó que habían abierto las inscripciones para que los jóvenes se unan a RKMD, una agrupación donde tocaban taiko. Eran esos tambores grandes que se ven en la música tradicional japonesa, bailando eisa, una danza tradicional de Okinawa que se realiza en tiempo de Obon, cuando se honra a los espíritus de los antepasados.
El lugar era en la Asociación Estadio La Unión (AELU) en Lima, Perú, para nosotros el centro de la integración nikkei. Precisamente eso era lo importante, que nuestra hija se vincule con otros jóvenes producto de la inmigración japonesa. Ella había desarrollado una animadversión a sus raíces. Siento que la había heredado de mí, tengo la impresión de que los que estudiamos en colegios “no nikkei”, tratamos de ocultar ese lado que nos identifica con nuestras raíces, aunque muchas veces es evidente por nuestros rasgos.
Creo que en el fondo es un mecanismo de defensa para evitar la discriminación, la burla de los niños, que pueden resultar muy crueles. A ella le gustaba el baile, pero no precisamente folklore japonés u okinawense, ni música; ni la comida le atraía, claro, el boom gastronómico en nuestro país todavía era incipiente. Han pasado tantos años, mi hija estaba en el colegio en esa época que ingresó a esta agrupación, terminó el colegio, su carrera de Administración en la universidad, luego empezó su vida laboral, y sigue en el eisa. Luego de muchos años me pregunto qué encontró en ello.
Recuerdo que fueron dos vecinos quienes finalmente la animaron para ir los tres. Nosotros vivíamos en la antigua Hacienda San Agustín del Callao. Lo ideal era que vayan varias personas por la dificultad de movilizarse y por seguridad, lo anecdótico fue que ella era la menos interesada en ir. Luego de un tiempo, ellos abandonaron y mi hija se quedó, es difícil hacerse un tiempo, ir a ensayar es tedioso y aburrido, mientras ves a otros que se van a divertir. Ella dio un giro total a su vida desde ese momento que empezó como junior. Era una principiante, pero debo reconocer que en ella se forjó una disciplina, incluyéndola en su vida cotidiana, de ahí no ha parado hasta el día de hoy, involucrada actualmente en la comisión de organización del 25 aniversario de RKMD.
A través de los años, se ha relacionado con otras agrupaciones de nuestra comunidad, incursionando en bailes, los odori. Hace hasta lo imposible por asistir a todos los ensayos y presentaciones. Lo hace con tanta pasión que, aunque sea siempre los fines de semana, posterga descansos y compromisos. El año pasado estuvo lleno de actividades. Ella ha visto pasar infinidad de jóvenes, algunos en forma pasajera, atraídos por las presentaciones, por el lindo uniforme, el verse fotografiados con su taiko para subirlos a sus redes sociales, para luego abandonar por la falta de disciplina. Otros se han visto obligados a tomar distintos caminos, luego de años, abandonando por falta de tiempo, algunos decayendo en esa pasión con la que iniciaron; otros entendiendo que su ciclo en la agrupación había terminado. También están los que han formado parte de otras agrupaciones, en busca de otras sensaciones, tanto de taiko, como de distintas muestras artísticas.
Estoy seguro de que cada una de las personas que pasaron por la agrupación no van a olvidar esa adrenalina cuando se participa en el Matsuri del AELU cada año, poniendo en escena un espectáculo con todos los miembros, danzando a la vez, como se hace en Okinawa. Solo basta ir a un Matsuri del AELU, donde cada año mi hija ha participado sin falta.
Este es un arte escénico y es impresionante ver a todos juntos, bailando, tocando a la vez, ya sea taiko o paranku, con el sonido del sanshin, cantando, gritando, como dando fuerza, ánimos a los demás, cuidando, cubriendo al compañero, porque al final son un todo, un grupo siempre sólido, aunque sean unos cuantos o sean más de cien danzando. Eso que sienten ellos, lo transmite y lo siente cada uno de los espectadores, con cada golpe de los taiko a la vez, haciendo retumbar, todos en armonía, ver las banderas flamear, dejándolo todo en cada presentación. RKMD es una familia donde los chicos han involucrado a sus padres, hermanos, familiares y amigos para integrarse de una u otra manera. Algunos ingresarán, otros se irán, pero estoy seguro de que, sin excepción, les va a describir esa emoción, la adrenalina que genera, especialmente cuando se baila en un Matsuri, juntándose como cine personas, al lado de los niños, jóvenes y mayores, transmitiendo a los espectadores esa misma emoción al danzar al ritmo de los tambores, cada golpe, un latido.

Realmente no podía entender todo esto, de manera que busqué que era Ryukyukoku Matsuri Daiko (RKMD), me encontré con una agrupación cuyo origen está en Japón, en Okinawa, fue en el año 1982 que jóvenes quisieron crear una nueva cultura. Para ello, usaron los movimientos del karate y coreografías basadas en el eisa. Ellos acogen a personas de cualquier edad, género o nacionalidad, se han expandido fuera de Okinawa, aunque parezca increíble, con 51 sucursales en todo Japón y 30 en el extranjero (en ocho países). Las de nuestro país son parte de RKMD, la filial de Perú. Frases como: “La gente baila, la gente canta”; “Cuando la gente es feliz, la tierra se convierte en un escenario”; “Chubachi (golpe del taiko) hará cincuenta amigos”, esa era la clave, el objetivo era mil tambores de eisa a la vez y no solo para obon; era unir corazones con cada golpe de taiko, juntar a los jóvenes con un propósito en común.
Estas son agrupaciones sin fines de lucro, lo que es apreciado en Okinawa: dar todo sin esperar nada a cambio, solo buscando ser felices, cantando, bailando, convertirse en amigos, siempre soñando, sin importar que nos pueda separar un idioma; el sentimiento los une, ellos quieren establecer un puente. Desde el año 2009, bajo el título de “Earth Special Acer Pageant”, todas las sucursales, tanto de Japón como las del resto del mundo, pueden actuar simultáneamente, llevando la cultura de Okinawa al mundo entero.

Ryukyukoku Matsuri Daiko Filial Perú es una agrupación que durante estos 25 años ha participado sin negarse a cada invitación de todo evento de dentro y fuera de nuestra comunidad nikkei, como una forma de mostrar nuestras raíces okinawenses y de integración. Alberga a todas las personas, sin ser requisito ser nikkei, acoge a quien pueda desarrollar ese cariño a la cultura okinawense. Durante todos estos años han pasado muchas personas que han integrado la agrupación, que han dejado huella, llevándose ese cariño, ese amor recibido en cada evento en el que han actuado. Es el momento que todos les devolvamos ese cariño, por la entrega desinteresada de RKMD, difundiendo una parte de nuestra cultura, de nuestras raíces okinawense.
Para el sábado 15 de febrero, como culminando las celebraciones del 25 aniversario, han preparado un espectáculo en el Teatro Peruano Japonés llamado “Hibiki: Cada latido del taiko, una emoción”. El invitado especial es el artista Hidekatsu. Ellos esperan nuestra presencia, al igual que RKMD ha estado en cada invitación recibida por cada institución dentro y fuera de nuestra comunidad. Las celebraciones de umaredoshi (cumpleaños según el horóscopo chino), bodas, aniversarios, inauguración de locales comerciales, etc. Este 15 de febrero, tenemos una cita con RKMD, ellos nos esperan.
© 2025 Roberto Oshiro Teruya