
El ministro Aimaro Satō (佐藤愛麿) fue el segundo enviado extraordinario y ministro plenipotenciario japonés residente en México, con concurrencia en Perú (el primero había sido Yoshibumi Murota [室田義文], desde marzo 1897), iniciando su gestión diplomática el 5 de diciembre de 1900. El diplomático presentó sus cartas credenciales ante el presidente Porfirio Díaz Mori el día 13 del mismo mes.
Durante su alocución refirió su firme intención de mantener y promover aún más las relaciones amistosas entre los dos países. Al mismo tiempo, hizo referencia al tratado de amistad, comercio y navegación que habían firmado México y Japón (1888) “sobre la base de justicia e igualdad, a fin de marchar una a la par de la otra al brillante provenir que las aguarda”.1
La referencia de la negociación de ese instrumento jurídico, que permitió formalizar los contactos diplomáticos entre esas dos naciones, se ha convertido en una constante permanente en los discursos gubernamentales para poner en relieve el apoyo de México en la renegociación de los tratados desiguales que habían sido impuestos por las potencias occidentales.
Por su parte, el responsable del poder ejecutivo mexicano hizo mención al admirable desarrollo de Japón, que había logrado combinar la sabiduría de “Oriente” con los grandes adelantos de la civilización “Occidental”, por lo que su gobierno refrendaba su interés en profundizar los lazos fraternales que los une para ampliar el comercio bilateral en beneficio mutuo.2 Asimismo, para el inicio del siglo XX una referencia obligada era el vertiginoso proceso de modernización japonesa, el mismo que era referido como una experiencia que debía de tomarse en consideración para otros países del mundo.
Satō era un experimentado diplomático, por casi veinte años estuvo acreditado en la representación diplomática de Japón en los Estados Unidos. Lo anterior le permitió tener contacto con México, no sólo por la proximidad geográfica, sino por las constantes noticias que la prensa estadounidense reproducía sobre su situación política y económica frente a los procesos de modernización que también se desarrollaban en el país bajo la administración porfirista.
Además, por el hecho de que la Legación de Japón en Estados Unidos (hasta 1906 se convirtió en embajada) estuvo encargada de los asuntos con México. En ese marco, Gozo Tateno (建野郷三) viajó a México en el verano de 1891 para presentar sus cartas credenciales como enviado extraordinario y ministro plenipotenciario bajo la modalidad de concurrente.
Por su parte, Satō después sería asignado primer secretario en Francia y Alemania, para después regresar al continente americano en su primera asignación con el rango de ministro en México. En el verano de 1901, partió para Lima, Perú, para presentar sus cartas credenciales en su calidad de diplomático concurrente desde la ciudad de México. Después de su retorno, la prensa siguió las actividades del funcionario y en una nota realizada por el Mundo Ilustrado destacó la visita a la Legación y la residencia diplomática japonesa, ubicada en la calle Patoni número 1, cerca del Paseo de la Reforma y a una distancia corta del edificio de la Secretaría de Relaciones Exteriores.
El periodista hizo una detallada crónica del inmueble, el cual fue definido como sencillo, pero con una “rara elegancia” debido a la combinación de la imaginación artística japonesa con el arte decorativo moderno. Además, expresa su asombro por el jardín adornado por plantas japonesas, el cual tenía una fuente en el centro que contenía peces de “raros colores” (Imagen 1). Asimismo, describió la existencia de un invernadero que estaba bajo el estricto cuidado de la esposa del ministro Satō.
La nota periodística continúa con la descripción del salón de recepciones, el cual tenía una combinación de mobiliario francés con “una gran cantidad de japonerías que encierran verdadero arte” y en los muros de esa habitación destacaban diversas pinturas con diversos paisajes del territorio mexicano. Asimismo, apunta que las cortinas “son de seda tan fina que, no obstante, de ser de doble tela”, se podía tomarla desde el centro de la misma con un solo puño (Imagen 2).
El despacho del ministro Satō, como se describe en la crónica, se encontraba en el lado oriental del inmueble. De igual forma, el reportero apunta que tenía una mezcla de sencillez y elegancia, el escritorio estaba ubicado en la ventana, donde se encontraba una jaula con un jilguero mexicano que acompaña al funcionario japonés en su jornada de trabajo. También refiere que “en medio de los trinos del ave, el Sr. Ministro se entrega a trabajar y manifiesta en ello satisfacción muy especial”.3 Un mapa de la República Mexicana se ubicaba en la parte posterior, marcando los lugares que “impulsarán en su patria la inmigración rumbo a las más ricas zonas de nuestro país” (Imagen 4). El periodista concluía que la Legación japonesa era una de las “más bien dispuestas y más ricamente instaladas en México”.
La relevancia del anterior reportaje en la actualidad es la escasa información disponible sobre el interior de la Legación japonesa, ubicada en la periferia del centro de la ciudad de México, a una distancia cercana de la Alameda y de varias dependencias del gobierno mexicano, como la ya mencionada Secretaría de Relaciones Exteriores, pero también de la Secretaría de Gobernación. En ese sentido, su localización era ideal para desarrollar sus actividades diplomáticas, pero también muy cercana para desarrollar una vida social por la proximidad a diversas áreas recreativas, restaurantes y teatros.
El ministro Satō, después de dos años y medio, se retiró de México ocupando otras responsabilidades diplomáticas en el exterior, hasta que, entre 1916 a 1918, fue designado embajador de Japón en los Estados Unidos, falleciendo en 1934. Un par de años después, la oficina diplomática japonesa se cambió para la calle Primera de Hamburgo número 1, para después trasladarse a la naciente colonia Roma de la Ciudad de México.
Notas:
1. “Recepción del Señor Ministro del Japón”, El País, 14 de diciembre de 1900, p.2.
2. En el salón de Embajadores. “Recepción del Sr. Ministro del Japón. Discursos cambiados”, El Imparcial, 14 de diciembre de 1900, p.1.
3. “Las residencias diplomáticas en México. Legación japonesa”, El Mundo Ilustrado, 29 de septiembre de 1901, pp. 4-5.
© 2025 Carlos Uscanga