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Mamá se llamaba Saturnina, nosotros tuvimos mejor suerte

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El autor con su hijo Akio en una ceremonia okinawense, eligiendo una calculadora. Actualmente Akio está en el 6to ciclo de Ingeniería de sistemas.

¿Quién no se ha preguntado en algún momento si le agrada su nombre? ¿Realmente nos sentimos cómodos con esta elección? ¿En qué se basaron nuestros padres al elegirlos?

Mi nombre es Manuel Roberto. Tengo dos nombres oficialmente y uno en japonés que no figura legalmente. En nuestro país en general se escogen dos nombres de pila. Me llamo Manuel, igual que mi padre. Roberto no sé cómo lo eligieron, pero uno de mis primos también se llamaba así. Lo pienso bien, creo que tenían muchas dificultades para encontrar nombres adecuados. Veo en la familia nombres que se han ido repitiendo entre primos, tíos y demás familiares, por lo que optaron por el segundo para usarlo en la intimidad de la familia.

En casa había un Manuel: mi padre, por lo que usaron el Roberto para diferenciarnos, aunque a él lo llamaban por su nombre en japonés: Seijo en el entorno familiar, fuera de casa generalmente era Manuel. Mis hermanas y yo teníamos nombre en japonés, aunque este no estaba inscrito en nuestra partida de nacimiento. Mi nombre en japonés es Mitsuo.

Muy poco lo saben, siempre lo había ocultado a mis amigos, cuando lo supieron para ellos yo era el Hombre Par #1. Todos mis contemporáneos eran asiduos de un anime japonés que se veía por televisión, era de superhéroes llamado: “Perman (パーマン Pāman)”, aquí en Perú se llamó “El Hombre Par”, donde los protagonistas eran dos niños, una niña, un bebé y un mono, los que fueron reclutados por un alienígena enmascarado para luchar por la justicia. El personaje con el que me relacionaban era Mitsuo Suwa (Hombre Par #1).

Mi madre se llamaba Saturnina. Para ella era un sufrimiento su nombre, era objeto de burlas, no faltaba alguien que hacía una broma que le avergonzaba. Prefería que la llamen por su nombre en japonés: Shizue. Para mis padres fue difícil elegir los nombres de sus hijos, pero escogieron bien. No como le ocurrió a mi mamá, que se llamaba Saturnina.

Mis tías eran: Lorenza, Yolanda, Zoila y mi tío Benjamín. Decía que la tenían difícil mis padres, pero mis abuelos más y sus hijos pagaron las consecuencias. Para la mayoría de los inmigrantes el idioma era un obstáculo, unos con algún nombre agradable de algún santo que escogían del almanaque: si eras del 13 de mayo, las llamaban Fátima, por la Virgen de Fátima; si era del 16 de julio, las nombraban Carmen, por la Virgen del Carmen.

El problema venía cuando te escogían el nombre de algún vecino, como ocurrió con mi mamá y mis tías, o tal vez de la partera o de alguna vecina de cama en la maternidad. Mi tía Lorenza se llegó a cambiar de nombre y escogió el de Elena. Si bien es cierto mi papá se salvó con su nombre Manuel, lo que no pudo evitar es que lo inscribieran mal. Seguro mis abuelos, al no saber bien el español, la confusión del nombre en japonés (Seijo) sumada a la desidia del registrador municipal, hicieron que finalmente le pusieran a mi papá: Manuel Oshiro Seijo, es decir que Seijo aparece como apellido materno.

El tema de los nombres recién cobró importancia cuando tuve mis propios hijos. Existen muchas creencias, como que la elección de los nombres pueda marcar el futuro de las personas. Había escuchado de varios niños que les cambiaron su nombre en japonés al resultar enfermizos. La nueva elección cumplía con la tradición, luego del cambio llevaban una vida normal. Esto acentuó mi deseo de seguir la costumbre y escoger un buen nombre. Con mi primera hija nos pusimos de acuerdo, mi padre escogería el nombre en japonés, nosotros el occidental y le presentaríamos varias opciones a mi suegro, que era japonés, de los cuales escogería el más auspicioso. Queríamos seguir la tradición.

Se escribe el nombre y apellido paterno en japonés (en kanji, en uno de los sistemas de escritura), con la cantidad de trazos que resulte al escribirlo, da un número que puede ser determinante para el futuro de la persona, de manera que mi suegro se apoyó en el calendario Takashima Ekidan. Mi papá basó su elección en una cantante japonesa llamada Mayumi. Le gustaba el género Enka y de ahí salió. A nosotros uno de los nombres que nos gustaba era Melissa, de modo que fue Mayumi Melissa. En ese orden nos sonaba bien. Lo gracioso fue cuando en la clínica mi suegra preguntó cual era finalmente la elección, ella hablaba más en japonés o en uchinaguchi, el idioma de Okinawa. Al saberlo dijo: Mayumi está bonito, pero por qué escogieron ese nombre de pescado: Mer…rusa, a lo que mi esposa respondió que era Melissa, no merluza como el pescado. Finalmente nos hizo reír a todos y quedó como anécdota.

A nuestro segundo hijo le pusimos Akio Alexis. Durante años había pensado que uno no debería ponerles a sus hijos el nombre de un antepasado. Aunque mi papá era Manuel, yo era Manuel hijo, mi hijo tendría que ser Manuel nieto. Creo que cada persona debe crear su propia historia de vida. Al ponerle el nombre de un antepasado estará cargando la historia de ellos también, con todo lo bueno y malo, con lo que vendrán las odiosas comparaciones, y eso no es justo.

Para la elección del nombre de mi hijo no conté con la ayuda de mi padre, él no se encontraba ya muy bien de salud. Recién se estaba recuperando y por su enfermedad estaba deprimido, aunque la noticia del nieto la recibió con mucha alegría porque significaba que se iba a prolongar su apellido. Todos los días lo iba a ver a mi padre por las mañanas, antes de ir a trabajar. Él no se encontraba con muchos ánimos, mientras yo estaba un poco desorientado para elegir, tenía una sensación rara de que había tantas y a la vez tan pocas opciones.

Una de esas mañanas tomé un diario, un Perú Shimpo, una publicación diaria dirigida a nuestra colectividad nikkei. En ella se veían a las personas que sobresalían de nuestra comunidad, de pronto veo la noticia de dos karatecas participantes en eventos en el extranjero, habiendo obtenido medallas. Uno era Akio Tamashiro y el otro era Alexis Carbajal Kina.

Los vi y pensé que Akio y Alexis eran buenos nombres. Lo consulté con mi esposa y dio su aprobación, aunque creo que todas las opciones que le había presentado hasta el momento eran tan malas que esa de inmediato la aceptó. Hasta hoy, que mi hijo ya tiene 22 años, le digo que la segunda opción era Giacomo Yutaka, ante lo que en casa recibo una especie de bullying de todos. Definitivamente a nadie le gustaba. La opción elegida fue sometida al análisis respectivo por parte de mi suegro. La aprobó, de manera que así quedó.

Luego de elegir los nombres de ambos hijos, en casa se realizó una ceremonia en la cual se coloca un papel de color rojo, en donde se escribe el nombre en escritura japonesa y español con la fecha de nacimiento. Esta ha sido la experiencia que hemos tenido con respecto a los nombres, pienso que, después de todo, ha sido buena elección porque mi mamá se llamaba Saturnina, nosotros tuvimos mejor suerte.

 

© 2024 Roberto Oshiro

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Acerca del Autor

Roberto Oshiro Teruya es peruano de 53 años, de tercera generación (sansei); las familias de sus padres, Seijo Oshiro y Shizue Teruya, procedían de Tomigusuku y Yonabaru, respectivamente, ambos en Okinawa. Reside en Lima, la capital del Perú, y se dedica al comercio, en un local de venta de ropa en el centro de la ciudad. Está casado con la señora Jenny Nakasone y tienen dos hijos, Mayumi (23) y Akio (14). Su interés es seguir conservando las costumbres inculcadas por sus abuelos, como la comida, el butsudan y que sus hijos las sigan conservando.

Última actualización en junho de 2017

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