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Takeshi Morita: un pescador mexicano retenido en los campos de concentración norteamericanos

El 7 de diciembre de 1941 el ataque japonés a la flota norteamericana asentada en Hawái dio inicio a la guerra entre ambos países. De este lado del Pacífico, en todo el continente, esta fecha marcó también el comienzo de una guerra peculiar contra los cientos de miles de inmigrantes japoneses asentados en diversos países quienes fueron acusados de inmediato como “enemigos extranjeros”.

En Estados Unidos, durante la víspera de ese aciago día, los japoneses-americanos se preparaban para los festejos navideños y de fin de año. Estas comunidades de inmigrantes estaban sólidamente integradas a la economía y cultura norteamericanas. A pesar de ello, por la tarde de ese domingo, agentes del FBI se presentaron en los domicilios de muchos de ellos y arrestaron a cerca de dos mil personas, consideradas como “líderes” de la extensa comunidad que sobrepasaba las 120 mil personas. Los detenidos en esa primera redada eran maestros del idioma japonés, de karate, de kendo, de ikebana, encargados del culto shinto y pescadores.

La Isla Terminal, ubicada enfrente del puerto de Los Ángeles, donde habitaban más de tres mil inmigrantes japoneses y sus familias, que se dedicaban a la pesca o que eran trabajadores en las industrias empacadoras de pescado y mariscos, fue puesta en estado de sitio y el ejército tomó el control de la población. Los pescadores inmigrantes fueron de los primeros considerados peligrosos por la actividad que realizaban y se les acusó, sin ninguna prueba, de apoyar una supuesta invasión de la marina japonesa. Los rumores, esparcidos por la prensa y la radio, generaron un ambiente hostil no solo contra los japoneses sino contra sus descendientes que eran ciudadanos norteamericanos. El diario Los Angeles Times publicó que el desalojo de la comunidad que radicaba en la isla “había limpiado la amenaza extranjera”.

Agentes del FBI arrestando a civiles japoneses en Isla Terminal (Densho Archives)

Ante la presión del gobierno norteamericano, el Secretario de Gobernación de México, Miguel Alemán, quien se encontraba en Washington en esos momentos, ordenó desde esa ciudad que los japoneses que radicaban en la frontera se trasladaran de inmediato a las ciudades de Guadalajara y México.

El año nuevo de 1942 inició para todas las comunidades japoneses en el continente con muy malos augurios. El gobierno del Territorio de la Baja California les envió un comunicado a todos los pescadores para que dejaran los campos pesqueros y sus embarcaciones en un plazo de cinco días y se trasladaran a las ciudades de Mexicali, Tijuana y Ensenada. En esas ciudades, las autoridades les ordenaron que se concentraran, en un plazo no mayor de 15 días, en el centro del país, advirtiéndoles que se reubicaran en poblaciones lejanas a las costas y a la frontera. A partir de ese momento, los inmigrantes y sus familias tendrían que dar aviso de su ubicación a la Secretaría de Gobernación y solicitar permiso para poderse mudar a otro sitio. En total poco más de mil personas fueron desalojadas de Baja California.

En el puerto de Ensenada se había asentado una comunidad pionera en la captura de diversas especies marinas. La industria pesquera en Ensenada había crecido gracias a la demanda de langosta, atún y abulón que los inmigrantes japoneses empezaron capturar desde la primera mitad de la década de 1910 a lo largo de los mares de la península de Baja California. Para fines de los años veinte y principios de los treinta, en Ensenada se habían instalado dos empacadoras de productos marinos que eran abastecidas por pescadores japoneses. Muchos de ellos habían llegado de Japón a trabajar a México contratados inicialmente por dos empresarios japoneses asentados en California: Masaharu Kondo (en San Diego) y Shin Shibata (en Long Beach). Los pescadores aportaron técnicas desconocidas en México como el secado de abulón, la pesca de vara, el uso de carnada viva, entre otras.

Buzos japoneses en Ensenada (Archivo Familia Nishikawa Aceves)

Takeshi Morita fue uno de los pescadores que llegó a ese puerto y que se naturalizó mexicano. Un día antes del ataque japonés a Pearl Harbor, en la embarcación Sun Harbor donde trabajaba, Takeshi y sus compañeros se dirigieron a la pesca de alta mar como habitualmente lo hacían. Sin saber que la guerra había estallado, atracaron en el puerto de San Diego el 10 de diciembre de 1941 para desembarcar la carga arrancada al rico mar de la Baja California. Morita y la tripulación fueron detenidos de inmediato por las autoridades migratorias norteamericanas. El FBI los aprehendió de inmediato por el hecho de ser pesadores por considerarlos “peligrosos para la paz pública y la seguridad de los Estados Unidos” y por acusarlos de realizar “actividades de espionaje y subversivas”, pero sin aportar prueba alguna de ello.

Al FBI y a las autoridades norteamericanas no le importó que Morita fuera ciudadano mexicano por naturalización desde hacía siete años, lo interrogaron y le tomaron sus huellas dactilares. La guerra contra los japoneses adquirió así un claro carácter racial. No importaba que Morita y decenas de miles más fueran ciudadanos americanos o mexicanos. Para los militares norteamericanos, no solo los japoneses sino sus descendientes formaban parte de los propósitos de las fuerzas imperiales japoneses dado que corría por sus venas “sangre japonesa”, como argumentaron.

Bajo estas consideraciones, los inmigrantes japoneses y sus hijos en los Estados Unidos fueron trasladados a diez campos de concentración. La medida también repercutiría de manera directa en la comunidad de inmigrantes que vivían en México. Los pescadores japoneses que radicaban en Baja California y que habían atracado en los puertos norteamericanos antes de la guerra fueron detenidos. Como era habitual, después de desembarcar su carga, los pescadores se quedaban por algunos días en los Estados Unidos. El 7 de diciembre más de 90 pescadores que habían entrado legalmente a ese país ya no pudieron regresar a Ensenada o Tijuana donde vivían desde hacía más de una década. ¡Nunca más regresaron a sus hogares en Ensenada¡ Todos ellos fueron encerrados en los campos de concentración y al final de la guerra en 1945 fueron deportados a Japón.

Foto del pasaporte de Takeshi Morita a su llegada a México (Archivo General de la Nación)

El caso de Takeshi Morita fue un tanto diferente por ser ciudadano mexicano. Morita había nacido en la prefectura de Yamaguchi el 2 de julio de 1914. La familia de Takeshi era muy extensa pues se componía de sus padres y ocho hermanos que se dedicaban a la agricultura. Desafortunadamente el padre de Takeshi murió en 1928 y ante la imposibilidad de sostener a sus nueve hijos, la madre de Takeshi decidió enviar al pequeño, de 14 años de edad, y a Mizuko, su hermana mayor, con su tío Ryutaro Muramoto que radicaba en Tijuana. Takeshi y su hermana llegaron a Tijuana en ese mismo año, lugar en el que empezaron a ayudar a su tío en labores agrícolas. Takeshi, quien había cursado hasta estudios secundarios en Japón, ingresó en una escuela primaria para aprender el español. A partir de ese entonces el pequeño no dejaría de trabajar en diversas actividades y lugares sin descuidar sus estudios. Al siguiente año, Takashi entró a laborar y a radicar en el Hotel Savoy, limpiando las habitaciones. El hotel era administrado por un paisano de Morita, el señor José Takaki. Durante este año, Takashi ingresó a una escuela de educación secundaria.

En 1930, Takeshi se mudó a la casa de su hermana en Ensenada que había contraído nupcias con Kazuto Morita, un inmigrante que ya había adquirido la naturalización mexicana. En los siguientes años, en la ciudad de Tijuana, Morita trabajó en el Mercado Central de la ciudad vendiendo verduras. En 1933, cuando había cumplido los 19 años de edad, inició los trámites para nacionalizarse mexicano. La prosperidad en general de la comunidad japonesa y el hecho de que un grupo de inmigrantes ya eran ciudadanos mexicanos, impulsó al joven a tomar tan importante decisión.

Ya naturalizado mexicano, en 1935, Takashi ingresó como empleado a una tienda de abarrotes, El Edén, propiedad del también inmigrante japonés Francisco Ishino, lugar en el que trabajaría y viviría durante los siguientes años. En 1938, fue cuando decidió dedicarse a la pesca. Estos hechos marcarían su vida de manera trascendental como veremos más adelante.

El auge de la industria pesquera y los buenos salarios que se pagaban en el sector hicieron que el joven Morita se involucrara de lleno en la misma y que pasara gran parte del año en los campos pesqueros, aunque siguió viviendo en la ciudad de Tijuana y trabajando en El Edén cuando se encontraba en tierra. Las embarcaciones en las que Morita trabajó a lo largo de estos años hasta la guerra pertenecían a compañías norteamericanas cuyas sedes se encontraban en San Diego.

La ciudad de Tijuana en la década de 1920 (Archivo Histórico de Ensenada)

A pesar de trabajar en una empresa norteamericana y de que era mexicano, las voces más racistas e histéricas de las autoridades de inmigración se impusieron a las voces discordantes dentro del mismo Departamento de Justicia. Recomendaron que Morita tenía que ser detenido por ejercer esa profesión y porque conocía las costas desde California hasta Panamá, sin ser totalmente cierta tal afirmación. Además –sostuvieron- que la tienda de abarrotes El Edén era un “centro de actividades japonesas” (sic) y que en términos raciales, Takeshi seguía siendo muy peligroso por ser leal al emperador japonés. A lo largo de los interrogatorios a los que fue sometido, Morita manifestó una y otra vez su deseo de permanecer en México y ratificar que era leal al país al que había elegido como su patria.

Durante su reclusión en Estados Unidos, Takeshi Morita realizó un largo peregrinar en diversos centros y campos de concentración. Al ser detenido, se le envió a la cárcel del condado de San Diego y, en los siguientes meses, en diversos centros de detención de inmigrantes. Finalmente, en julio de 1942 cuando no era claro su estatus legal como prisionero, se le recluyó de manera definitiva en el campo de Livingston, Luisiana en el otro extremo de los Estados Unidos. En el verano de 1943, Morita fue trasladado al campo de Fort Missoula, en Montana, en la frontera con Canadá, y, al siguiente año, fue enviado al campo de Santa Fe, Nuevo México, para posteriormente ser trasladado a El Paso Texas,   donde sería repatriado a México.

A lo largo de estos tres años, Takeshi sufrió un verdadero martirio e incertidumbre por el hecho de ser retenido ilegalmente y de que siempre estuvo latente la posibilidad de que lo liberaran como finalmente sucedió. Sin embargo, el acontecimiento tal vez más trágico que vivió durante su reclusión fue la noticia de la muerte del esposo de su hermana en el mes de febrero de 1943. El traslado en sí de toda la familia de su hermana de Ensenada a la ciudad de México fue un hecho violatorio de sus derechos como ciudadanos mexicanos que ya eran, pero la noticia de la muerte repentina de su cuñado Kazuto fue devastador para Takeshi cuando su hermana estaba embarazada de su quinto hijo.

Documento de liberación de Morita en julio de 1944 donde se señala que su único delito fue el de ser miembro la Asociación de Pescadores Japoneses (NARA)

Este hecho le hizo apresurar la petición de solicitud de libertad bajo palabra que ciudadanos americanos de origen japonés habían obtenido. Enredado en el laberinto de trámites, finalmente los meses siguieron corriendo hasta que no fue necesario esperar tal resolución debido a que el Fiscal General de Estados Unidos, Francis Biddle, en julio de 1944, ordenó su liberación. Sin embargo, la misma se hizo efectiva hasta el año siguiente cuando estaba por llegar el fin de la guerra.

Todas las autoridades de los campos de detención por los que pasó Takeshi y hasta el propio FBI señalaron que la conducta del detenido fue “excelente” a lo largo de los tres años en que fue retenido por lo que era considerado como un “interno modelo”. La aprehensión ilegal motivada por la histeria se reconocería como el motivo de la detención de Morita y de miles de prisioneros más de origen japonés. Morita pudo ver a su hermana en la ciudad de México hasta el mes de febrero de 1945, se quedaría a vivir en esta ciudad hasta su muerte, sin ejercer ya más su oficio de pescador.

 

© 2022 Sergio Hernández Galindo, Kiyoko Nishikawa Aceves

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Acerca del Autor

Sergio Hernández Galindo es egresado de El Colegio de Méxicodonde se especializó en estudios japoneses. Ha publicado numerosos artículos y libros sobre la emigración japonesa  a México como a Latinoamérica.

Su más reciente libro Los que vinieron de Nagano. Una migración japonesa a México (2015) aborda las historias de los emigrantes provenientes de esa Prefectura antes y después de la guerra. En su reconocido libro La guerra contra los japoneses en México. Kiso Tsuru y Masao Imuro, migrantes vigilados explicó las consecuencias que el enfrentamiento entre Estados Unidos y Japón acarreó para la comunidad japonesa décadas antes del ataque a Pearl Harbor en 1941.

Ha impartido cursos y conferencias sobre este tema en Universidades de Italia, Chile, Perú y Argentina así como en Japón donde fue parte del grupo de especialistas extranjeros en la Prefectura de Kanagawa y fue becario de Fundación Japón, adscrito a la Universidad Nacional de Yokohama. Actualmentees profesor-investigador de la Dirección de Estudios Históricos del  Instituto Nacional de Antropología e Historia de México.

Última actualización en abril de 2016


Kiyoko Nishikawa Aceves es Licenciada en Comunicación por la Universidad Iberoamericana así como diplomada en Técnicas de Investigación en Cultura, Sociedad y Comunicación por la misma universidad. También tiene una maestría en Procesos Editoriales de la Universidad Abierta de Cataluña. Ha realizado investigaciones independientes en el campo de la migración japonesa desde 1996. En 1998 realizó un proyecto de historia oral y visual en relación con la comunidad japonesa en Ensenada. Es miembro activo de la Asociación Japonesa de Ensenada promotora de la cultura japonesa, y participó en la creación de la Escuela Japonesa perteneciente a la misma organización. En 2005, fue nombrada becaria del Programa Jóvenes Líderes Nikkei de América Latina, patrocinado por el Ministerio de Relaciones Exteriores de Japón, en Tokio, Hiroshima y Kyoto.

Actualizado en junio de 2019

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