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Cinco jóvenes artistas nikkei comparten experiencias

Sachiko Kobayashi, Meche Tomotaki, Tamie Tokuda, Daniela Tokashiki y Nori Kobayashi reflexionan sobre el arte y la identidad a partir de la muestra Komorebi que presentaron en diciembre de 2019 en el Centro Cultural Peruano Japonés. (Foto @APJ / José Vidal)  

Komorebi” significa “luz del sol que se filtra a través de las hojas de los árboles”. Fue la palabra que eligieron cinco artistas nikkei —Sachiko Kobayashi, Meche Tomotaki, Tamie Tokuda, Daniela Tokashiki y Nori Kobayashi— para titular una exposición colectiva en el Centro Cultural Peruano Japonés en la que abordaron su identidad étnica y su relación con Japón, un país con el que están conectadas a través de los relatos de sus ancestros, filtros de un pasado lejano que solo sobrevive en los recuerdos y los libros de historia, de un Japón que ya no existe.

El nombre fue propuesto por Nori. “Komorebi” le gustó por su sensorialidad, por ese juego de luces y sombras que denota. “Es una metáfora de cómo somos nosotras con relación a Japón, que no tenemos un conocimiento directo porque no somos japonesas”, explica.

Las cinco han participado en el Salón de Arte Joven Nikkei, una muestra que la Asociación Peruano Japonesa organiza cada año. La historia pudo haber acabado ahí, pero ellas sintieron que aún tenían cosas por expresar, que el tema de la identidad no estaba totalmente exprimido, así que decidieron juntarse y crear su propio espacio.

El salón las hizo amigas y durante sus charlas se dieron cuenta de que —como sansei— habían vivido experiencias similares. Las familias se parecían. Sus abuelos fueron su primera conexión con Japón.

Sin embargo, más allá del ámbito familiar, la mayoría no tenía una relación estrecha con la comunidad nikkei. Gracias al salón se acercaron a ella y descubrieron que lo que consideraban vivencias personales e intransferibles eran en realidad comunes.

“Me sorprendió muchísimo saber que las cosas que yo pensé que solo a mí me habían pasado se repiten en cada familia, por lo menos dentro de nosotras cinco. Por ejemplo, saber que hay palabras que de niño uno cree que son en castellano, pero te enteras de grande de que son en japonés. Es algo que cuentas a amigos de colegio, pero nadie lo entiende. De ahí te das con que le pasó a todo el mundo. Me sorprendió conocer que vivíamos un mismo proceso familiar”, dice Sachiko.

Para Tamie, el salón significó ampliar las fronteras de su identidad nikkei. “Lo sentía como una identidad mía, no era algo que pudiera compartir con otras personas. Es bravazo sentir que esto corresponde a algo más grande, que todo esto podía compartirlo con otras personas. Algo que yo asumía que era muy mío, era de varios”.

En el caso de Nori hubo una especie de reconciliación. “Yo estaba alejada de la comunidad nikkei. Había cierto rechazo, por decirlo así, porque siempre hay esto de que eres ‘chino’ y tú tratas de encajar (en la sociedad nacional), ‘yo soy igual que ustedes’. Entonces siempre había algo así como de negar mi identidad nikkei, y con el salón tuve la oportunidad de analizarlo un poco más y profundizar en el tema. He podido asimilar mejor las cosas”, dice.

“Yo también estuve un poco alejada de la comunidad nikkei”, interviene Meche. La experiencia en el salón fue fructífera porque además de aproximarla a sus raíces, pudo conocer gente de lo más diversa con respecto a su identidad, “unos que lo tenían superarraigado, que eran superpegados a la comunidad, y otros que nada que ver, que era la primera vez que pisaban el (Centro) Cultural (Peruano Japonés)”.

La diversidad, en vez de dividir, agranda a la comunidad. Todo suma. “Es parte de todos nosotros en realidad. Me pareció chevére”, dice Meche.

Con Daniela ocurrió algo distinto, pues ella ha estado “superdentro de la colectividad” desde chiquita. Tan dentro que sentía que el rollo de la identidad estaba agotado, que ya no había nada que descubrir.

Sin embargo, el salón le permitió conocer a nikkei con vivencias diferentes, sumergirse en otras realidades que ensancharon su perspectiva. “Es chévere compartir experiencias porque dices ‘había más nikkei de los que conocía’. Conversé con gente que no había vivido lo mismo que yo, nikkei que no frecuentan acá (el CCPJ). Qué enriquecedor. Es bien refrescante. Yo pensé que había tocado todos los temas nikkei, pero de pronto digo ‘guau, hay más cosas”.

“Siempre encuentras algo más que decir”, añade Daniela, una de las dos chicas que han tenido la oportunidad de viajar a Japón. La otra es Meche.

Daniela descubrió que el Japón idealizado de su madre, forjado por los relatos de los antepasados migrantes, no coincide con el Japón real.

ARTE PARA EVOCAR

Las cinco obras se nutren de los recuerdos familiares. “Souvenir”, de Meche Tomotaki, contiene, por ejemplo, piezas alusivas al negocio de su papá y su abuelo de venta de ropa para bebé, así como a juegos con su ojiichan, con quien estuvo muy unida cuando era niña. Él hacía origamis y ella pintaba la boca de las figuras; en el mundo lúdico que ambos habían creado, una boca pintada era una boca alimentada.

Las memorias de su familia son como viajes, paradas de un itinerario personal que configuran su identidad, la de una sansei que recuerda con cariño al abuelo que le contaba siempre el mismo cuento, en japonés y en español.

Meche Tomotaki (Foto @APJ / José Vidal)  

Tamie Tokuda creó “Rompecabezas familiar” a partir de una foto que encontró de su ojiichan en su natal Shimane en 1929. En la imagen él aparece con sus abuelos, su mamá, sus hermanas, etc. El hallazgo de la foto activó una búsqueda de sus orígenes que la llevó a utilizar otra imagen, en la que también figura su abuelo, pero esta vez con la familia que formó en el Perú.

Los rompecabezas, armados a partir de las dos fotografías, tienen piezas intercambiables que combinan pasado y presente, Japón y Perú, una mezcla intergeneracional de donde sale un legado familiar, la base de la identidad.

Tamie Tokuda (Foto @APJ / José Vidal)  

“Raíces”, de Sachiko Kobayashi, hurga en los orígenes, explora las profundidades que sirven de cimiento para construir una identidad. La obra está compuesta por un conjunto de raíces dibujadas en papeles, independientes y en diversos planos, pero todas formando una unidad.

La idea no es limitarse a lo nikkei. Indagar sobre los ancestros es una experiencia universal. “La búsqueda de la identidad no es una manera de separarnos, sino de encontrar nexos comunes”, explica Sachiko. Las raíces dibujadas también remiten a las plantas que han formado parte de su vida desde niña, y que evocan a parientes y chacras nikkei.

Sachiko Kobayashi (Foto @APJ / José Vidal)  

El pescado es un elemento central en los recuerdos de Daniela Tokashiki. Su familia gravitaba en torno al restaurante de su abuelo, Minoru Kunigami, uno de los nombres fundamentales de la cocina nikkei. Él disecaba peces y los exhibía, peces que habitaban el mar que une a Japón y Perú, un espacio de encuentro entre las dos culturas.

“La pesca del día”, compuesta por tres peces que cobran materialidad a través de la cerámica, es un homenaje a su ojiichan. En el proceso se topó con obstáculos técnicos que superó inspirándose en él. “Si mi abuelo pudo lograr tantas cosas, sin tener las herramientas que yo tenía, me dije ‘yo también puedo hacerlo”. En plena faena aprendió que si con los instrumentos no te alcanza, entonces sé más creativa.

Daniela Tokashiki (Foto @APJ / José Vidal)

Cuando uno migra, no solo lleva objetos. También carga con recuerdos, costumbres y tradiciones, todo eso que forma “El equipaje invisible” de Nori Kobayashi, donde cabe el patrimonio intangible que trajeron los inmigrantes japoneses. En el Perú el equipaje invisible de los issei —o parte de él— se mezcló con acervos locales, fusión que también refleja su obra.

Nori confiesa que su intención original era emplear elementos reconocibles por todos, no tan personales, pero bueno, la familia gana, y acabo poniendo como personajes a su obaachan o su hermana.

Nori Kobayashi (Foto @APJ / José Vidal)  


¿MISIÓN FUTURA?

El arte nos permite decir cosas que por pudor u otras razones somos incapaces de verbalizar. Más aún en un grupo humano como el nikkei, que no es precisamente expresivo. “Esa parte mía que para mí es difícil de expresar en palabras, lo puedo hacer a través de estas cosas. No me sale decirles a mis papás cosas como ‘cuánto te admiro’, pero a través de estos trabajos —es medio terapéutico— yo sí puedo expresarlas, decirles qué tan importantes son y cuánto forman parte de mi proceso como artista”, dice Sachiko.

El arte ha acercado a las chicas a sus familias. Daniela recuerda cuánto la emocionó que su familia asistiera a la inauguración de la muestra. “Se sintieron felices de ver que alguien está valorando el trabajo familiar”.

Cuando el papá de Meche vio la obra de su hija quedó impresionado por cuán presentes tenía ella sus recuerdos de infancia: el negocio familiar, los juegos con el ojiichan, etc.

Al rescatar recuerdos de sus familias y mantener vivo su legado a través del arte, ¿las artistas asumen una especie de misión para preservar y transmitir esa herencia?

Tamie se lo pregunta. Los abuelos se van y con ellos sus recuerdos y costumbres. ¿Qué sucede si sus descendientes no tienen interés en mantener el legado familiar? Ella cuenta que tiene parientes sin ataduras con la identidad nikkei, completamente alejados de la comunidad, y siente como si hubiera una ruptura.

“Me da pena. Me pregunto qué pasará de aquí en adelante”, dice. “Tengo una misión misteriosa... o cuál será. Siento que quizá pueda llegar a morir esto”. Para Tamie no es gratuito el hecho de que encontró la foto de 1929, tomada en Japón y que inspiró su obra, en la basura.


CULTURA VIVA

El Salón de Arte Joven Nikkei ha abierto un importante espacio para integrar a los jóvenes de origen japonés a la comunidad y ofrecerles un vehículo de expresión. Un enclave que podría crecer.

Para Sachiko son “superbacanes todas las ventanas que se abren”, pero sugiere ampliar el alcance de las manifestaciones artísticas que se acogen para incluir a artistas de las más diversas disciplinas.

Tamie, por su parte, aboga por más espacios de expresión. “Siento que todavía hay mucho que decir”, opina. “Es superbueno que la identidad nikkei evolucione de los retratos antiguos y comience a decir que es una cultura viva, una identidad que prosigue”. La historia continúa.

TODAS PARA TODAS

Que las cinco expositoras de “Komorebi” sean mujeres es una coincidencia. No se lo propusieron. Surgió por afinidad gracias a la amistad que surgió en el salón. Todo fluyó de manera natural.

Ahora bien, a diferencia del salón, donde hay un camino trazado, en “Komorebi” todo estaba por hacer. Eso entrañaba más libertad, pero también más responsabilidad.

Para las cinco fue todo un aprendizaje, en un proceso que incluía desde el marco conceptual hasta los aspectos logísticos.

Si en el salón tenían agendas con convocatorias formales, aquí las reuniones se organizaban por chat. Si en el salón había un responsable ante el cual se reportaban, aquí todas tenían que estar en todo y responder ante todas.

Tuvieron miedos y dudas, preguntándose en el camino si estaban yendo bien. Sin embargo, consiguieron sacar adelante la exposición. Daniela hace hincapié en que todas, al margen de la elaboración de sus propias obras, trabajaron voluntariamente. “Cada una ha querido poner de su parte, a cada una le ha nacido, desde imprimir hasta llevar bocaditos. Eso me pareció una de las cosas más chéveres”.

“¡Nos hemos ayudado un montón!”, apunta Tamie.

Eso sí, aunque corrieron solas, destacan el papel de Haroldo Higa (“un personaje importante”), uno de los artífices del Salón de Arte Joven Nikkei, como impulsor, consejero y soporte.

¿Habrá una próxima muestra grupal? “De aquí a 20 años, una exposición en el (Centro) Jinnai” (para la tercera edad), bromea Nori. Todas festejan la ocurrencia. Si las risas son un fiable indicador de amistad, entonces la de ellas suena bien.

La exposición Komorebi se presentó en diciembre de 2019 en el Centro Cultural Peruano Japonés (Foto @APJ / José Vidal)  

 

* Este artículo se publica gracias al convenio entre la Asociación Peruano Japonesa (APJ) y el Proyecto Discover Nikkei. Artículo publicado originalmente en la revista Kaikan Nº 122, y adaptado para Discover Nikkei.

 

© 2020 Texto y fotos: Asociación Peruano Japonesa

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Acerca del Autor

Enrique Higa es peruano sansei (tercera generación o nieto de japoneses), periodista y corresponsal en Lima de International Press, semanario que se publica en Japón en idioma español.

Última actualización en agosto de 2009


La Asociación Peruano Japonesa (APJ) es una institución sin fines de lucro que congrega y representa a los ciudadanos japoneses residentes en el Perú y a sus descendientes, así como a sus instituciones.

Última actualización en mayo de 2009

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