Cuando uno lee a Miguel Ángel Vallejo Sameshima (Lima, 1983) es posible que uno sienta que ya lo conoce. Su escritura, los personajes que desfilan por sus historias, algunas de sus experiencias o referencias culturales suenan espontáneas y transparentes, aunque estas ocurran en Granada, Lisboa o Praga, algunos de los escenarios de su más reciente libro: Los anteojos de mi padre (Los 3 tipos, 2020), que escribió en cerca de 50 días y que ha publicado en formato digital.
Su cabello largo y sus bigotes lo muestran como un personaje de películas de kung fu, pero su voz suave y sus anteojos delgados reflejan más a un amable profesor, lo que se acerca más a su trabajo dando clases de dramaturgia en la Universidad Ricardo Palma y a sus quehaceres literarios como periodista, gestor cultural y director de teatro, entre otras ocupaciones similares, que a las patadas voladoras (aunque en el libro confiesa que ha actuado en cortos como mafioso chino).
Justamente la vida académica se lo llevó a España en 2017, para estudiar un máster en Estudios Literarios y Teatrales en la Universidad de Granada. Este viaje, con una serie de excursiones por Europa, y el reflexionar sobre su condición (y la de otros estudiantes) de migrante, son parte de este libro que es, además, un diario sobre la cuarentena por el Covid-19. “Escribí de las personas que sentía más lejos”, dice Miguel Ángel, quien tomó como pretexto una serie de objetos personales para escribir a partir de ellos.
Mirar de cerca
En el decimotercer libro de Miguel Ángel, optó por un género poco explorado: el diario. Antes había escrito teatro, libros para niños, literatura de terror y el guion de un libro de cómics (Ribeyrito, historias sin plumas, Altazor, 2014, ilustrado por Uilmer Fashé). En su biografía resaltan también el catálogo bibliográfico del coloquio Lo cholo en el Perú, de 2008, la antología de microrrelatos “Diez por diez” (Altazor, 2016) y “Vallejo Urreta: historias de una familia peruana” (Altazor, 2015), su anterior acercamiento biográfico.
Ese libro, homenaje a la familia de su padre, fue una suerte de nivelación para su escritura familiar. Su trabajo como periodista cultural lo había acercado a su ascendencia japonesa. Su colaboración con la revista Kaikan y con Discover Nikkei, llevó a su padre a pedirle que escribiera sobre los Vallejo. La respuesta fue este libro. “Es una narración de no ficción, a modo de reportaje, sobre mi familia paterna, que usa testimonios de veinte parientes y cubre cinco generaciones, desde mis tatarabuelos en Oyón”1.
Ya desde esa investigación Miguel Ángel miraba más de cerca su relación familiar, que en este libro tiene el capítulo final dedicado a Ángel Rodolfo. “Mi padre era un hombre frío con sus parejas e hijos y generoso con los conocidos y extraños”, escribe, aunque luego aclare que esto quizá sea “parcialmente falso”. Un ajuste de cuentas en el que él también cumple con sus deudas: “El viejo ponía el dinero para que yo pudiera jugar al anarquista e irme de mochilero porque sabía que al volver a casa podría comer caliente, dormir en una cama tibia y darme una ducha larga”.
En la mirada de Miguel Ángel, quien recuerda más de una vez que a esa mirada le falta el ojo izquierdo, que perdió en un accidente cuando era chico, hay un ejercicio de sinceridad, de crítica y ternura (como cuando escribe: “adoro a los elefantes, tienen lo que caracteriza a un buen ser humano: pueden destruir todo a su alrededor, pero deciden no hacerlo”). La vista entrenada del narrador que ha aprendido a acercarse para entender lo que tiene en frente y mostrarlo sin tantos adornos, todo muy transparente.
Literatura de urgencia
“Contar historias es tratar de unir fragmentos de algo que no está roto, que está haciéndose y que no tendrá forma definida. Quién sabe qué fragmentos deje esta pandemia”, escribe Miguel Ángel y ese fue parte del motivo de este ebook que reúne complicidades amicales, crítica social, amores, travesuras, crisis de identidad y la estrecha relación con Ana, su madre. “Hace doce semanas que mi madre y yo subimos a la azotea del edificio a hacer ejercicios después de almorzar, y cada noche vemos una película o algunos capítulos de una serie”.
Un tema central en Los anteojos de mi padre son los hechos de los primeros meses de la pandemia en Perú. “Lo publiqué porque quería que tuviera la energía de esa cuarentena, contar las cosas que no se sabían en ese momento. Si lo hubiera publicado después tendría otro punto de vista”, dice Miguel Ángel, quien clasifica este libro en la categoría “literatura de urgencia”, aunque figure en Lektu, una plataforma de venta de libros de terror (pero no nada más terrorífico que este virus, aclara el autor) y tenga un tono intimista.
“La literatura es entretenimiento que se disfraza de cultura, por eso no se lee en el Perú”, dice Vallejo Sameshima, y precisamente por eso integra, junto a Raúl Quiroz y Daniel Collazos, Los 3 Tipos, editorial y grupo para compartir sus intereses sobre monstruos, asesinos seriales y teorías conspirativas, que viene desarrollando conversatorios a través de transmisiones en video por Facebook. “Con la parálisis del mundo editorial, me di cuenta de que este libro estaba hecho para el mundo digital, escribí como si estuviera enviando un correo electrónico a alguien querido o un WhatsApp”, comenta por teléfono.
Un tipo nikkei
Su tez oscura y sus ojos rasgados son rasgos físicos contradictorios que a Miguel Ángel Vallejo Sameshima lo hicieron sentir fuera de lugar en Perú y, luego, en Europa. “Uno de mis mundos era la Lima de clase media, mestiza con prejuicios de blancos. Otro era mi familia japonesa, ascética y ceremoniosa. Y el tercero era el de mi padre, de migrantes andinos con nostalgias del campo. Mi padre era una parte que no terminaba de encajar, como tampoco yo encajaba en ninguna parte”.
Miguel Ángel cuenta que, del lado japonés, su familia es pequeña (“tan dada al silencio y la contemplación y poco habituada a demostrar sus emociones”). “Yo estuve desvinculado de la colonia hasta cuando empiezo a hacer periodismo y presento mi primer libro para niños en la Asociación Peruano Japonesa”, cuenta el autor, quien resalta que hay investigaciones muy valiosas sobre los nikkei de primera y segunda generación, pero que la tercera es aún un dilema. “Quizá valga la pena explorar ese asunto”, dice.
En España, Miguel Ángel se volvió a sentir un extraño que extraña estar en otro lado. “Los chinos me miraban y me saludaban, algunas estudiantes chinas sabían sobre la migración japonesa al Perú. Son sociedades con un alto nivel de mestizaje”. Este libro fue también una forma de ordenar sus recuerdos de ese viaje en el que asoma la mirada del migrante. “Portugal y España son como países latinoamericanos que se quedaron de inmigrantes en Europa”, escribe aclarando, haciendo transparentes, todos esos temas que pasan por las 204 páginas del libro.
“Creo que esta pandemia es solo el inicio de algo mucho peor”, escribe volviendo al género de terror. Por ahora, se dedica a Los 3 Tipos, a sus clases universitarias, al taller “Textos teatrales: representar desde el aislamiento”, del Fondo de Cultura Económica, a la espera de que su obra teatral Carnaval pueda volver a los escenarios, tras suspenderse debido a la pandemia, a la sustentación de su tesis de doctorado en Granada y a escribir. “Uno escribe porque no sabe” dice Miguel Ángel y, “quizá si hay suerte, se aprende”.
Nota:
1. “'Vallejo Urreta - Historias de una familia peruana', de Miguel A. Vallejo Sameshima,” Agenda Cultural en Lima (Junio de 11 de 2015)
© 2020 Javier García Wong-Kit