La señora Miyoko es mi madre, quien actualmente tiene 93 años de edad. Ella tenía apenas 29 años cuando mi padre falleció, dejándola con cuatro hijos pequeños para criar. Entonces mi abuela la animó a abrir una pensión, que ofrecía casa y comida a los jóvenes de familias japonesas que vivían en el interior de San Pablo y venían a estudiar a la Capital.
Comenzó recibiendo a ocho pensionistas que vinieron a cursar en la facultad, ofreciéndoles el desayuno, el almuerzo o la vianda para los que pasaban todo el día afuera y la cena.
La pensión se encontraba en un edificio de la calle Carlos de Souza Nazareth, en el barrio del Mercado, en la misma calle donde quedaba la tienda de venta de huevos de propiedad de mi padre en sociedad con mi tío Hideo.
La comida que preparaba la señora Miyoko satisfacía tanto el gusto brasileño como el japonés y pronto se hizo conocida en el vecindario. Los comerciantes del lugar le pidieron que les sirviera el almuerzo por separado también y la propaganda boca a boca hizo que el movimiento aumentara gradualmente por el precio accesible y por la alta calidad de las comidas.
Mi madre fue pionera en servir el almuerzo y la cena mediante el sistema de autoservicio y ¡fue hace más de 60 años!
Todos los días, había tres tipos de arroz: shiro-gohan, abura-gohan y maze-gohan, además de misoshiru y tsukemono, que son acompañamientos indispensables en la mesa japonesa, y también el brasileñísimo feijão [frijoles negros], la mezcla de verduras y legumbres, K-Suco (¡qué nostalgia!) y postre, generalmente banana y naranja. El menú variaba según el día de la semana. Así, los lunes había bife y huevo frito; los martes, dobradinha [plato típico de la cocina brasileña, que consiste en carne en forma de estofado con diversos ingredientes]; los miércoles, feijoada [guiso típicamente brasileño a base de frijoles negros cocidos con variedad de carnes ahumadas acompañado con arroz]; los jueves, pastas; los viernes, pescado. Los sábados había un menú variado y los domingos uno especial con lasaña, bacalao y un postre especial.
¿Cómo fue que la señora Miyoko aprendió a ser buena cocinera? ¿Fue en Japón o en Brasil?
Mi abuelo Sadakichi Kawauchi se casó con Kuri, con quien tuvo cuatro hijos y la familia vivía en Osaka. Como él era alto funcionario del ferrocarril nacional, el nivel de vida era bueno y llevaban una vida confortable. Mi abuela no necesitaba cocinar como lo hacían y lo hacen muchas amas de casa hasta el día de hoy. Sólo preparaba el gohan y el misoshiru y, en cuanto a las demás comidas, compraban todo listo, pues Osaka en aquella época ya estaba bien desarrollada. Pero, un día, vinieron al Brasil y, como inmigrantes, tuvieron que trabajar en la labranza, plantando y cosechando café y algodón en el Estado de San Pablo.
Mi abuela tenía que trabajar junto con su marido en la labranza, entonces, le tocó a la niña Miyoko, de apenas ocho años de edad, la difícil tarea de cocinar para la familia. Ella tuvo que tener mucha creatividad para preparar la comida con los pocos recursos que había, pero lo hacía con gusto, recordando todo lo que comía cuando vivían en Japón.
Posteriormente, asistió a la escuela para señoritas de la profesora Michie Akama, en la calle Vergueiro, donde recibió nociones de arte culinario, pero creo que todo su conocimiento sobre cocina se debe a la práctica que tuvo desde niña cocinando para la familia.
Mi hermano Luiz, mis hermanas Amália y Noemia y yo no ayudábamos a mi madre en la pensión, pues todos comenzamos a trabajar muy temprano. Pero Luiz, por ser el mayor, desde los cinco o seis años sabía cocinar arroz y hacer la mezcla con las verduras y legumbres que recogía en la huerta de la casa, cuando mi madre se enfermaba o tenía que salir a llevar a las hijas menores.
Este aprendizaje precoz hizo que él, el único hijo varón de la señora Miyoko, fuera el maestro chef en las reuniones de familia, al preparar sukiyaki y otros platos muy bien.
Actualmente, Luiz lidera el equipo de cocina junto con el amigo Nelson Kashiwakura, en los eventos que la iglesia que frecuentan organiza por lo menos dos veces al mes. Uno de esos eventos se llama "Niji-no-kai", donde los invitados son señoras y señores nikkeis que aguardan con expectativa el gochiso que se servirá. Para ello, Luiz y Nelson elaboran el menú con bastante antelación, intercambiando ideas, investigando en Internet, al punto de que las esposas de cada uno quedan admiradas de ver cómo los dos señores parecen niños, de tanto entusiasmo y voluntad de hacer lo mejor, todo para complacer el gusto de los invitados.
Recientemente, ellos prepararon el siguiente menú: kara-age, maabo nasu, maze-gohan y una ensalada con salsa especial de miso que fue todo un éxito. Tanto que ese menú se repetirá en otro evento en el mes de octubre.
Sobre el kara-age, al tradicional pollo frito a la moda japonesa, Luiz y Nelson le dieron un toque brasileño usando una técnica practicada por los pescadores, que es la siguiente: antes de freír, pasar cada pedazo de pollo empanado con maicena en agua fría y rápidamente colocarlo en un recipiente con aceite bien caliente. ¡Queda bien crujiente y es una delicia apreciada por todos!
Hoy en día, mi madre vive en un hogar de ancianos, donde hace muchas actividades y lo que más le gusta hacer es comer. Ese talento suyo y el gusto por la cocina logró transmitirlos a mi hermano Luiz y yo me siento muy feliz por ello.
© 2017 Iraci Megumi Nagoshi
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