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Una mirada a la emigración de identidad de Japón a los Estados Unidos

Grupo de baile de hombres en el picnic de Kagoshima Kenjinkai, 22 de julio de 1934, Seattle, Washington. (Foto: Enciclopedia Densho)

Cuando hablamos sobre el estado de la comunidad japonés-estadounidense en la actualidad, una de las observaciones más comunes es sobre lo increíblemente diversos que somos. Los nikkei estadounidenses poseen altos índices de matrimonios interraciales con estadounidenses caucásicos y otros estadounidenses de origen asiático. Si bien esta situación es legítimamente nueva y diferente a la de los japonés-estadounidenses de décadas pasadas, la comunidad nunca fue tan homogénea como su reputación así lo sugiere. En realidad, los issei trajeron consigo desde Japón diversas identidades, sobre todo enfocadas en la prefectura de la que emigraron y la posición de su familia dentro del sistema feudal de castas. Si bien en la actualidad muchos pueden olvidar estas identidades, al principio estas desempeñaron una parte importante en la forma cómo los nikkei estadounidenses se relacionaban entre sí.

El orgullo y prejuicio por la prefectura

Desde mediados del siglo XIX, Japón ha estado dividido en diferentes prefecturas o municipios (actualmente existen 47). Naturalmente, las diferentes regiones de Japón tienen sus propios dialectos, comida, ropa tradicional y prácticas culturales que con frecuencia guardan relación con las prefecturas. Si bien estas diferencias persistente hasta el día de hoy, las distinciones fueron  mucho más intensas a finales de los siglos XVIII e inicios del XX.

Incluso después de haber llegado y vivido por muchos años en los Estados Unidos y en Hawái, la gente proveniente de la misma prefectura mantuvo vínculos cercanos. Los primeros japonés-estadounidenses (incluso los nisei) estaban muy incentivados por sus padres para casarse con alguien cuya familia proviniera de la misma prefectura, si no del mismo pueblo. (Pensaban que de ese modo las parejas serían más compatibles entre sí y más responsables si algo andaba mal). Cuando realizó su estudio en 1933 sobre las mujeres issei en California, Edward K. Strong, especialista en psicología de la Universidad de Stanford, observó que un número especialmente alto se casó con hombres provenientes de su prefectura de origen.

Estos vínculos regionales se formalizaron en los kenjinkai, asociaciones por prefecturas que brindan ayuda mutua a los nikkei en épocas de apuro económico o material así como oportunidades para socializar.

El orgullo y la identidad por la prefectura se convirtieron entonces en medios sumamente importantes para que los issei se unan y desarrollen un sentido de seguridad y pertenencia. Sin embargo, estas identidades también crearon divisiones.

Estas identidades eran, naturalmente, estereotipos regionales. En su libro Nisei, Bill Hosokawa expone que “se atribuyeron diversas características a la gente de cada prefectura. Por ejemplo, se decía que la gente de Hiroshima era trabajadora y tacaña; la gente de Wakayama, agresiva y de mal carácter; los tokiotas, generosos; la gente de Kumamoto, testaruda; los de Okayama, perspicaces e inteligentes y los de las provincias del norte, pacientes, como consecuencia de sus largos y fríos inviernos”.

Estos estereotipos pueden resultar ofensivos, pero los problemas más grandes surgieron de las diferenciales de poder. Aunque hubieron emigrantes de todas partes de Japón, una gran mayoría de aquellos que inmigraron a los Estados Unidos antes de 1924 provenían de 8 de las 47 prefecturas de Japón: Fukuoka, Kumamoto y Kagoshima (todas estas prefecturas están ubicadas en Kyushu, la isla más meridional de Japón) y  Yamaguchi (ubicada al sudoeste de la isla principal de Japón o la región “Chugoku”). En Hawái, los emigrantes provenientes de Yamaguchi y Hiroshima (y, más generalmente, la gente de Chugoku) formaron una sólida mayoría. A todos los efectos, el dialecto de Chugoku se convirtió en japonés “estándar”. (Las palabras que muchos nikkei conocen, como “bakatare” y “musubi”, son en realidad japonés regional y no estándar). Además, la gente proveniente de otras regiones era a veces excluida o despreciada por los japoneses de la región de Chugoku.

En su libro Issei: Japanese Immigrants in Hawaii (Issei: Los inmigrantes japoneses en Hawái), Yukiko Kimura describe un programa de radio conducido por un issei que ella llama “Charlie S”. El programa, que estuvo en el aire entre 1946-1970, estaba enfocado en atacar a los japoneses de Chugoku que discriminaban a personas de otras prefecturas. (El presentador, afirma la autora, representa un caso aislado en cuanto a táctica, pero su programa de radio es un ejemplo del nivel de visibilidad que mostraba el problema de la discriminación por la prefectura en la comunidad de aquella época).

La gente de muchas regiones sufrieron discriminación, pero el grupo con ascendencia regional que enfrentó el máximo prejuicio fue indudablemente la gente con ascendencia okinawense. Culturalmente y, hasta cierto punto, lingüísticamente distintas del resto de Japón, las islas de Okinawa/Ryukyu fueron históricamente independientes, siendo anexadas por el Imperio de Japón recién en 1879. Su gente fue considerada como un grupo distinto desde el punto de vista étnico y hasta racial por algunos.

En Hawái y en los Estados Unidos, estos prejuicios disminuyeron considerablemente con cada nueva generación, hasta el punto en que se puede decir que la discriminación por la prefectura de origen apenas existe en las comunidades japonés-estadounidenses en la actualidad. Además, el rol de los kenjinkai también se ha transformado. En la época de la generación sansei, los kenjinkai se han concentrado más en socializar, reunir a la gente y organizar picnics y otras actividades similares, en lugar de brindar ayuda económica u otro tipo de ayuda material. Aún existen muchos en la actualidad, aunque la cantidad de socios ha disminuido enormemente y con frecuencia se enfocan en enseñar a los nikkei más jóvenes sobre sus orígenes.


Marcado por Mibun

Si la identidad por la prefectura tuvo su lado oscuro, las identidades relacionadas con el sistema de castas de Japón fueron incluso más poderosas y problemáticas entre los issei.

Aunque fue abolido de manera oficial a fines del siglo XIX, el sistema feudal japonés “mibunsei”, que clasificaba a las personas en diferentes castas, siguió siendo importante para las identidades de los inmigrantes nikkei. Por ejemplo, provenir de una familia de samurái, una clase social ubicada casi en la cúspide del sistema de castas, era motivo de gran prestigio en esa época. Los campesinos eran (relativamente) muy respetados. Pero muchos otros oficios enfrentaron diversos grados de estigma en diferentes épocas y regiones. (Los mineros de carbón y hasta los pescadores, por ejemplo, fueron considerados de casta más inferior en determinados lugares). Sin embargo, en la misma base de la jerarquía estaban los “Burakumin”: carniceros, personas que trabajaban el cuero así como aquellas personas que “trabajaban con la muerte” de alguna manera, siendo considerados como una fuente de contaminación espiritual o impureza.

La gente de todas las prefecturas discriminaba a los Burakumin. Incluso, en algunos casos, prohibía a sus hijos tener contacto físico con ellos por temor a contaminarse espiritualmente. La palabra despectiva “eta” era usada tan comúnmente para describir a la gente de origen Buraku, que muchos nikkei ni se daban cuenta de que era un término discriminatorio.

Resulta difícil determinar con precisión cuántos  Burakumin inmigraron a los Estados Unidos. El gobierno japonés de esa época quería proyectar una imagen “respetable” a los Estados Unidos y trató de seleccionar a las personas que permitiría inmigrar. Sin embargo, según el trabajo de Andrea Geiger y varios otros especialistas, existen numerosos indicios de que una significativa población Buraku pudo venir a Hawái y los Estados Unidos continental junto con otros issei.

Novias por fotografía japonesas y otros inmigrantes bajando del muelle en la Isla de los Ángeles en San Francisco, aproximadamente 1910. (Foto cortesía de Parques Estatales de California)

Al llegar a los Estados Unidos, todos los japoneses encontraron que la mayoría de los estadounidenses caucásicos no hacían distinciones entre ellos según el Mibun o un sistema similar (y en algunos casos no hacían distinciones entre ellos y los inmigrantes chinos). Incluso aquellos que ocupaban cargos de élite y que habían vivido con privilegios en Japón, se encontraron a sí mismos expuestos a la discriminación y persecución. El político e intelectual Inazo Nitobe escribió que incluso los que habían sido samurái eran considerados simplemente como “paganos orientales”.

Los issei que mostraron una oposición más temprana y directa contra el racismo anti-japonés en San Francisco eran hombres que habían sido históricamente considerados Burakumin por su oficio. En su libro Subverting Exclusion: Transpacific Encounters with Race, Caste, and Borders, 1885-1928 (Subvirtiendo exclusiones: enfrentamientos transpacíficos con razas, castas y fronteras, 1885-1928), Andrea Geiger cuenta la historia de “Nihonjin Kakou Doumekaiu”, la Organización Japonesa de Zapateros. Un hombre conocido solo como Shiro, que inmigró a San Francisco en 1889 y encontró trabajo como zapatero, contaba a su hogar en Japón que la ciudad portuaria estaba llena de oportunidades de trabajo en cuero y fabricación de calzado (oficios altamente estigmatizados en Japón). Pero poco tiempo después, los issei que se unieron a él se habían convertido en víctimas del boicot caucásico a los negocios japoneses de reparación de calzado. Ante esto, los japoneses formaron su propio sindicato.

Declararon que, a pesar de ser vistos como parte de una “raza amarilla” inferior por muchos caucásicos, estaban orgullosos de ser japoneses (y de alguna forma, se reivindicaron como legítimamente japoneses).

“Los miembros de la asociación vieron en el conflicto racial que estalló con los zapateros caucásicos una oportunidad para afirmar su identidad común como súbditos japoneses y, con ello, retar a los tradicionales prejuicios de casta provenientes de otros inmigrantes japoneses”, escribe Andrea Geiger. “Su propósito no era solo establecer una base para organizarse contra el racismo caucásico, al mostrarle una resistencia efectiva, sino también imponerse ante los compatriotas inmigrantes que los despreciaron a causa de su origen u ocupación”.

Pasaron las décadas y las distinciones desaparecieron. Una editorial en primera plana publicada en 1928 en el diario Japanese-American Courier en Seattle tenía como título “Forget Caste and Status According to Occupation” (Olvidemos las castas y los estatus según la ocupación). Por diversas razones, pasó eso.

Al igual que las identidades por la prefectura, las identidades por el sistema Mibun se desvanecieron con las generaciones, hasta el punto en que probablemente parecen irrelevantes a la mayoría de nikkei en la actualidad. Hoy, a medida que la comunidad japonés-estadounidense se redefine a sí misma, es importante recordar que esto no es nuevo. Nuestras identidades como japonés-estadounidenses siempre han sido y serán variables y dinámicas.

 

*Este art í culo fue originalmente publicado en Nikkei Heritage (Otoño 2015: Invierno 2016, Vol. 26, N °. 1).

 

© 2016 National Japanese American Historical Society

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Sobre esta serie

Esta serie vuelve a publicar artículos seleccionados de Nikkei Heritage , la revista trimestral de la Sociedad Histórica Nacional Japonesa Estadounidense en San Francisco, CA. Los números proporcionan un análisis oportuno y una visión de las múltiples facetas de la experiencia japonés-estadounidense. NJAHS ha sido una organización participante en Discover Nikkei desde diciembre de 2004.

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Acerca del Autor

Ben Hamamoto es investigador del Instituto para el Futuro, un think-tank sin fines de lucro que ayuda a personas y organizaciones a pensar en el futuro. Fue redactor y ahora es colaborador del diario Nichi Bei Weekly y es editor de la revista Nikkei Heritage para National Japanese American Historical Society (Sociedad Histórica Nacional Japonés-Americana).

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