Akemashita Omedetou.
Xin Nian Cual Le.
Happy New Year & Auld Lang Syne.
Así es como recibimos el Año Nuevo en nuestra familia americano japonesa, china e irlandesa americana. Yo soy una sansei japonesa americana de tercera generación con raíces en las Montañas Rocosas. Los antepasados irlandeses americanos de mi esposo viajaron al Noroeste del Pacífico a través de la ruta de Oregón y él creció en el Valle de San Fernando en Los Ángeles. Nuestras dos hijas son chino-estadounidenses de primera generación, quienes se unieron a nuestra familia a través de la adopción internacional, viajando desde China hasta California del Sur acunadas en nuestros brazos. A través de los años, hemos personalizado nuestras tradiciones de Año Nuevo de Nikkei-plus, empezando por el oshogatsu e incorporando costumbres chinas nuevas con un toque de costumbres irlandesas. Cariñosamente recuerdo mis celebraciones de infancia y espero haber establecido conexiones culturales similares para mis hijas, dándoles sostén con amor familiar y nuestra herencia multicultural.
Durante mi infancia en los sesenta y los setenta, nuestras celebraciones de Navidad y Año Nuevo se fusionaron en una larga festividad en donde se horneaba, cocinaba y celebraba con la familia y los amigos. En Denver, en donde nacimos mi hermano y yo, mi familia hacía un largo viaje desde los suburbios hasta el mercado de pescado Granada y la tienda japonesa, para comprar besugo, pulpo y langostinos frescos, mochi, dashi e ingredientes para el inari y maki sushi. Mis padres organizaban una fiesta de víspera de Año Nuevo en nuestro sótano ofreciendo estas exquisiteces, mientras que mi hermano menor y yo permanecíamos arriba con nuestro plato de muestras del banquete. Nosotros echábamos vistazos desde nuestros cuartos para ver a los invitados llegar, los hombres en ternos y las mujeres en vestidos de cóctel y peinados abombados. Escuchábamos a escondidas a través de la puerta del sótano, oyendo carcajadas estrepitosas y el “Take Five” de Dave Brubeck en el estéreo de mi papá. A pesar del entusiasmo, de alguna manera nos quedábamos dormidos mucho antes de la medianoche. Pasábamos el día de Año Nuevo en casa de la tía Sadami, viendo fútbol americano con nuestros parientes lejanos.
Dejamos Denver cuando yo tenía 8 años y nos mudamos cada ciertos años a diferentes lugares, a menudo sin acceso a comida japonesa, pero mis padres mantenían las tradiciones aun si debían improvisar o conducir por cientos de millas por los ingredientes. Sin importar donde viviésemos – Nevada, Montana, California u Oregón - siempre nos despertábamos el día de Año Nuevo para comer el ozoni de mi madre, con kamaboko rosado y blanco y su advertencia de que era mala suerte comer cualquier cosa antes de compartir esta primera comida del año juntos. Luego comíamos tempura, wantán, y teriyaki. Comíamos salmón en vez de besugo y onigiri en vez de sushi. Yo preparaba el namasu de zanahoria y nabo y torcía rebanadas de naranja en molinetes. Aunque yo hacía muecas por el sabor, mi madre insistía en que yo comiera un frijol de su kuromame favorito para la buena suerte. Ya que a menudo éramos la única familia japonesa en la comunidad, mis padres dieron a conocer nuevas tradiciones a nuestros amigos, al ofrecerles la casa y la mesa en el día de Año Nuevo.
Desearía poder decir que he continuado con esta tradición culinaria con mis hijas pero, (por respeto a mis mayores issei y nissei y un poco de vergüenza), yo estoy, en cambio, impartiendo el arte de la comida para llevar, un lujo del vivir en Los Ángeles. Vamos a Marukai (supermercado de comida japonesa) para comprar osechi envasado, california rolls, y gyoza congelado, complementado con pollo frito del supermercado, pero todo arreglado en nuestras fuentes japonesas (es la intención y la presentación lo que cuenta, ¿no es cierto?). En vez de kuromame, yo les ofrezco caramelos Jelly Belly negros. Para la suerte, brindamos con sidra espumante y hacemos ruido al aspirar fideos soba a la medianoche y comemos mochi al despertarnos. Me preparo ozoni, coacciono a mi esposo a probar mochi inflado en el microondas y bañado en azúcar y shoyu, y les permito a mis hijas comer helado de mochi. Los únicos platillos hechos en casa del menú de mi madre son el namasu y el gohan. Nuestro kagami-mochi y kadomatsu decoran la mesa de la entrada principal y le recuerdo a las niñas, repitiendo como mi madre que falleció hace muchos años, que se comporten lo mejor que puedan para crear el marco idóneo de un buen año.
Luego hacemos transición al Año Nuevo Chino, el cual comenzamos a celebrar en 1997, con la adopción de nuestra primera hija. Para honrar la herencia de mi hija, yo consulté a mis amigos chinos y estudié para incorporar nuevas costumbres (y aprendí la historia de mis prácticas japonesas también). Nuestras celebraciones por fiestas ahora inician antes de Navidad, cuando decoramos un árbol especial con los adornos asiáticos que coleccionamos, incluyendo grullas de origami, galletas de la suerte, muñecas kokeshi y animales del zodiaco. Yo gustosamente postergo la limpieza de la casa hasta el primero de enero y antes del Año Nuevo Chino.
La semana antes del Año Nuevo Chino, visitamos el Barrio Chino para comprar sorpresas y decoraciones para la casa: ramas de ciruela, bambú de la suerte, faroles y coplas chinas de la buena suerte. Cuando mis niñas eran pequeñas, marchamos hacia la calle Broadway para buscar vestidos qipao rojos que hicieran juego y disfrutamos de bao recientemente cocinado.
En casa, un tazón de mandarinas reemplaza el kagami-mochi para atraer la prosperidad. Colgamos el símbolo de la fortuna (fu) al revés en nuestra puerta principal, también para atraer la buena suerte. En la víspera de Año Nuevo, nos reunimos para una cena familiar de comida para llevar, incluyendo un pescado entero (yu) que simboliza la unión, fideos de la larga vida, ensalada de pollo china y pollo a la naranja de Panda Express. Antes de la hora de dormir, nuestras hijas pronuncian palabras de aprecio a su papá y a mí para recibir sus sobres rojos hong bao con unos cuantos dólares metidos dentro.
En contraste con nuestro silencioso Año Nuevo Japonés, nuestras celebraciones del Año Nuevo Chino continúan por semanas. Por 12 años, dos amigas mamás y yo coordinamos los banquetes de Año Nuevo de nuestra organización de familias adoptivas Families with Children from China (Familias con niños de China) – eventos gigantescos en el Barrio Chino que reúnen a más de 1,500 adoptados, padres e invitados con una comida de diez platos, un león y danzantes de dragón y acróbatas. El celebrar con sus “hermanas chinas”, el marchar en el Desfile del Dragón Dorado, y el ayudarme con los preparativos del banquete – desde envolver premios de la subasta hasta doblar servilletas y colorear números de las mesas - se convirtió en nuestra tradición de familia adoptiva y lo más destacado del año.
La temporada termina con el Festival de las Linternas, cuando nuestra familia contempla la luna llena, reza dando gracias por un año venidero feliz y saludable, y comparte bocadillos rellenos jiao zi (gyoza congelado otra vez).
Luego de guardar las decoraciones de las festividades asiáticas, sacamos los tréboles y hacemos galletas shortbread y honramos el día de San Patricio vistiéndonos de verde y brindando por nuestros ancestros, cual sea el lugar del mundo en donde estén. Añadimos la suerte de los irlandeses a nuestra búsqueda por la buena fortuna de los años nuevos japoneses y chinos, con una cena de guiso irlandés (¡hecho en casa por mí!) además de gohan, espinaca, tortellini y cupcakes de color esmeralda de postre. Y luego empiezan los preparativos para nuestra Pascua Nikkei.
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Mis hijas son adolescentes ahora. Ellas prefieren el sushi al dim sum, pero mezclan y combinan costumbres. Aunque le hemos agregado nuestro propio giro familiar a la tradición, el tema unificador de nuestra mezcla anual de rituales es nuestra mutua herencia adoptada de pertenecer a una comunidad y a los unos y a los otros. Brindamos con gratitud de ser una familia, un espíritu que fomentamos a través del año.
Por un año nuevo alegre,
Y un afectuoso adiós a lo viejo.
Por las cosas que están por venir,
Y a los recuerdos que han permanecido.
Una bendición irlandesa
© 2013 Jeri Okamoto Floyd
La Favorita de Nima-kai
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