Yamato Taba llegó al Perú en 1921 procedente de Okinawa, Japón, para trabajar en la recolección del algodón en la localidad de Cañete, distante a 150 km al sur de Lima, Capital de la República. Al término de su contrato, cumplido con verdadero sacrificio, él y su esposa arrendaron un pequeño terreno en el que cultivaban hortalizas que vendían en el mismo pueblo de Cañete y otras localidades cercanas, con lo que ahorraron lo suficiente como para que pocos años después pudieran hacerse propietarios del terreno que arrendaban.
Sin embargo, por entonces había tomado conocimiento que en 1912, la Compañía de Migraciones Morioka Shokay había convocado a cerca de 300 japoneses que habían cumplido con los 4 años de su contrato inicial que los trajo al Perú y estaban próximos a retornar al Japón, invitándolos a un nuevo contrato para que se desplacen hacia la región Amazónica del país, específicamente a la selva del Departamento de Junín, en un valle denominado Chanchamayo que era por entonces un lugar poco conocido aun para los mismos peruanos. Hacia 1922, estos colonos japoneses ya establecidos y totalmente liberados de contratos habían constituido la Peruvian Agricultural and Forestry Company dedicados particularmente al cultivo de café
En 1929 bajo los auspicios de la Embajada de Japón se convocó a pequeños ahorristas reclutados entre los inmigrantes japoneses de Lima y Cañete quienes como colonos y ya no como dekasegis, se organizaron en una empresa cooperativa que llegó a comprar 1,000 hectáreas en aquel Valle de Chanchamayo. Poco antes, el gobierno del Presidente Augusto B. Leguía, había decidido unir aquella región de la Amazonía al resto del país, reviviendo un viejo proyecto ferrocarrilero que conectaría un ramal de la Carretera Central con Puerto Inca, a orillas de rio Pachitea, en el Departamento de Huánuco. Adelantándose a la terminación de aquella vía férrea, Yamato decide un cambio radical de sus planes costeros para establecerse con su esposa en Puerto Inca, sumándose a la pareja poco después su hermano Tenho a quien hizo venir desde Okinawa.
Ambos hermanos habían previsto lograr su afianzamiento en el lugar empezando por cultivar arroz, maíz y algunas especies de hortalizas, que vendían en Puerto Inca. Pensaron que tal era una situación transitoria que sería superada con la llegada del ferrocarril que les habría de permitir una actividad comercial importante y ser líderes en la región. Mas hasta 1930, apenas se habían construido 80 Km. de la vía y lamentablemente, tras ser depuesto Leguía en septiembre de ese año, posteriores gobiernos abandonaron el proyecto en definitiva. A ese hecho desafortunado, poco después se sumó la muerte de su esposa, atacada por una enfermedad que se agravó al no poder ser atendida oportunamente en un centro médico. Abatido por la desgracia, Taba decidió enviar de regreso a Okinawa a sus 5 hijos y su hermano Tenho. Entonces Yamato quedo solo.
Cierta tarde, el pueblo de Puerto Inca se encontraba alborotada pues en la desembocadura del río Sungaroyacu, un afluente del Pachitea en el Departamento de Huánuco, unos vecinos habían encontrado un grupo de nativos casi desnudos que la escasez de alimentos y el hambre durante la estación lluviosa los había obligado a salir de sus aldea para solicitar comida. No hablaban el castellano y solo se expresaban con gestos y ademanes. Impresionado, Yamato tomó la iniciativa ofreciéndoles los víveres que había comprado. Luego, fue al pueblo de donde trajo mas alimentos, alguna ropa, rústicas sandalias, espejos y herramientas que entregó a los nativos quienes abandonaron el lugar retornando a su comunidad. El incidente pronto quedo olvidado y el pueblo retornó a su vida cotidiana.
Habían transcurrido alrededor de 5 meses, cuando nuevamente aparecieron los nativos, pero esta vez acompañados de quien parecía ser el jefe de la tribu. Los nativos invitaban a Yamato a que los siguiera hacia su aldea a fin de agradecerle por las atenciones que habían recibido. Así, después de 3 días de caminata, llegaron a la aldea quedando Yamato sorprendido con la presencia de alrededor de 400 miembros de la etnia cashibo, conocidos en la región por ser una de las más agresivas y feroces en el valle del Pachitea. Una gran fiesta de bienvenida con comida, cantos y danzas se hizo en honor de tan distinguido visitante. Y siguiendo la tradición de la etnia, le fue ofrecida la más bella y tierna de las mujeres para que lo acompañara en la intimidad, como habría de corresponder al más valiente y victorioso de los guerreros. Pero sin duda, consideraban aquella ocasión algo muy especial, pues se trataba nada menos que de la hija del cacique, es decir una princesa.
En el camino hacia a la aldea así como de retorno, durante la larga caminata por la inexplorada jungla, Yamato había notado la presencia de muchos árboles maderables, particularmente de la especie caoba que lograba altos precios en el mercado de la costa Este de los Estados Unidos de Norteamérica y Europa a los que llegaba a través de la aduana Iquitos y navegando por rio Amazonas. Entonces ideó un plan de trabajo que permitiría a los nativos salir de esa vida pobre. Con el equipamiento necesario, los hombres de la tribu se podrían dedicarse a la tala de aquellos árboles maderables dándoles suficientes ingresos para mejorar su calidad de vida. Poco mas de 10 días después de su retorno a Puerto Inca, mientras cavilaba sobre esas posibilidades de la explotación forestal y del modo que tendría de persuadir a los cashibos para que participaran en el proyecto, la Princesa se presentó de pronto en su casa, instándolo a vivir con ella en su aldea, tal como lo había dispuesto su padre.
Inicialmente Yamato no hablaba el dialecto de la etnia cashibo, pero se hacía entender mediante señas, gesto y ademanes a través de su mujer nativa que siempre lo acompañaba. A pesar de ello, su liderazgo era claro. Les enseñó el uso apropiado de hachas, sierras, cadenas, cuerdas y palancas para acelerar el trabajo de extracción maderera y evitar accidentes. Dirigía personalmente a la cuadrilla de trabajadores en las labores de selección, tala, preparación de los troncos y su varado hasta lanzarlos al río, en donde armaban balsas atando los troncos que serían remolcados primero a Pucallpa donde serían aserrados y luego a Iquitos, distante 400 kilómetros, todo por vía fluvial dado que entonces como hoy no existen carreteras.
Pronto la aldea pudo disponer de recursos económicos suficientes con los que mejoró la alimentación, disminuyendo muertes y enfermedades, adquirieron nuevas herramientas agricolas y forestales asi como pequeños motores para equipar sus botes que usaban para transportarse a los aldeanos y sus productos. Y tal fue el éxito que cambió totalmente la vida a la gente del lugar, hasta entonces dedicados mayoritariamente a la caza, recolección y agricultura de subsistencia. Habia logrado instaurar el espiritu corporativo tan propio de nosotros los Japoneses, aquel que heredamos de nuestros ancestros en la lejana Okinawa. Poco después, Yamato Taba se convirtió en un apreciado miembro del consejo de los guerreros de la aldea: un gran cacique.
* Este articulo ha sido extraido de Descubriendo la Amazonia de Luis Takanobu Shimabukuro, en proceso de edicion actualmente, basado en relatos de sus padres y hermanos contennido en Amazon Sanka de Seitoku Shimabukuro (1974)
© 2013 Luis Takanobu Shimabukuro
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