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Ofukuro no aji: El misoshiru de mandioca de Doña Shizuka

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Mi madre vino al Brasil a los 3 años y desde su infancia aprendió a comer todo lo que había en el campo, diferenciando lo que era comestible. Hasta lagartija, armadillo, en fin, todo lo que aparecía. Se casó a los 14 años y un tiempo después se fue a vivir a una granja en la ciudad de Bastos. 

Recuerdo que ella preparaba todo en forma simple con sal, ajo, limón, grasa de cerdo, cebollino y jenjibre. Todo lo que mi madre cocinaba era sabroso. Mi padre tenía un buen paladar y le enseñó muchos secretos ya que era muy joven. Ella hacía un tempura de zanahoria que le salía muy crocante porque mezclaba aguardiente con la masa de harina. Ella aprovechaba todo: en las manos de mi madre, cualquier cosa se transformaba en un plato delicioso. Extraño mucho aquella época. 

Había una mala hierba llamada picão que crecía en la región y que hoy se utiliza como planta medicional. Pues para mi madre las hojas de picão sustituían el horenso, que no había en esa época. Hacía un ohitashi que a todos nos gustaba con sumiso (miso, limón y azúcar).

El fukujinzuke de ella era especial: hacía en grandes cantidades para luego distribuir entre sus hijos, todos casados, y usando las legumbres de estación. Le llevaba una semana hacerlo y el resultado era una mezcla de legumbres crocantes que con sólo pensarlo se me hace agua  la boca, hoy no conozco a ninguno que lo haga igual. Zanahoria, cayote, berenjena, daikon, gobó, eran cortados en cuadrados. El primer día se conservaban en sal y se colocaba el omoshi de piedra encima, al día siguiente, exprimía las legumbres para eliminar el líquido. 

Aparte hacía un caldo cuya base era pescado, con shoyu y azúcar. Retiraba el caldo del fuego, esperaba que se enfríe y luego juntaba el caldo con las legumbres y le colocaba pimienta. Por la noche se colocaba nuevamente el omoshi hasta el dia siguiente. 

Se repetía esse procedimiento durante 5 días. 

Cada mañana, sacaba el omoshi, exprimía el caldo y solamente iba el caldo al fuego y el último día, si era necesario, se colocaba más shoyu o azúcar o agua. Mientras se enfriaba el caldo, se mezclaba nuevamente con las legumbres y pronto estaba el fukunjinzuke crocante de Doña Shizuka. Se guardaba en potes de vidrio y podía mantenerse 6 meses fuera de la heladera sin que se alterara el sabor. 

El miso que mi madre hacía era bueno por demás y también lo hacía en gran cantidad para sus 9 hijos. Lo hacía una vez al año hasta la edad de 85 años. No continuó porque era difícil hacer ese trabajo totalmente manual que exigía mucha fuerza. 

Los nietos adoraban el misoshiru hecho con el “miso de la obaachan” y cuando era con el miso comprado en el supermercado, sin saber la procedencia del miso, ninguno lo tomaba.

El miso de mi madre era más blanco y al pasar los meses se tornaba más oscuro y sabroso. 

Misoshiru de Doña Shizuka. Tomada por la autora en setiembre de 2012.

Les cuento cómo era el misoshiru especial de mi madre, el verdadero ofukuro no aji.

Primero, ella separaba la parte más carnosa de la gallina y lo guardaba para hacer otros platos. Rociaba con limón al resto de la gallina para anular el olor peculiar y después la lavaba bien. Enseguida preparaba el caldo, cocinando en la olla de hierro tapada hasta que los huesos estuvieran blandos, junto con la cebolla picada. Despúes, colocaba la mandioca pelada, cortada en pedazos grandes (preferentemente mandioca de color amarillo, que es más sabrosa y que había mucho en la región) dentro de la olla. Cocinaba hasta que se ablandara, cuidando que no se derritiera por completo. Por fin, colocaba el miso y cuando entraba en ebullición, paraba el fuego.

A la hora de servir, colocaba el caldo en el cuenco individual, pedazos de mandioca y la cebollina cortada. Era una delicia bien caliente, especialmente en invierno. 

Hoy, como no tengo más el privilegio de tener en casa el “miso de la obaachan” y como no tengo la paciencia ni habilidad de mi madre, cuando preparo este misoshiru tengo que colocar ajinomoto y otras cosas más para realzar el sabor. Para quienes quieren experimentar esta receta, recomiendo que cuele el caldo antes de colocar la mandioca. 

Pensando en participar en ITADAKIMASU!, junté todos los ingredientes e hice un misoshiru especial de mi madre. 

Me puse muy feliz y contenta porque aliviaba mi nostalgia hacia mi madre pues en setiembre cumplió el Sankaiki (segundo aniversario de muerte) desde que  partiera a la edad de 95 años.

 

* * * * *

Nuestro Comité Editorial seleccionó este artículo como una de sus historias Itadakimasu! favoritas. Aquí están los comentarios. 

Comentario de Laura Hasegawa:

Sin desmerecer los demás trabajos, éste fue un relato sorprendente, pues mas allá de ofrecer antiguas recetas de familia tan trabajosas y deliciosas, nos da una visión de cómo era la vida de los primeros inmigrantes. Cómo imaginar que la lagartija y el armadillo iban a la mesa, al lado de gohan y del misoshiru.

Leí muchas cosas sobre la vida de los primeros inmigrantes, pero la historia de Rosa Takada me emocionó, hizo que reflexionara sobre la dura vida de los pioneros. También cómo fueron criados en la cocina. 

Comentario de Alexandre Ratsuo Uehara:

Primero, me gustaría felicitar la iniciativa de Discover Nikkei en animar a las personas a relatar sus historias personales y las comidas. Por experiencia propia, puedo decir que, la comida japonesa es una de las más grandes contribuciones de la cultura japonesa al Brasil. Por ejemplo, en las grandes ciudades como San Pablo, la comida japonesa está presente en casi todas las churrasquerías. 

Seleccioné el árticulo “Ofukuro no aji: El misoshiru de mandioca de Doña Shizuka,” de Rosa Takada, porque envuelve al lector con su riqueza de detalles. Un ejemplo es cuando nombra uno a uno ingredientes y describe cómo cocinarlo. Esa narrativa acaba estimulando las sensaciones y provocando emociones en el lector. 

El artículo también envuelve al lector, en mi opinión, cuando la autora menciona las acciones de su madre, la distribución del Miso entre sus hermanos y cómo el misoshiru hecho con Miso de la obaachan era apreciado por los nietos. 

Al final, la autora transporta al lector del pasado al presente para contar que ella también hace el misoshiru especial de su madre, con los mismos ingredientes. El momento em que más retiene la atención del lector es cuando ella invita a tener la misma experiencia escribiendo la receta. 

© 2012 Rosa Tomeno Takada

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Sobre esta serie

Para los Nikkei de alrededor del mundo, la comida es a veces la más fuerte conexión que tienen con la cultura. A través de las generaciones, el lenguaje y la tradición se pierden, pero esta última permanece en la comida.

Descubra a los Nikkei recolectó historias de alrededor del mundo relacionadas al tema de la cultura de la comida nikei y su impacto en la identidad nikei y en las comunidades. Esta serie presenta estas historias.

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Acerca del Autor

Nacida en Bastos, cuna de la inmigración japonesa. Madre de 2 hijas y 2 hijos y abuela de 3 nietos. Le gusta más comer que cocinar, pero el hobby de su hijo menor es cocinar y comer bien. Tiene en su jardín, un sakura y todos los años aguarda con ansiedad los primeros brotes en flor. Es evángelica desde los 18 años y su mayor alegría es cantar alabando a Dios.

Última actualización en septiembre de 2012

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