Descubra a los Nikkei

https://www.discovernikkei.org/es/journal/2011/8/18/4092/

El vuelo de Aldo Shiroma: “Tenemos que creer en lo imposible” - Parte 2 de 2

1 comments

Parte 1 >> 

¿Cuando uno se hace adulto se vuelve demasiado racional y su imaginación se empobrece?

No podemos hablar en términos genéricos, no es algo que nos pase a todos. Pero sí, creo que tenemos –por una especie de instinto de supervivencia– que ser más racionales. La vida te exige que razones y le encuentres una lógica a todas tus acciones. Pero no tenemos que poner todo en una dicotomía, blanco o negro, el ser racional no tendría que ir en desmedro de la capacidad de soñar. Puedes tener capacidad de soñar y luego tener una parte más racional que te pueda ayudar a llevar esos sueños a la realidad. El asunto es que vamos perdiendo esa búsqueda de realizar nuestros sueños por vivir el día a día, o por sobrevivir. Creo que las pequeñas cosas como la música, la danza, o un buen libro, el cine, o una exposición, nos ayudan a sacarnos de esa constante diaria, que a veces puede ser monótona, tediosa, para refrescarnos, para reconciliarnos con esa parte más lúdica.

¿Cuando vas al cine no sientes que despegas los pies de la tierra, pero cuando acaba la película piensas “he vuelto a aterrizar en la realidad”?

Lemurlélula

Pero regresas diferente. Te vas a ver una obra de teatro y de repente en esa hora y media, dos horas, te enfrascas en la situación que está ocurriendo delante de ti, te dejas llevar por la trama, vives los dolores, las pasiones. Sí, termina la obra y regresas a tu vida cotidiana, pero en esas dos horas tu mente ha estado en otro lado.

¿Extrañas esa capacidad que tienen los niños de armonizar lo posible y lo imposible en su mundo, de conjugar fantasía y realidad de forma natural?

Sí. Un niño pasa más horas durmiendo que nosotros, y conforme envejecemos tenemos menos horas de sueño. Ellos viven mucho más conectados con el mundo onírico, con el mundo fantasioso, entonces es más probable que puedan visualizar las cosas de un modo más fantasioso, que puedan imaginarse un mundo que no se sujeta a la lógica. Un niño sí puede creer que su perro le habla.

Has contado que de chico te decían que andabas en la luna.

Sí, en las clases de matemática y geografía yo he sido siempre un poco disperso, con problemas de concentración. No para las letras, casi siempre para los números. Creo que porque se me daban fatal. Pero cuando me decían que estaba en la luna, lo que me fascinaba de la luna eran esas imágenes donde se veía a los astronautas flotando, dando saltos. Cuando me decían que estaba en la luna, en vez de decir “huy, sí, me estoy distrayendo, tengo que concentrarme”, peor, mi imaginación comenzaba a flotar más todavía. Nunca llegué a tomar como una queja o como algo negativo estar en la luna.

¿Y en medio de una situación cotidiana, por ejemplo una reunión, te abstraes de la realidad y empiezas a volar?

Sí. Mi cabeza se va a otro lado, a veces me imagino piezas que no he terminado de resolver, y las dejo ahí guardadas como archivo dentro de la cabeza. Estoy en medio de una reunión, en el micro, caminando, o leyendo el periódico, y de pronto me paro y es como si el file se hubiera abierto solo, y digo “claro, si lo hago de esa manera, si ensamblo esto aquí”. Y si puedo lo apunto, si no después se me olvida. Sí, son momentos en que mi cabeza se despega y se va volando. Es más, parte de esta muestra ha nacido un poquito así, estando en el micro, jugando con el ticket, hice un avión y me imaginé a mi personaje agarrándose del avión, y ya sabía cómo iba a ser la escultura. Llegué a mi casa, dibujé y salió.

Son ideas que te asaltan de pronto.

No sé si creer o no en la inspiración, como una cosa mágica que viene y ¡pim!, pero sí creo fervorosamente que tiene que encontrarte trabajando.

No te va a llegar mientras te rascas la panza.

Claro. Cuando tengo un proyecto, me siento horas de horas, paso noches en vela dibujando, armando el concepto, las esculturas que van a ser el eje temático, y comienzo a trabajarlas. En el transcurso, mientras voy haciendo esas esculturas, me van saliendo otras ideas, las cuales apunto, y después en otra madrugada las convierto en dibujos. Así se va construyendo la exposición, a través de piezas principales y luego se van armando otras que le dan soporte a todo el proyecto.

¿Por qué el protagonista de la muestra es un jabalí?

Hay gente que me pregunta por qué hago esculturas de animales. Para mí el animal simboliza un montón de cosas, entre ellas esa cuestión de instinto, al nivel de nosotros pero más básico, más elemental, menos enrevesado, que hace menos cosas por “conveniencia”, que está calculando menos las cosas. Uso el jabalí porque ya había hecho el chancho. El chancho ya estaba completamente domesticado, terriblemente explotado por nosotros. Uso el jabalí como una versión más salvaje, más libre, un poquito más indomable.

En “Zoociedad”, personajes como el chofer de combi o el político, que son desagradables, al ser transformados en animales se vuelven amistosos. Al animalizarlos los humanizas.

Hay una paradoja. Estoy agarrando a los animales y los estoy humanizando. Estoy representando a seres humanos que a veces por el grado de violencia en el que estamos inmersos los vemos como salvajes, y lo loco es que al hacer el camino inverso, al agarrar estos personajes muy bestiales y representarlos como animales, se nos vuelven dóciles.

Uno hasta les agarra cariño.

Es buscarles ese lado más lúdico. Creo además que cuando vemos representaciones de animales, nos conectamos instintivamente muy rápido. Por eso estos personajes un poco agresivos de la vida cotidiana, transformándolos en mi lenguaje en animales, se nos vuelven cercanos, hasta entrañables. Una de las esculturas que más le gustó a la gente era la del pericote (que representaba a un ladrón). A quién en la vida real le va a gustar un ratero, pero la escultura del pericote era entrañable. Esa transformación le daba otro carácter. Me gusta plantear ese tipo de cosas en las esculturas. Si les arrebata una sonrisa, yo me doy por bien servido, y si les plantea una pregunta, mejor.

Conejo: Máquina voladora II.


* Este artículo se publica gracias al convenio entre la Asociación Peruano Japonesa (APJ) y el Proyecto Discover Nikkei. Artículo publicado originalmente en la revista Kaikan Nº 52, diciembre 2010 y adaptado para Discover Nikkei.

© 2011 Asociación Peruano Japonesa / Fotos: Asociación Peruano Japonesa / Fernando Yeogusuku

Aldo Shiroma artes artistas esculturas Perú
Acerca del Autor

Enrique Higa es peruano sansei (tercera generación o nieto de japoneses), periodista y corresponsal en Lima de International Press, semanario que se publica en Japón en idioma español.

Última actualización en agosto de 2009


La Asociación Peruano Japonesa (APJ) es una institución sin fines de lucro que congrega y representa a los ciudadanos japoneses residentes en el Perú y a sus descendientes, así como a sus instituciones.

Última actualización en mayo de 2009

¡Explora Más Historias! Conoce más sobre los nikkeis de todo el mundo buscando en nuestro inmenso archivo. Explora la sección Journal
¡Buscamos historias como las tuyas! Envía tu artículo, ensayo, ficción o poesía para incluirla en nuestro archivo de historias nikkeis globales. Conoce más
Nuevo Diseño del Sitio Mira los nuevos y emocionantes cambios de Descubra a los Nikkei. ¡Entérate qué es lo nuevo y qué es lo que se viene pronto! Conoce más