El carnaval es la mayor fiesta popular del Brasil. Es una fiesta profana traída por los portugueses em el siglo 17 y en sus inícios era una diversión del pueblo. Se divertían tirando água y harina unos contra otro.

Actualmente, Brasil es famoso por ser el “país del carnaval”. Esta fiesta popular de otros tiempos se transformó en un espectáculo de grandes proporciones donde las Escolas de samba y famosos se disputan notoriedad.

Mi recuerdo de carnaval se remonta a mi infancia. Un paseo que daba con mi madre por las calles de Sao Paulo.

Carnaval, 1954

Tengo una foto en blanco y negro de aquella época. Vestido de flores, lazo de cinta en mi cabeza. Zoquetes blancos y coquetos zapatos negros. Era la vestimenta para ir a misa los domingos. Si fuera hija de brasileros, seguramente me disfrazaría y todos me dirían “Qué linda”. Si fueran padres brasileros, estarían orgullosos de su hija ya que ser elogiada por los demás es la máxima alegría para ellos.

Recuerdo que mi padre me compraba cintas y serpentinas pero no tenía coraje para arrojarlas. Pero mi madre tiraba líquido de los lanza perfume y se divertía con las personas que se cruzaba en la calle.

Era una niña callada y no me gustaba estar en el medio de la multitud en un clima de alegría. Es por eso que cuando mi madre me contó cómo fue su primer carnaval de su vida, quedó en mi memoria y mucho tiempo después escribí mi primer libro y le dediqué un capítulo.

A la edad de los 20 años, mi madre fue a ver com mi tía y 2 amigas. Fueron a la ciudad en un camión de un conocido.

La fiesta se realizaba en un gran galpón. Los participantes formaban una enorme ronda y bailaban por el salón. A veces el círculo se tornaban más fino y se transformaba en un gran dragón que se retorcía.

Dentro de los participantes solamente había una nikkei. Era la hija de un adinerado de la zona. Estaba disfrazada. Bailaba y cantaba muy bien como si fuera una brasilera. Parecía una estrella.

Era el primer carnaval que veían en sus vidas. Estaban paradas en la puerta de entrada, un hombre salió de la ronda e invito a bailar a una de las amigas de mi madre.

Fue tan de repente que Aguri san, seguía parada con su paragua pero en cuestión de segundos comenzó a acompañar el ritmo contagiante de “Alah la o”.

Las 3 que quedaron pronto se sumaron a la ronda.

El carnaval terminó, y las 4 amigas se miraron entre si y se rieron.

No estaban disfrazadas, pero la cara y el cabello de las 4 estaban llenas de polvo como si se hubieran puesto máscara de disfraz.

© 2011 Laura Honda-Hasegawa