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5. Cimarronaje

La fuga, evasión o “cimarronaje” de los emigrantes del Japón de las haciendas costeñas del Perú tuvo modalidades diferentes en comparación con  cualquier otro tipo de trabajador anterior y posterior: negros de origen africano, chinos culíes o peones serranos enganchados. Eran diferentes las condiciones sociales y económicas en las haciendas y en la sociedad,  y sobre todo los términos contractuales entre esos emigrantes y los hacendados.

En la costa peruana fue algo bastante generalizado huir de una hacienda; en el caso de los japoneses, abandonando deudas y compromisos contraídos con las casas que enganchaban peones en Japón. Aún recuerdan estos sucesos los descendientes de la primera generación de nipones que llegó a Perú, aunque en lo que narran, algunas veces, hay algo de mito que mezcla heroicidad y travesura. También es frecuente escuchar que los fugitivos, para pasar de un valle a otro, debían cruzar arenales de no pocos kilómetros de extensión, sirviéndose de los postes de telégrafos como elementos de orientación o que algunos de los peones japoneses en su huida se dirigían a la sierra, aprendiendo el quechua antes que el castellano.

Volumen de la fuga

En San Nicolás, el “cimarronaje” de algunos de estos peones tuvo alta incidencia. Hemos detectado 420 nombres de fugitivos, cantidad que  representa el 14% del total de peones que llegó a la hacienda. Esta frecuencia no fue igual todo el tiempo y, como se constata en el cuadro que sigue, se acentuó entre 1917 y 1919.

Hacienda San Nicolás: Japoneses fugados


Causas

Sería erróneo afirmar que la causa principal de las fugas de los japoneses fue la injusta situación  a la que estuvieron sometidos en San Nicolás. Se debe considerar que llegaban y se enfrentaban a una sociedad donde todo era diferente, especialmente la manera de hacer producir los terrenos de cultivo, los instrumentos y las maquinarias de labranza utilizados. Asimismo, estas costas peruanas eran muy diferentes en relación al medio climático y cultural, muy distinta la alimentación que recibían, debieron soportar enfermedades epidémicas como el paludismo y tolerar costumbres extrañas: la manera de saludar era otra, otro el modo de vestir, otros las creencias y ritos religiosos. No siempre la realidad que constataron fue tan atractiva, como les había sido presentada en el Japón. Muchos se sintieron engañados, sobre todo por el monto del jornal diario que tenían que recibir como pago.

Por todas estas constataciones es que la mayor parte de las fugas se produjo casi inmediatamente después de comenzar a trabajar en San Nicolás, y se hicieron mayormente por grupos. Fugaban dos o tres trabajadores, lo hacían los matrimonios o grupos de más personas, aunque también hubo huidas individuales.


Ayuda exterior y dificultades del control

Por otro lado, hay evidencias de que este “cimarronaje” no sólo ocurrió luego del desembarco en el puerto de Supe sino también antes de él. Hubo japoneses que huían apenas el vapor que había atravesado el océano Pacífico acoderaba en los muelles del Callao o cuando se detenía en Huacho. Muchos de los emigrados de las últimas partidas - sobre todo a partir del año 1918 - subían al vapor que los trasladaría a las costas peruanas y ya tenían planes de escaparse en cuanto llegaran. Después de todo, miles de inmigrantes japoneses que habían arribado antes que ellos aprendieron que una manera muy fácil de emigrar a este país era aceptar tanto el contrato como el adelanto del enganche y luego, una vez en el Perú, fugar.

Se acentuaron las evasiones porque hubo quienes las fomentaron, pero también por las dificultades para su control. Eran casi impotentes la administración de la hacienda, la Casa Morioka e incluso el Estado peruano que, en esos años, en algún momento participó en el control de la fuga de los enganchados serranos o japoneses.

Luego de la evasión, lo más frecuente era que los cimarrones se dirigieran hacia el sur, específicamente a Huacho para tomar el barco o el tren que los llevaría a Lima. La meta final parece haber sido la capital, donde esperaban a los huidos, los ayudaban y les conseguían trabajo.


Afectados con las fugas y sanciones

Cada japonés que huía había recibido dinero en Tokio por engancharse o contratarse, a lo que había que añadir los gastos del transporte hasta el Callao. Si un peón escapaba, esos gastos eran dinero perdido si es que no se le ubicaba. Había que tomar medidas precautorias, dar instrucciones, hacer saber a los emigrados qué sanciones recaerían sobre ellos si fugaban. Todo esto se hizo poco a poco, conforme se conocía y se acentuaba el problema. Hubo amenazas como colocar al fugitivo capturado en la “barra”1, pero esto no impidió que huyeran cada vez más trabajadores japoneses.
  
El uso de castigos corporales fue muchísimo más frecuente y cruel con negros, chinos y posiblemente con peones criollos, no tanto con los japoneses; al menos, así ocurrió en San Nicolás. La explicación puede hallarse en una serie de factores:

  • Temor entre los hacendados de que hubiese más fugas si recurrían a sanciones físicas.
  • La posibilidad de un rechazo masivo de los japoneses frente a ese tipo de castigos.
  • La existencia de cierta vigilancia sobre la hacienda de parte de la embajada y consulado japoneses, en cuanto al trato que se daba a los peones.


Aunque la Casa Morioka y la Sociedad Agrícola eran afectadas con cada fuga, la primera de ellas resultaba más perjudicada. La Sociedad sólo se interesaba en exigir que la Morioka, de acuerdo a los contratos, reemplazara al “cimarrón” o devolviera el dinero adelantado.  A pesar de las medidas disuasivas, los evadidos fueron muchos y la mayoría no era encontrada. Posiblemente por este motivo la inmigración de trabajadores fue disminuyendo y terminó por suspenderse definitivamente.

Cita
1. La “barra” era un fierro con grilletes que servía para asegurar que los presos no fugaran de las cárceles que había en los latifundios. También se utilizó el cepo y el látigo.

 

*Este artículo se publica bajo el Convenio entre la Fundación San Marcos para el desarrollo de la Ciencia y la Cultura de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y el Japanese American National Museum, Proyecto Discover Nikkei.Lima- Perú, 2009.

 

© 2009 Humberto Rodríguez Pastor

jornaleros Perú plantaciones San Nicolás
Sobre esta serie

A través de una serie de 5 artículos, Humberto Rodríguez Pastor registra la presencia de japoneses en la Hacienda San Nicolás (Valle de Supe, a unos 180 kilómetros al norte de Lima -Perú) entre los años 1899 y 1924, basándose en la documentación sobre el tema del ex - Archivo del Fuero Agrario.

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Acerca del Autor

Humberto Rodríguez Pastor es Antropólogo sociocultural, interesado en antropología histórica. Estudió, se doctoró y actualmente enseña en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Laboró durante muchos años en el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONCYTEC). Sus preferencias en investigaciones han sido: historia e influencia de los chinos en la sociedad peruana, cultura y alimentación en la sociedad peruana. Algunas de sus obras son: Hijos del Celeste Imperio, Herederos del Dragón y De Tamales y Tamaleros.

Última actualización en septiembre de 2007

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