Las razones de motivan a uno emigrar son diversas y complejas. Hay quienes se van del país porque no pueden afrontar deudas impagables o porque el sistema político imperante no les permite desarrollar sus actividades políticas y sienten temor a una persecución; pero, en la mayoría de los casos, la difícil situación económica y social de un país, el mal funcionamiento institucional y las desigualdades sociales que no permiten ofrecer mejoras en sus expectativas, son las que obligan a ir a trabajar al extranjero. Aun así, al poco tiempo es inevitable dejar de extrañar el país que uno ha dejado, máxime si ha dejado parte o toda la familia.
Antes de partir, además de sacar el pasaporte es usual verificar el documento personal en donde están inscriptos los datos personales; y al llegar al Japón, al solicitar o presentar el visado en Migraciones o realizar el registro de extranjería en la municipalidad, uno puede observar en los formularios palabras como "país de origen", "lugar de nacimiento", "nacionalidad", "fecha de ingreso o reingreso al Japón", etc. El que tiene muchos años de permanencia puede, en base a estos datos, rememorar las veces que ha retornado por visita familiar al país de origen y las veces que ha renovado el visado, y es entonces que cuando uno reflexiona el tiempo que ha estado fuera del país y sentir cierta nostalgia de querer "regresar a casa", el del país de origen donde, realmente o imaginariamente, quedan o cree que quedan algunos afectos.
Muchos migrantes dicen que cuando pasan más de 10 años o forman familia y sus hijos van creciendo en ese país, éste se va transformando en la "segunda patria" (en japonés se diría: "dai ni no sokoku"), y en tal sentido si Japón ofrece un lugar de trabajo más o menos adecuado y un nivel de vida aceptable para estas familias latinas que se han asentado desde los '90 es muy posible que algunos lo sientan de esa manera y sus hijos, más allá de que adopten o no la nacionalidad japonesa, mucho más. Y el país de origen, por más que uno desee retornar y sentirlo de cerca, se va distanciando.
Estos sentimientos de dudas y nostalgias lo han sentido también los inmigrantes japoneses que emigraron a los Estados Unidos como a los países de América Latina hace 100, 70 ó 50 años atrás, seguramente mucho más fuerte porque muchos vivían aislados sin poder siquiera recibir cartas, y conscientes de que su retorno para ver a sus afectos, aunque fuere temporal, no era para nada fácil o casi imposible. Es por eso que los que emigraron en grupos por sus vínculos de ser de la misma prefectura o aldea el apego a sus raíces y tradiciones locales se ha reflejado muy fuerte en las colonias donde se asentaron1. Los dirigentes de esas colonias o asentamientos, más allá del sistema de organización que han introducido, reproducieron las particularidades de sus aldeas de origen transmitiendo el dialecto regional, los sabores de sus platos típicos, los bailes y eventos culturales tradicionales, etc, a fin de mantener sus costumbres y recuerdos. Desde luego que en la preparación de esos platos típicos, por falta de ingredientes originales, han tenido de ingeniárselas como podían para suplir esos faltantes como así también han tenido que ir adaptando el sabor al nuevo clima, al nuevo ambiente social y cultural donde emigraron. También fundaron escuelas de idioma japonés, y muchos de los nisei o sea los de la segunda generación, además de concurrir al colegio local, estudiaron japonés en estos pequeños establecimientos.
Recién cuando lograron un cierto bienestar económico destinaron sus ahorros para mejorar el nivel de vida e invertir en las actividades que habían emprendido como así también en la educación de sus hijos, sin olvidar que los que podían y necesitaron enviar dinero al Japón lo siguieron haciendo hasta casi la década de los '60 (a partir de estos tiempos Japón mejora sus ingresos y se encamina hacia una potencia económica mundial mientras que los países latinoamericanos declinan).
La guerra y sus sentimientos por el país, por su patria
Las penurias y las limitaciones de los inmigrantes, cualesquiera sea la nacionalidad, principalmente de finales del siglo XIX y principios del XX, han sido de una dimensión difícil de imaginar desde nuestros tiempos, pero una prueba tanto o más difícil debieron sortear muchos japoneses durante la IIº Guerra Mundial, pues los que residían en la costa oeste de los Estados Unidos (excepto los del Estado de Hawai) fueron recluídos a los campamentos del gobierno, y unos cuantos que vivían en Perú fueron deportados hacia dicho país, previo embargo de todos sus bienes y propiedades; una medida que siendo también país enemigo de los Aliados, ni los inmigrantes alemanes ni los italianos sufrieron de esta manera. Seguramente, la percepción y los prejuicios que tenían las autoridades americanas de ese entonces hacia los japoneses promovió este tipo de medidas, pues esa forma de organización grupal y comunitaria, ordenada, unida y solidaria, fue vista como una amenaza para la "seguridad" del país.
Y para los inmigrantes japoneses el hecho de que su patria, Japón, entrase en guerra con el país donde habían emigrado era algo no deseado ni previsible y eso es lo que los ha llevado a asumir grandes desafíos, incluyendo a sus hijos, "americanos nissei (de segunda generación)", nacidos en territorio americano para quienes la "patria" era los Estados Unidos, y Japón, la patria y el país de origen de sus padres. Muchos de estos americanos de origen japonés ofrecieron voluntariamente sus servicios en la milicia y muchos otros fueron convocados por obligación para servir en los frentes europeos más peligrosos como así también en tareas de inteligencia en diversos lugares del Asia. La División 442 que combatió en Europa obtuvo la mayor cantidad de medallas como unidad de combate durante la guerra, un indicador que habla por sí solo de la convicción y no menos resignación con que tuvieron que luchar para demostrar su patriotismo ante la sociedad norteamericana y evitar una mayor sanción, incluyendo la social, contra sí mismos y sus padres. De allí que algunos nikkei americanos tienen un sentimiento un tanto distante, al menos en su apariencia, hacia el Japón o le es difícil sentir como su segunda patria al país de sus padres o abuelos, algo muy diferente a como lo sienten los nikkei de la mayoría de los países latinoamericanos, pues los primeros han vivido realidades muy diferentes y extremas 2.
La impotencia y la contradicción que sufrieron los japoneses sin estar en el Japón o en el frente de guerra se traduce también en este tipo de conductas difíciles de entender, como los enfrentamientos que han sostenido las facciones de los "ganadores –kachigumi3" y "perdedores-makegumi4" en algunas colonias japonesas del Brasil, al finalizar la guerra. El debate de admitir la derrota o no se exacerbó y los enfrentamientos se hicieron tan intensos que hubo arrestos y muertos, algo que las mismas autoridades policiales locales se quedaron asombrados de la agresividad de los mansos inmigrantes japoneses del que tenían referencia. Este lamentable incidente ha dejado profundas heridas entre muchas familias y vecinos, y algunos señalan que les ha llevado más de 10 años en cerrar esas cicatrices. No son pocos los que consideran al "grupo de los ganadores" como fanáticos nacionalistas pero habrá que entenderlos en el contexto en que vivían y la poca información que recibían (solo la versión oficial del Ejército Imperial y de los que aprovechaban para exigir donaciones "patrióticas"), por lo que se podía interpretar como una manifestación extrema de la incertidumbre y el miedo de ese sentimiento patriótico que tenían, obviamente no expresado de la mejor manera.
La "segunda patria" de los latinos nikkei de Japón
Hoy, en Japón viven unos 380.000 latinos (datos del 2007), muchos de ellos descendientes de esos inmigrantes japoneses que en su momento emigraron a Sudamérica, pero estos nikkei latinos que desde hace unos 20 años habitan aquí muy pocos saben del pasado de sus abuelos y padres. Estos nikkei nacieron y se criaron en colonias japonesas o cuidades donde se asentaron los japoneses, pero no saben en detalle lo que ocurrió en su propio país y mucho menos en otras latitudes.
Por otra parte, los japoneses suelen pensar que estos nikkei dominan bastante bien el idioma japonés, las costumbres y las pautas sociales, el significado de las fiestas y eventos culturales del Japón, etc; sin embargo, si bien dependen del lugar donde crecieron, estos descendientes de japoneses que son nativos de estos países latinoamericanos, aunque tengan, en mayor o en menor medida, la fisonomía de un japonés; e incluso, aunque sientan al Japón como el "país de sus ancestros" no conocen tampoco bien el Japón ni pueden desembolverse como un "japonés".
Estos nikkei latinos llegaron como consecuencia de las crisis económicas de finales de los '80 y principios del '90, ayudados por la escasez de mano de obra que Japón sufrió por la burbuja económica, principalmente, del sector manufacturero exportador. Éstos obtuvieron visados de preferencia para que pudieran trabajar sin limitación alguna en este país, e incluso permite tramitar sin muchas dificultades el de la residencia permanente5. Algunos, no muchos, tienen la doble nacionalidad, pero puede que aumenten los que opten por naturalizarse6.
De cualquier manera, los nikkei latinos que viven en Japón son ante todo extranjeros, oriundos del Brasil, del Perú o de Bolivia, y muchos de ellos con parejas no nikkei y por lo tanto con hijos que piensan y actúan, obviamente, como nativos de estos países. Esto se puede interpretar como la resultante del esfuerzo que han realizado los inmigrantes japoneses y sus descendientes en integrarse a las sociedades donde emigraron.
Desde luego que por ser nikkei pueden llegar a sentir una afinidad, un sentimiento de afecto y en algunos casos hasta sentir que Japón es su "segunda patria", más allá de que en la vida cotidiana les depare innumerables dificultades y desafíos nada fáciles de sortear (desde luego que hay nissei que son más japoneses que los japoneses y a veces hasta desprecian sus pautas Latinas).
Esto significa que la "patria" y el "país de origen" de un inmigrante, nikkei o no, puede ser, por ejemplo, el Perú, la "nacionalidad", si se naturalizan, sea Japón y la peruana a la vez si es que mantienen la doble nacionalidad, el "lugar de residencia o domicilio" sea Kanagawa, y su "pueblo natal u hogar donde todavía están los padres y algunos parientes", como todavía se observa, sea Lima. A modo descriptivo, es el caso del "peruano" que regresa de visita a su "casa del Perú" para estar con sus afectos, comer buena comida "típica" y disfrutar de un momento de regocijo con los suyos. Y si vamos a los casos un poco más exitosos nos encontramos con nikkei latinos o simplemente latinos que tienen más de un "lugar de residencia" y varios "lugares donde desarrollan sus negocios" porque operan en diferentes países.
Obviamente el concepto de "patria", "lugar de residencia", "retorno temporal a casa", etc., hoy, tiene un significado muy diferente a los inmigrantes de la pre y posguerra, pues ahora nos permite trasladarnos de un lugar a otro de manera mucho más rápida, más o menos cómoda y a un coste aceptable. Esa nostalgia y ese fuerte sentimiento por su país que sintieron los viejos inmigrantes japoneses en el continente americano, hoy, es mucho más fácil de superarlas y por ende, la manera de sentir la "patria", tal vez, también ha cambiado.
NOTAS:
1. Algunas fueron creadas con ayudas del gobierno de Japón y otras fueron con el esfuerzo de los mismos colonos que lograron adquirir o alquilar tierras casi inhóspitas y transformarlas luego en áreas cultivables.
2. Sobre los nikkei americanos hay innumerables crónicas y documentación sobre sus experiencias, por cierto diversas. Unos 112.000 japoneses y nikkei fueron recluídos en Campamentos y perdieron su trabajo y sus bienes por el embargo gubernamental. En la pos-guerra emprendieron un juicio contra el Estado norteamericano y lograron una disculpa formal del Presidente y una compensación económica de 20.000 dólares. No hay que olvidar que 1.771 japoneses del Perú fueron detenidos, expulsados y enviados a estos campamentos de los EE.UU.
3-4. Los primeros sostenían que Japón aun podía ganar la guerra y por lo tanto no admitían la derrota ni la rendición, y los segundos, más realistas, asumían la rendición.
5. Entre los peruanos un poco más del 30%, unos 22.000, ya tienen la residencia permanente y entre los brasileños, un 22%, casi 70.000, también la tienen. La tendencia es que en unos años más, la mitad de los registrados lleguen a tener este visado.
6. La doble nacionalidad es porque al nacer sus padres japoneses lo han inscrito en el Consulado de Japón. En países como la Argentina, país de origen del que escribe, los nietos de españoles e italianos, si lo tramitan, pueden obtener la nacionalidad de esos países y con eso ir a trabajar o estudiar a Europa.
© 2008 Alberto J. Matsumoto