(Inglés) Como es muy difícil hablar sobre el tema, escribiré algo solo para la familia. Escribiré unas memorias solo para la familia, así mis sobrinos pueden saber sobre esta parte de nuestra historia. Yo tenía treinta y siete sobrinos en ese entonces. Siete habían nacido en el campo y no sabían nada sobre el tema. Entonces intenté escribir algo, pero lloraba todo el tiempo. Tenía serios problemas, así que le dije a mi esposo “Jim, este proyecto me resulta muy duro”. “¿Qué proyecto?”, me preguntó. “Bueno, estoy intentando escribir unas memorias sobre la vida de mi familia cuando estuvo en el campo”, le contesté.
Me dijo que le contara, pues conocía a Jim hacía veinte años, habíamos estado casados durante quince y nunca le había mencionado el campo. Él sabía que cierto campo era parte de mi pasado, pero apenas conocía la palabra “Manzanar”. Era un gran secreto que estaba tan enterrado en mí que nunca podía tocar el tema. Así que empecé a contarle y se sorprendió. Quedó muy anonadado. “¿Quiere decir que te conozco desde hace tantos años y has llevado esa carga contigo? Esto no es algo solo para tu familia. Esta es una historia que todo estadounidense debería conocer”, me dijo. Él ofreció ayudarme a escribirlo. Eso era muy importante.
Ya sabes, cuando pasas por una emoción... cuando tienes una catarsis. Cuando haces catarsis es muy difícil estar sola porque te sientes envuelta en sufrimiento constantemente. Es decir, lo sé porque escribí un libro con un veterano de guerra de Vietnam. Se requiere mucha ayuda para lograr que hablen de algo, en mi caso, algo que parecía sin importancia, pero que en realidad era muy significativo. Y mi esposo sabía que era como echarle sal a una herida, por decirlo de alguna manera. Por eso nos llevó un año.
Él fue el psicólogo más barato que pude haber tenido. Allí comenzó la curación emocional, pero no fue hasta 1980 que se descubrió cuál era el verdadero problema. Era un síndrome de estrés postraumático y le sucedió a la mayoría de los japoneses. No soportaban recordar la vida en los campos porque tenían miedo de revivir el dolor de la experiencia y colapsar o enojarse.
Eso me pasó muchas veces cuando iba a dar charlas. Una persona japonesa venía y me decía “sabes, yo no me sentí así para nada. La pasé muy bien en el campo”. Entonces yo miraba a la persona y le hacía una pregunta. “¿Qué hacía tu familia?” o mencionaba algo que hacía que se echaran a llorar allí mismo. Ellos mismos se sorprendían porque no se habían permitido sentir. Es muy humillante admitir que fuiste una víctima. Es humillante. Así que uno se niega a decir “permitimos que nos hicieran esto”. Es muy difícil hacer eso. Pero hay que admitir que eso sucedió y que uno no es una víctima porque lo puede superar.
Fecha: 27 de diceimbre de 2005
Zona: California, EE.UU.
Interviewer: John Esaki
Contributed by: Watase Media Arts Center, Japanese American National Museum