Cuando retornaban a su pueblo, Maida, los italianos que habían migrado a Estados Unidos eran recibidos como emisarios de un mundo nuevo, distinto, moderno, lleno de oportunidades, pruebas vivientes de que afuera había futuro, otra vida, otros aires. Eran los audaces que habían elegido prosperar en el extranjero o naufragar en el intento, en vez de languidecer en su terruño.
El dinero que remesaban a sus familias dinamizaba la economía local. Las familias que tenían parientes en América vivían mejor que las demás. Las mujeres de l…