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Japoneses la comunidad en busca de un nuevo sol naciente - Parte 9

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LA ESCUELA CHUO

Como parte de la concentración, una de las prioridades de los residentes japoneses fue atender a sus hijos y conseguir la continuidad de sus estudios. Para ello, el Comité de Ayuda Mutua (Kyoeikai) fundó el Departamento de Educación, enfocado en la enseñanza del idioma japonés. Nombraron a maestros con amplia experiencia docente, como el profesor Takizawa, encargado de la escuela de Río Mayo en Sonora. El organizó la Escuela Chuo en el segundo piso del Kyoeikai. En esa incierta época dentro de la comunidad se rumoraba que la guerra podría durar hasta cien años por lo que el Departamento de Educación, según el testimonio del señor Akiji Yokoyama, determinó: "Ahora no sabemos hasta cuándo continuará esta guerra, pero el desarrollo de los niños no va a esperar. Lo más urgente es la enseñanza del idioma japonés a los nisei y sansei [segunda y tercera generación]. Esto debe de ser prioritario; es nuestro mayor compromiso como issei”.1

Además de la Escuela Chuo, se fundaron otras cuatro más en distintos barrios: Tacuba, Tacubaya, Tlalpan y Contreras que, con la aprobación del gobierno, permitieron que los hijos de los inmigrantes continuaran con sus estudios elementales sin tener que esperar al desenlace del conflicto bélico. Cuando éste finalizó, la Escuela Chuo sirvió como centro de reunión, se habilitó como salón de bodas y de eventos sociales de la comunidad que ya empezaba a festejar y a dar la cara a la nueva situación derivada por el fin de la guerra y la derrota de su país de origen.

En la década de 1950, cuando se firmaron los tratados de paz, algunas compañías japonesas se instalaron en el extranjero. Chuo funcionó, como ahora el Liceo Mexicano Japonés, como el centro de atención de los hijos de empleados de esas compañías, para que pudieran continuar sus estudios en México.

Sin embargo, a pesar de estar organizada para atender las necesidades de la comunidad japonesa, poco a poco su atención se ha ido centrando en los niños y jóvenes mexicanos deseosos de conocer la lengua y cultura japonesas. La labor que ha realizado desde ese entonces hasta nuestros días ha sido realmente ejemplar. En la actualidad se ubica en la calle Isabel la Católica, en el Centro de la ciudad de México.

Los niños y niñas de la Escuela Chuo con los profesores Shinichi Matsuo y Kieya Yokota y el director Hideo Yamashiro, ca. 1946. Colección: Profesora Kayo Matsubara, cortesía de Rafael Shimizu.


LA ASOCIACIÓN MÉXICO-JAPONESA

Al reanudarse las relaciones entre México y Japón en 1952, el gobierno mexicano devolvió los fondos congelados a ese país durante la Segunda Guerra Mundial. La comunidad japonesa empezó a organizarse a fin de solicitar al gobierno japonés que se utilizaran para construir la sede de la Asociación México-Japonesa (Nichiboku Kaikan). Con su esfuerzo y recursos propios, junto con el de las empresas japonesas en México y la donación especial del señor Matsumoto de un terreno en la colonia Las Águilas al sur de la ciudad, finalmente se constituyó la asociación en 1959. Tuvo como antecedente la conformación de Nikkeijin-kai de México, en 1951, y otras organizaciones que se disolvieron. Fue hasta 1956, en coordinación con la embajada japonesa que ya había abierto su sede en México, cuando se organizó la primera asamblea de socios fundadores; después de tres años de trabajo abrió la sede que sigue funcionando actualmente. Al mismo tiempo, su deseo por estar informados los apremió a seguir con la publicación de medios de divulgación no sólo en japonés sino en español para los hijos de los emigrantes que no podían leer de manera fluida el japonés. Así, la edición de periódicos se reactivó y se mantuvo hasta casi el final del siglo XX. Los periódicos que se publicaron fueron: Nichiboku Shinbun, editado por Shinichi Matsuo, que cambió de nombre al de Shiukan Nichiboku, dirigido por Shiozo Ogino de 1977 a 1997; Shiukan México, cuyo editor fue el doctor Toshia Watanabe, y El Heraldo de Nisei, editado en español. Actualmente se difunde el órgano de difusión de la Asociación Mexicano-Japonesa que aparece bimestralmente en español y japonés.

Los japoneses en la ciudad de México brindaron una recepción al príncipe Akihito en su visita a México en mayo de 1974. Colección: Archivo Fotográfico Ing. Jack F. Ealy de El Universal (AFJFE-El Universal).


LOS ARTISTAS DE LA COMUNIDAD

Los hijos de los inmigrantes que se dedicaron al arte expresaron en él de manera clara su formación bicultural. Uno de los más representativos es el pintor Luis Nishizawa, abiertamente influido por el muralismo mexicano. Nishizawa nació en 1918. Su padre Kenji llegó al país poco antes de estallar la revolución en 1910 y aunque su deseo era ir a Estados Unidos se quedó en México cuando conoció a María de Jesús Flores, con quien finalmente se casó. En 1925 la familia Nishizawa se mudó a la ciudad de México donde Luis estudió primero música y después pintura en la Academia de San Carlos, graduándose en 1947.2

A partir de 1955 empezó a dar clases en la Universidad Nacional —actividad que no ha dejado de realizar hasta nuestros días—, de la cual es profesor emérito y ha recibido innumerables premios tanto del gobierno japonés como del mexicano. Entre los murales que ha legado, se encuentra uno sobreviviente de los terremotos de 1985, que se puede apreciar en el vestíbulo principal del Centro Médico Nacional Siglo XXI del Instituto Mexicano del Seguro Social.

La violinista Yuriko Kuronuma, aunque no nació en México, decidió permanecer en el país al sentirse fuertemente atraída por la cultura mexicana, cuando visitó al dramaturgo Seki Sano en la década de 1960. A partir de entonces se dedicó no sólo a participar con diversas orquestas sinfónicas sino a difundir ese instrumento. Abrió su academia en 1980 en la ciudad de México, en el barrio de Coyoacán, donde ha formado desde ese entonces a cientos de estudiantes mexicanos, básicamente niños, que se han convertido en las nuevas generaciones de violinistas. En 1986 por su labor recibió la condecoración Orden del Águila Azteca que otorga el gobierno de México para honrar a los extranjeros ilustres. En Japón, Kuronuma se ha dedicado a divulgar la cultura mexicana y ha publicado, entre otros títulos, Cartas desde México.

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Notas:

1. Resplandor, 50 Aniversario de la fundación Chou Gakuen, 1944-1994.
2. Boletín Informativo de la Asociación México-Japonesa, núms. 107 y 132.

 

* Este artículo fue originalmente publicado en Carlos Martínez Assad (ed) La Ciudad Cosmopólita de los Inmigrantes. Mexico, Gobierno del DF. 2010.

 

© 2010 Sergio Hernández Galindo

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About the Author

Sergio Hernández Galindo is a graduate of Colegio de México, where he majored in Japanese studies. He has published numerous articles and books about Japanese emigration to Mexico and elsewhere in Latin America.

His most recent book, Los que vinieron de Nagano. Una migración japonesa a México (Those who came from Nagano: A Japanese migration to Mexico, 2015) tells the stories of emigrants from that prefecture before and after the war. In his well-known book, La guerra contra los japoneses en México. Kiso Tsuru y Masao Imuro, migrantes vigilados (The war against Japanese people in Mexico: Kiso Tsuro and Masao Imuro, migrants under surveillance), he explained the consequences of conflict between the United States and Japan for the Japanese community decades before the attack on Pearl Harbor in 1941.

He has taught classes and led conferences on this topic at universities in Italy, Chile, Peru, and Argentina as well as Japan, where he was part of the group of foreign specialists in the Kanagawa Prefecture and a fellow of the Japan Foundation, affiliated with Yokohama National University. He is currently a professor and researcher with the Historical Studies Unit of Mexico’s National Institute of Anthropology and History.

Updated April 2016

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