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Japoneses la comunidad en busca de un nuevo sol naciente - Parte 7

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EN BÚSQUEDA DE UN NUEVO SOL NACIENTE

La derrota de Japón tuvo para la comunidad japonesa en México y en toda América Latina un enorme impacto y causó gran conmoción, a pesar de no haber vivido la experiencia de las bombas atómicas lanzadas en Hiroshima y Nagasaki. En su interior, la comunidad se dividió en dos grandes grupos: uno minoritario que consideraba que la información de la derrota sólo era fruto de la propaganda de Estados Unidos y que, en realidad, su país había ganado la guerra; se le denominó kachigumi. El otro grupo se componía de aquellos que pensaban que en efecto la guerra se había perdido; se le llamó makegumi. Para tener información de primera mano la comunidad designó a una comisión formada por dos personas, los señores Sakaguchi y Nishikawa, que viajaron a Japón para enterarse de la verdadera situación de su país. Sin embargo, el gobierno de ocupación de las fuerzas aliadas no permitió su desembarco por lo que tuvieron que regresar e informaron, al menos, que su país estaba ocupado por las fuerzas militares estadounidenses.

En los hechos los dos grupos entendieron entonces que la idea de retornar de nuevo a Japón estaba cancelada, por lo que, en condiciones muy difíciles, había que buscar quedarse de manera definitiva y rehacer sus vidas después de la concentración. La gran mayoría decidió no regresar a los lugares donde se había afincado antes de la guerra y buscó un medio de subsistencia permanente en la ciudad de México.

En 1952, se construyó el ubicado en avenida 20 de noviembre. Colección: Shozo Ogino

Los grandes negocios que se habían establecido antes de la guerra reiniciaron sus labores con grandes dificultades. El doctor Tsuru abrió su negocio farmacéutico y una plantación de cítricos en San Luis Potosí. En el Centro de la ciudad, en un piso de un edificio de la calle de 20 de Noviembre, reanudó la producción de ungüentos, entre ellas la pomada Vitacilina —aún famosa hoy en día y que sigue elaborando la Compañía Internacional de Comercio—, además de otros artículos nuevos, como talcos. En la actualidad, Takahashi Tsuru, hijo del fundador, es el director de la empresa. El señor Matsumoto y su hijo se mantuvieron en la comercialización y producción de flores que sus descendientes siguen vendiendo en la vieja casona de la calle de Colima. El Nuevo Japón, misteriosamente, se quemó en 1942, y aunque el señor Heiji Kato regresó al país en la década de 1950 ya no pudo levantar un negocio tan exitoso como lo fue antes de la guerra.

La gran mayoría de la comunidad se dedicó al comercio y los profesionistas reanudaron y fomentaron en sus hijos la continuación de sus especialidades por lo que aún es notable, por ejemplo, la gran cantidad de odontólogos de ese origen que gozan de un gran prestigio.

Muchos de los residentes japoneses ayudados por el Kyoeikai (Comité de Apoyo Mutuo) se emplearon como trabajadores y con el tiempo abrieron sus propios negocios como papelerías, vulcanizadoras, abarrotes, tiendas de ropa, dulcerías. La cara de los barrios de la ciudad donde se asentaron, de pronto tuvo rasgos orientales. 


EL CASO DE LOS PEQUEÑOS COMERCIOS Y LAS INDUSTRIAS

El señor Tsutomu Kasuga fundó Industrias Kay en 1958. Para crear esa empresa pasaron cerca de veintiocho años desde su arribo al país en 1930. Mediante el sistema yobiyose (por requerimiento), un compatriota ya establecido en México lo mandó llamar para que le ayudara en un pequeño rancho que tenía en San Luis Potosí. No pasaron muchos años después de su llegada al país para que el joven Kasuga se diera cuenta que en esa actividad difícilmente podía ahorrar y cultivar sus propias tierras por lo que se trasladó al poblado de Cerritos en el mismo estado, donde trabajó en la tienda de otro paisano, el señor Iwadare. Cuando adquirió habilidades profesionales y conocimiento de la región decidió abrir su propio negocio en Cárdenas, donde se ubicaba la estación ferroviaria. Al despuntar el año de 1940, Kasuga ya había formado su familia pues se había casado años atrás con una joven que accedió a venir a México sólo conociéndolo por fotografía y por algunas referencias.1 Su tienda prosperó a tal grado que ya poseía su propia casa y un cierto capital que casi se perdió cuando toda la familia tuvo que concentrarse en la ciudad de México. En la capital sobrevivió comercializando frutas y verduras en La Merced que traía del estado de Morelos.

Al terminar la guerra, junto con el señor Esteban Yamazaki, también procedente de San Luis Potosí, decidieron abrir una dulcería en la calle de Ayuntamiento en el Centro de la ciudad. Empezaron a comercializar, además de los dulces tradicionales, un chabacano seco y salado que ellos mismos elaboraron y que dio a conocer como chamoy. La dulcería tuvo gran éxito por lo que cinco años después abrieron otra sucursal en la calle de Uruguay que atendería toda la familia junto con los seis hijos del matrimonio Kasuga. Pero el deseo del señor Kasuga era establecer una pequeña industria, por lo que con el apoyo de la familia su hijo mayor, Carlos Kasuga, viajó a Japón para explorar la posibilidad de establecer en México una fábrica de juguetes de celuloide que en ese país tenían gran éxito. Los Kasuga iniciaron formalmente la producción de juguetes en 1958 y, aprovechando la experiencia que tenían en la comercialización, los distribuyeron en la calle de Correo Mayor y en las jugueterías más importantes. Aprovechando la innovación tecnológica en el desarrollo de materiales que realizaba Japón, los juguetes los hicieron en adelante de plástico, no tan rígidos como los anteriores, lo que les permitió elaborar mejores diseños e iniciar la producción de nueva mercancía, como los salvavidas y otros productos de playa. En unos cuantos años, la demanda se expandió a tal grado que los exportaron y la fábrica llegó a tener más de 700 trabajadores. Al celebrarse las Olimpiadas en México en 1968, Industrias Kay se encargó de elaborar los Aros Olímpicos que se elevarían por los cielos en la ceremonia de apertura, y realizó las señalizaciones plásticas que se ubicaron en los lugares de las competencias.

Los industriosos japoneses elaboraron los aros de la Olimpiada México 1968, en la inauguración en el Estadio Olímpico de la Ciudad Universitaria. Colección: Sergio Hernández Galindo.

La apertura de dulcerías no sería privativa de los Kasuga. Aprovechando el conocimiento de productos y sabores distintos, otros japoneses inventaron, por ejemplo, los "jamoncillos", que elaboró la familia Tanaka, proveniente de Sonora; o la soya industrializada que comenzó a producir el señor Iwadare, de San Luis Potosí; o los ahora famosos y mal denominados cacahuates japoneses, que siguen fabricando, entre otras familias, los Nishikawa y los Nakatani. 

En 1945, Yoshigei Nakatani fundó una de las primeras empresas que elaboró un cacahuate enharinado y sazonado con salsa de soya conocido como cacahuate japonés, aunque en realidad no había sido consumido en Japón. El joven Nakatani llegó a México en 1932 como empleado de la empresa El Nuevo Japón del señor Kato, para iniciar la factura del botón de concha que tuvo mucho éxito pero que, al desatarse la guerra, dejó de fabricarse. En un principio los cacahuates se preparaban en un pequeño local ubicado en La Merced y la distribución se hacía de mano en mano.

Los consumidores iban a comprar los cacahuates con el japonés, de ahí el origen de su nombre. El señor Nakatani poco antes de la guerra se casó con una joven mexicana, lo que le permitió trabajar durante el periodo de concentración sin ser recluido. "Mi abuelo —dice su nieta Claudia Nakatani— iba con su diablito a vender lo que había producido en la mañana, el objetivo era sacar el día a día."2 Décadas después, se fue dando forma a la empresa y se le dio el nombre de Nipón, que actualmente sigue distribuyendo el producto. Entre 1950 y 1975 los clientes de Nipón fueron mayoristas de La Merced y la Central de Abastos, lo que permitió que el negocio pasara de ser un pequeño establecimiento a una empresa en 1975 y se registrara la marca en 1977. A pesar de la fuerte competencia de empresas como Bimbo, Sabritas y Mafer, que empezaron a participar en el mercado al ver la gran demanda de ese producto, Nipón sigue produciendo los famosos cacahuates japoneses.

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Notas:

1. Explico con detalle este tipo de matrimonios que los emigrantes utilizaron para formar una familia
en "Las empresas de los inmigrantes japoneses en México. El caso de la familia Kasuga", en
Rosa María Meyer y Delia Salazar (coords.), Los inmigrantes en el mundo de los negocios, Plaza y
Valdés, México, 2003.
2. El Universal, 2 de agosto de 2006.

 

* Este artículo fue originalmente publicado en Carlos Martínez Assad (ed) La Ciudad Cosmopólita de los Inmigrantes. Mexico, Gobierno del DF. 2010.

 

© 2010 Sergio Hernández Galindo

concentration camps history Mexico war World War II camps
About the Author

Sergio Hernández Galindo is a graduate of Colegio de México, where he majored in Japanese studies. He has published numerous articles and books about Japanese emigration to Mexico and elsewhere in Latin America.

His most recent book, Los que vinieron de Nagano. Una migración japonesa a México (Those who came from Nagano: A Japanese migration to Mexico, 2015) tells the stories of emigrants from that prefecture before and after the war. In his well-known book, La guerra contra los japoneses en México. Kiso Tsuru y Masao Imuro, migrantes vigilados (The war against Japanese people in Mexico: Kiso Tsuro and Masao Imuro, migrants under surveillance), he explained the consequences of conflict between the United States and Japan for the Japanese community decades before the attack on Pearl Harbor in 1941.

He has taught classes and led conferences on this topic at universities in Italy, Chile, Peru, and Argentina as well as Japan, where he was part of the group of foreign specialists in the Kanagawa Prefecture and a fellow of the Japan Foundation, affiliated with Yokohama National University. He is currently a professor and researcher with the Historical Studies Unit of Mexico’s National Institute of Anthropology and History.

Updated April 2016

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